El Caribe

Carta a mi hija Paula

- PEDRO DOMÍNGUEZ pdominguez@dominguezb­rito.com

Querida hija, anoche pensé mucho en ti y en un santiamén brotaron de mi pecho las siguientes palabras. Son breves reflexione­s para jóvenes como tú que empiezan a forjar su propio camino entre luces, sombras, obstáculos y triunfos.

En la vida las victorias son circunstan­ciales y las derrotas fugaces. El poder, la gloria y la fama pasan, al igual que el fracaso, la tristeza y el dolor. Solo el cumplimien­to del deber perdura, como un imborrable tatuaje en el alma.

La solidarida­d es un don que nos hace trascender como personas. Nos enseñó Aristótele­s que la felicidad consiste en hacer el bien. Ayudar al prójimo tiene incluso algo de egoísmo sano, pues en ocasiones el que tiende la mano amiga se siente más satisfecho que quien la recibe.

La paz es la auténtica riqueza y solo habita en un ambiente marcado por la responsabi­lidad, el trabajo, la honradez y la vocación de servicio. ¡Tristes las noches en las que no podemos dormir tranquilos porque algo indebido hicimos!

Lee, estudia, observa, que el conocimien­to nos hace libres y nos motiva a pensar con luz propia más allá de las apariencia­s. Ama a tu patria, a tu familia, al ser humano; no te enfoques en lo material, que el valor de las cosas es proporcion­al al uso que le das; respeta el medio ambiente, protege a la madre tierra y a todo lo que viva en ella.

Aprende a guardar silencio cuando es debido. La razón, para ser eficaz, debe externarse en el momento preciso, sin precipitac­iones, pero con seguridad y valentía. Toma decisiones, no te duermas, que vivir es decidir.

Haz lo correcto. Llévate de tu conciencia si dudas. Mientras más definidos tengas tus principios, mejor. Las buenas acciones son inmortales y la mejor herencia que podemos dejar. Nuestra conducta debe servir de ejemplo a los demás. Sé tolerante. Evita juzgar.

Paula, no nos creamos los protagonis­tas, los amos del universo, dizque porque temporalme­nte somos importante­s y famosos. Resaltemos la sencillez como una virtud que nos engrandece. Todo es más simple de la cuenta y que danzamos al compás de risas y llantos, de amores y sinsabores, de ilusiones y realidades.

Asume grandes y nobles metas, porque nadie se eleva más allá de lo que aspira. Cada acto de tu existencia analízalo con el corazón y la cabeza. Con el corazón, para sentir que respiras y que La paz es la auténtica riqueza y solo habita en un ambiente marcado por la responsabi­lidad, el trabajo, la honradez y la vocación de servicio. ¡Tristes las noches en las que no podemos dormir tranquilos porque algo indebido hicimos!

puedes lograr lo que te propongas, siempre de buena fe; y con la cabeza, analizando seriamente cada paso que darás, ajena de emociones dañinas, segura del sendero escogido para avanzar.

Hija mía, espero que estas líneas en algún momento te resulten útiles. Te amo. El autor es abogado.

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