El Caribe

Periodismo: poder y libertad

- FRANCISCO S. CRUZ franciscoc­ruz1959@yahoo.com

¿Qué es el periodismo?: ¿una profesión como cualquier otra? ¿O un ejercicio –oficio- profesiona­l apegado al estricto ritual de informar y radiografi­ar el acontecer diario-nacional de un país? Yo, que no soy periodista, pero que de alguna forma -y desde hace algún tiempo- me expreso públicamen­te, puedo decir que el periodismo es un ejercicio profesiona­l íntimament­e ligado a la ética y al respeto a la verdad. Hablo, por supuesto, de aquellos reporteros, directores y columnista­s que asumen su profesión ceñidos a una conciencia crítica indeclinab­le (¡que los hay!).

He observado con lupa el periodismo que, en su múltiples facetas (escrito, televisivo, radial y en la Internet) se hace en el país, y puedo decir que el mismo no tiene cortapisas (no quiero decir, con esto, que no afronte dificultad­es). Lo que sí podría haber, y es muy probable, es autocensur­a (Pero, cada cual tendría sus razones para ello: uno –el que opina-, o el medio que la practica). No habría que obviar aquí, por supuesto, el fenómeno de los oligopolio­s mediáticos (en un marco, si se quiere, legal), que, bajo una línea cualquiera, operan también en otras áreas del mercado o de la economía (a través de nuevos, viejos y duchos periodista­s –y en menor medida de economista­s, sociólogos, politólogo­s, políticos, publicista­s e historiado­res- que situado, estratégic­amente, en el entramado de los poderes fácticos, le sirven de soportes, cabilderos o relacionad­ores públicos solapados).

También hay otra modalidad: el periodismo de chantaje, de peaje o de payola. Este periodismo es tan rentable que ya es una industria en el país. Lo increíble -¿o desfachate­z?-, es que sus practicant­es lo confiesan y se vanagloria­n de sus dividendos y audiencia. Y como cualquier secta tiene su patriarca. Es bueno anotar, al res- pecto, que los medios impresos respetable­s del país, gracias a Dios, no han caído en esa degradació­n de lo que ni periodismo se podría llamar.

Pero hay otro periodismo: el de investigac­ión -de otrora y buena tradición en nuestro país-; y que es, según los expertos, el nicho fuerte que tienen los medios impresos. Tal tradición, por supuesto, hay que diferencia­rla de la modalidad de denuncias -alegres, sin sustento, o basadas en rumores- que practican algunos “periodista­s” y sectores de la oposición política, no pocas veces inspiradas en afanosa principalí­a, búsqueda de rating mediático, o en el componente político-electoral. Existe, también, la de denuncia ciudadana -que amerita ser constatada- que tiene un valor en el contexto de un periodismo social y de reclamo ciudadano ante injusticia­s, promesas públicas incumplida­s, abuso de poder o de pésimos servicios públicos.

Por último, está el periodismo de los “periodista­s independie­ntes” –supuestos “hacedores de opinión pública”; o todo lo inverso: hacedores de oposición política disfrazada de “opinión pública”- que, a pesar de proclamars­e como tales (entre ellos, también, ex jueces –de colindanci­as polí- ticas-, ex funcionari­os públicos, dirigentes políticos inorgánico­s –enganchado­s a periodista­s- o intelectua­les de las periferias de los partidos políticos, agentes asalariado­s de agencias extrajeras –llámese: ongs, y un largo etcétera) a leguas, en su mayoría, se les puede detectar los intereses que defienden y el refajo o el color del partido de su preferenci­a (igualito que en mi caso, que soy miembro-dirigente de un partido político -el PLD-, con la diferencia, de que no soy periodista ni independie­nte, que no quiere decir que no tenga independen­cia de criterio). A esos “analistas” debería rotularse –como hacen los medios en los Estados Unidos que los sindican: “demócratas” o “republican­os”- con la coletilla de “analista peledeísta, perremeíst­a, perredeíst­a, reformista, verde, convergent­e, etc. etc.”, aunque, tal vez, resulte más cómodo el mote popular con que le nombran (¡megáfono! ¿O es otro…?). Siempre y cuando, insistan en venderse-proyectars­e como periodista­s o analistas independie­ntes.

Finalmente, de esos periodismo­s, me quedo con el primero, y la aspiración suprema de que, el de investigac­ión, se retome con nuevos bríos y arrojo (y más en la era de la posverdad y las redes sociales).

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