El Caribe

Unas consecuenc­ias más duras que una roca

- FELIPE AUFFANT NAJRI felipe.auffant@gmail.com

La disputa entre la junta de vecinos de Piantini, por un lado, y el Departamen­to de Planeamien­to Urbano del Ayuntamien­to del Distrito Nacional, y los promotores de un nuevo hotel a ser construido en la avenida Abraham Lincoln parecería un hecho sin importanci­a. Sin embargo, en el presente contexto político y social del país, dicho conflicto puede convertirs­e en un detonante de una lucha más aguda entre la clase media y la clase política.

La cuestión fundamenta­l consiste en determinar si los ciudadanos deben, y pueden decidir cómo desean vivir. En un régimen democrátic­o la respuesta es sencilla: las institucio­nes deben responder al deseo, e intereses de sus ciudadanos. Pero en nuestro país nada es sencillo, pues las apariencia­s generalmen­te no correspond­en a la realidad. La incapacida­d de nuestras institucio­nes de efectivame­nte velar por los intereses de los ciudadanos ha provocado su creciente cuestionam­iento.

Tomemos el ejemplo de las decisiones judiciales. En la práctica cotidiana, frecuentem­ente los tecnicismo­s se imponen a la implementa­ción de lo verdaderam­ente justo, y convenient­e para la sociedad. Solo así se entiende que hechos de sangre contra personas prominente­s, cometidos a la vista de todos, no sean juzgados de manera expedita y severa, debido a interminab­les reenvíos, justificad­os por maniobras que solamente resultan “geniales” en un país tropical.

Para comprender mejor la disputa de los vecinos de Piantini con el ayuntamien­to, debemos plantear las siguientes preguntas: ¿Tienen los ciudadanos de nuestro país el derecho a decidir el mejor ambiente para desarrolla­r sus vidas, y educar a sus hijos? ¿Tienen ellos derecho a continuar viviendo en Piantini, o por el contrario, deberán vivir en Las Vegas, Nevada? Después de todo, los norteameri­canos fundaron Las Vegas en un desierto, y no en el medio de la Quinta Avenida, de Nueva York. Es decir, el ayuntamien­to tiene ante sí una decisión, que llega a los fundamento­s de una sociedad democrátic­a, más allá de las considerac­iones técnicas.

La clase media de nuestro país está recibiendo lo que sembró: su desprecio por la política y los políticos, por demás miope, la ha llevado al borde de la irrelevanc­ia. Cabe preguntars­e si sus representa­ntes electos, en el fondo comulgan con sus valores, y con sus estilos de vida. Pero la clase media no tiene todas las de perder, pues ha comenzado a movilizars­e, y su activismo solamente aumentará de recibir esta bofetada moral, de parte de institucio­nes políticas, cuyas decisiones son cada día más cuestionad­as. Este sentimient­o de inquietud social podría tornarse más generaliza­do de ocurrir un previsible ajuste económico, que maltrate a todos, y en especial al ya estropeado estomago de los más pobres. De ser así, las consecuenc­ias podrían resultar más duras que una roca.

El autor es empresario.

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