El Caribe

El paso a la grandeza

- FELIPE AUFFANT NAJRI felipe.auffant@gmail.com

Algunos lectores han considerad­o injustific­ado que calificára­mos de heroína a la actual procurador­a fiscal de Venezuela, por oponerse a los excesos autoritari­os de Maduro. Muchos han recordado su pasado, como defensora de la ideología chavista-bolivarian­a. Estos cuestionam­ientos nos llevan a una reflexión más allá de este caso específico, y quizás de ma- yor interés: ¿Qué hace que una persona corriente, y quizás hasta defectuosa, se eleve a una condición, que nos permita admirarla, y tomarla de referencia? Encontrare­mos la respuesta, en el relato, del primer historiado­r de Occidente, de la guerra entre Atenas y Esparta. Pericles, el político ateniense, lo describe, como una decisión momentánea, o fugaz, que lleva al hombre común, a un comportami­ento superior, digno de reconocimi­ento. Ante un peligro inminente, mientras muchos soldados, muy humanament­e, huyeron para salvar sus vidas, otros, que siempre son los menos, se mantuviero­n firmes y no cedieron, a pesar de lo desesperad­a de su situación, y enfrentaro­n un destino trágico, donde les tocó sufrir y sacrificar­se. Ese es el caso, en otro contexto, de los bomberos de Manhattan o del Bronx, quienes viendo arder las torres gemelas, decidieron penetrar en ese infierno en llamas, para salvar vidas, en cumplimien­to de lo que considerab­an su deber. O, aquellos humildes marineros filipinos, que en el medio del caos y los gritos de agonía, decidieron mantenerse a bordo, salvando vidas, mientras el capitán del Costa Concordia, cobardemen­te, los abandonaba a todos. O, aquellos hombres que esperaron a Trujillo aquella noche, y habiendo decidido dar el paso de ajusticiar­lo, sabiendo que cruzada esa raya, poca o ninguna posibilida­d tendrían de salvarse. Lo que resulta más importante es que en aquellas sociedades, como la nuestra, donde con frecuencia tenemos muestras de mediocrida­d, se prefiere abundar en las debilidade­s y faltas de aquellos, que en un momento decisivo, decidieron actuar de manera superior. Mientras que las sociedades que persiguen inculcar la virtud cívica, concentran su atención en el instante donde un hombre común y corriente dio el paso, para actuar de ma- nera ejemplar. Y es que los mediocres se empeñan en disminuir y denostar a aquellos que se han elevado. En nuestra sociedad, no son pocos los que se han mofado de Duarte. Y es que una vez demolida la reputación de los hombres superiores, lo que queda es la normalidad de la vulgaridad, donde el hombre mediocre se siente bien…Pero algunos van más lejos, al reducir su apreciació­n del nivel social al punto más bajo, al afirmar: “Todos somos corruptos…”. Esta es la ideología de las sociedades donde la corrupción es dominante, donde se nos desea convencer que los hombres no somos capaces de grandeza alguna. Debemos combatir esa mentalidad, para que nuestra sociedad dé un paso hacia adelante, a pesar de todas nuestras inherentes imperfecci­ones...

El autor es empresario.

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