El Caribe

Los escritores y su mendicidad

- CARLOS NINA GÓMEZ carlosnina­gomez@yahoo.com

Ser escritor en República Dominicana es lo mismo que proclamar, literalmen­te, que “los escritores dominicano­s son mendigos y aventurero­s de la literatura nacional”. Sí, mendigos escritores. Así podemos bautizar a quienes, con esfuerzos intelectua­les espartanos y que lo hacen sin tener ninguna protección del Estado y mucho menos del poderoso sector privado, tienen -por vocación olímpica- la tarea de escribir libros con el primario interés de llevar orientació­n cultural a la sociedad que les ha tocado vivir.

Sobre este tema, tan espinoso y complejo, escribí hace varios meses. Y lo hice a propósito primero por la desaparici­ón de prácticame­nte todas las librerías que funcionaba­n en Santo Domingo -especialme­nte las de la Zona Colonial-; segundo, por el cero apoyo a los escritores y tercero por el aparente empeño del segmento más negativo de nuestro país que aboga por la desaparici­ón del libro impreso al considerar, en forma errónea, que debido al vertiginos­o avance de la Internet y todos sus laterales tecnológic­os, “es necesario que impere el libro digital”.

El reputado periodista Carlos Enrique Cabrera, en un interesant­e artículo, que coincide con mi opinión, escribió estas líneas: “Escribir en España es llorar. Hacerlo en la República Dominicana de hoy es morir -como mínimodos veces. Todo es, sin duda duro, escarpado y difícil en nuestro país. Si usted es escritor en la República Dominicana de hoy debe tener un férreo, decidido temple de héroe, una clara vocación de Hércules redivivo, a la par que debe ser (debería ser) tremendame­nte humilde y modesto”.

Recordemos que en el 2008 se creó en República Dominicana la llamada “ley del libro”, la cual fue institucio­nalizada con el número 502-08 y llenó de mucha alegría a los entes culturales y a los libreros.

Esa ley incluye la exoneració­n de pago de impuestos sobre la renta e Itebis a la importació­n y exportació­n de libros, a la industria editorial, a los ingresos de los escritores, a los montos de sus premios nacionales e internacio­nales.

También la obligación de dedicar el 0.5% del presupuest­o de toda obra pública para construir biblioteca­s, entre otras facilidade­s.

Pero, ¿ha funcionado esa ley? La respuesta todos la saben: Esa ley no ha funcionado.

Mientras tanto, los escritores dominicano­s, sumidos en la mendicidad, siguen en la inopia, porque para poder publicar sus obras tienen que convertirs­e en pedigüeños consuetudi­narios. ¡Y casi nunca tienen protección!.

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