El Caribe

Un conflicto anunciado

- FELIPE AUFFANT NAJRI felipe.auffant@gmail.com

Los nuevos actos de violencia en la frontera y el secuestro del personal consular dominicano en Anseà-Pitre manifiesta un creciente deterioro en las relaciones entre haitianos y dominicano­s y revela una contundent­e realidad: nuestra convivenci­a esta progresiva­mente en peligro. Nosotros, que habíamos advertido de estos posibles conflictos, fuimos acusados de racismo, nazismo y cosas peo- res, en un intento por desfigurar la realidad. Pero la realidad es sumamente difícil de falsificar, pues es exactament­e eso: realidad, y como tal es sumamente terca, por lo que termina por salir de los rincones más recónditos y quitarle la máscara a no pocos.

Tomemos las ONG extranjera­s. Muchas ONG han propugnado por una convivenci­a generosa entre haitianos indigentes y dominicano­s pobres, aun cuando estos últimos han resultado perjudicad­os al perder empleos, salarios, poder de compra y servicios sociales. Estas ONG han disfrazado su activismo en unos principios, que no son apoyados por argumentos, sino por dinero, por mucho dinero, repartido convenient­emente para comprar voluntades. Las ONG que nos han pedido diálogo y generosida­d han quedado desenmasca­radas en todo su cinismo. ¡Vaya diálogo! El único diálogo que ha habido en los últimos días es el de las pedreas de ambos lado de la frontera, y que están llevando a dos comunidade­s de pobres al más odioso de los conflictos: la lucha por la superviven­cia.

Estos odiosos conflictos tienen la particular­idad de desatar las peores pasiones, agravadas en nuestro caso por unas relaciones históricas muy complicada­s entre ambos pueblos, lo que hecha por tierra el argumento de algunos círculos intelectua­les dominicano­s de que la negritud define un destino común para ambos pueblos. La negritud arruinó a Haití, pues resultó ser un grito de guerra racial contra blancos y mulatos, que llenó de cenizas una sociedad, que finalmente declinó a su presente dolorosa situación. Semejante ideología retrógrada es una afrenta a la tradición dominicana del mestizaje, además de venir con el regalo envenenado de una odiosa guerra social. Así que los hechos presentes deben llamar a la realidad a esos ilusos.

Pero igualmente debe servir de ad- vertencia a aquellos que propugnan por un mercado de 20 millones de clientes, controlado por el capital dominicano. Una iniciativa para convencern­os que debemos hacernos cargo de un país que nadie quiere, apelando a la ambición acumulativ­a de no pocos.

Los hombres somos seres emotivos y afectivos, que tenemos nuestra particular­es historias y creencias, que influencia­n nuestra manera de percibir la realidad. Afortunada­mente, los hombres somos suficiente­mente rebeldes para no dejarnos reducir a una simple categoría de consumidor­es. Y es que en realidad, la sociedad es mucho más que un mercado. No somos antihaitia­no. Nos preocupa el destino del pueblo dominicano, cuya convivenci­a está en riesgo por el egoísmo, la irresponsa­bilidad y el cinismo de bastante gente.

El autor es empresario.

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