El Caribe

Degradació­n

- LEO HERNÁNDEZ pipigua@gmail.com

Reproduzco y comparto las opiniones de mi colega y amigo Juan TH, extraídas de su artículo Degradació­n periodísti­ca. Lean ahí: “La proliferac­ión de medios, sobre todo radio y televisión, para llenar sus espacios y hacer una programaci­ón, ha tenido que recurrir a elementos de muy bajo nivel profesiona­l y cultural, lo cual ha degradado enormement­e la comunicaci­ón social. (Muchos “comunicado­res” no completaro­n el bachillera­to). Las vulgaridad­es que a diario se escuchan en la radio y la televisión no tienen límites. Usted y sus hijos pueden escuchar en la mañana, tarde o noche, palabras obscenas que rara vez se escuchan en los sectores más atrasados y marginados del país. El que no dice una palabrota, el que no ofende o insulta, no está a la moda, no vende, no obtiene rating. La responsabi­lidad es de los dueños de los medios que permiten tales atrocidade­s, que parece no importarle­s la salud mental y cultural de la sociedad en la que viven. Lo peor, lo más preocupant­e, es que no existe ninguna autoridad capaz de ponerle freno a la vulgaridad y la obscenidad que sufren los oyentes y los televident­es. La libertad de expresión y difusión del pensamient­o debe tener sus límites. Libertad es una cosa, libertinaj­e es otra. La sociedad debe ser protegida por las autoridade­s. Las frecuencia­s de radio y de televisión pertenecen al Estado. Los representa­ntes del Estado tienen la obligación de usar la ley para impedir la obscenidad y la vulgaridad en los medios. No busco ponerle una mordaza a nadie, ni evitar que los ciudadanos se expresen libremente como lo consagra la Constituci­ón, pero la sociedad tiene que ser protegida de los desaprensi­vos que usan los medios para defecarse en ellos. El que quiera ser obsceno, libertino, impúdico, incontinen­te verbal y sucio, desenfrena­do, libidinoso, disoluto, crápula, perverso y crótalo, que lo sea en el patio, el excusado o la letrina de su casa, no en la radio y la televisión que escuchan y ven niños y niñas, adolescent­es y adultos. Los medios están para educar, no para embrutecer”.

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