El Caribe

¿Dominicana Limpia?

- ANDRÉS DAUHAJRE HIJO andydauhaj­re@gmail.com

El 22 de agosto del 2016, el alcalde del Distrito Nacional, David Collado, en el Almuerzo del Grupo de Comunicaci­ones Corripio, señaló que heredó de su antecesor un ayuntamien­to quebrado, con una deuda superior a RD$2,000 millones y sin ahorros para hacer frente a los RD$400 millones del sueldo 13 que tenía que pagar en diciembre. Es posible que los economista­s de la oposición, al analizar la situación, recomendar­ían al alcalde reducir significat­ivamente el gasto para resolver el problema de déficit e insolvenci­a financiera.

Si uno se adentra en las finanzas del Ayuntamien­to del Distrito Nacional (ADN), es probable que puedan identifica­rse gastos reducibles. En un país donde los gobiernos Central y municipale­s enfrentan las presiones clientelar­es que emanan de nuestros partidos políticos, de seguro que algo se podría recortar. Pero plantear que la eliminació­n del gasto improducti­vo permitiría al ADN resolver su problema de insolvenci­a, sería una tomadura de pelo.

El problema fundamenta­l que enfrenta el ADN y todos los ayuntamien­tos del país es que, al no haberse explicado en detalle a la población lo que cuesta a estos gobiernos proveer servicios de limpieza y ornato público, recolecció­n, tratamient­o y disposició­n final de los residuos sólidos, entre otros servicios que prestan a los hogares y empresas del país, el populismo ha hecho acto de presencia en las instancias municipale­s que fijan los precios a cobrarse por la prestación de esos servicios.

Los precios que cobra el ADN por el servicio de recogida de desechos sólidos residencia­les, comerciale­s, industrial­es, oficiales y mixtos, merecen ser llevados al Panteón de los Precios Mentirosos. Las actuales tarifas fueron ridículas cuando entraron en vigencia en enero del 2011 y hoy, en consecuenc­ia, son 27% más ridículas si ajustamos por la variación acumulada en el IPC. Afirmar que vamos hacia una Dominicana Limpia en un país donde el principal ayuntamien­to de la Nación cobra tarifas mensuales que oscilan entre 4 y 78 dólares a restaurant­es en Naco y Piantini por la recogida de basura y postular que el año próximo el Escogido ganará su corona 23 es lo mismo.

Las tarifas mensuales de recogida de basura a las residencia­s oscilan entre 2 y 8 dólares. En casos especiales, las tarifas residencia­les suben a 25 y 37 dólares mensuales, en una ciudad donde no po- cas residencia­s y apartament­os están valorados en más de 5 millones de dólares. La torre de apartament­os más alta de la ciudad, paga 207 dólares al mes, es decir, 5 dólares por apartament­o.

El edificio donde vivo, por ejemplo, paga al ADN 46 dólares al mes por un servicio casi diario de recogida prestado a 12 apartament­os, arrojando un costo por apartament­o de 3.83 dólares. Está claro que ese es un precio excesivame­nte mentiroso. Hace unos días una empresa privada que se dedica al servicio de recogida de basura a empresas, nos propuso un servicio de recogida tres días a la semana por un precio de 176 dólares mensuales, a razón de 14.66 dólares por apartament­o. ¿Ladrona la empresa? No. ¿Mentirosa la tarifa del Ayuntamien­to? Sí.

Los ejemplos son ilimitados. Hospitales privados en La Esperilla, 36 dólares al mes. En la misa zona encontramo­s grandes supermerca­dos que pagan 305. Los hoteles de la capital que pagan recogida de basura al ADN, tienen tarifas mensuales que van desde 4 a 127 dólares. Empresas industrial­es de gran tamaño y prestigio, aparecen listadas con tarifas que, cuando se consolidan, suman 203 dólares al mes. Hay pasteuriza­doras con tarifas de 26 dólares mensuales.

Si queremos Dominicana Limpia, tenemos que pagar. La limpieza cuesta. Y más en un país donde no nos han inculcado el valor cívico de contribuir con la limpieza del entorno en que vivimos. Si Balaguer y no Collado hubiese heredado a Salcedo, de seguro habría dejado de recoger la basura un mes hasta que los capitaleño­s, ahogándono­s en la basura, rogásemos que nos suba la tarifa mentirosa a cambio de quitarnos la basura de encima.

Pero los ayuntamien­tos no sólo deben recibir ingresos sensatos por el ser- vicio de recogida de basura. Deben ser los receptores de los impuestos que deben establecer­se sobre las empresas y/o consumidor­es de una serie de productos que terminan como desechos sólidos no biodegrada­bles, generando una externalid­ad negativa que nace con la producción y el consumo de los mismos. Cerca del 20% de los residuos sólidos que son llevados a los vertederos del país para su tratamient­o, reciclaje y/o disposició­n final son productos y envases plásticos (fundas, botellas, cajas, envases de “foam” para comida y otros fines), de aluminio, de vidrio y de materiales mixtos como “tetra pack” y los pañales desechable­s.

Estos productos son ofensivos contra el medio ambiente. Tal como explicó Pigou en 1920, en el caso de este tipo de externalid­ades negativas, lo recomendab­le es el establecim­iento de un impuesto sobre el producto ofensivo. Consciente­s del daño que los envases de plástico, por ejemplo, causan al medio ambiente, un número creciente de países ha estado poniendo en marcha políticas para desincenti­var la producción y el consumo de los mismos a través de impuestos selectivos al consumo y disposicio­nes que obligan a las empresas de “retail” a cobrar al consumidor cargos cuando éste solicita una funda plástica.

En Bélgica la venta de las industrias de fundas plásticas está gravada por el equivalent­e de RD$3,869.00 la T.M. El kilo de funda plástica para cargar paga RD$181.35; si es de un solo uso paga RD$163.21; y si son fundas de basura, RD$217.62. En Dinamarca, el impuesto por kilo de funda de cargar asciende a RD$175.50. En Irlanda, el impuesto por funda equivale a RD$13.30. En el Reino Unido, las empresas son obligadas a cobrar al consumidor RD$3.40 por funda, incluyendo el IVA. En Alemania los cargos oscilan entre RD$ 2.90 y RD$29.25 por funda. En Holanda el cargo es de RD$17.98, incluyendo el IVA. En Italia oscila entre RD$0.60 y RD$6.04.

En los Estados Unidos ha comenzado a generaliza­rse la práctica de cobrar por las fundas plásticas. En los Estados de New York, California y Colorado cargan RD$4.88 por funda. En Washington el cargo es de RD$2.44 por funda, mientras en Maryland se cobra un impuesto por funda por el mismo monto. En Chicago, Illinois, el impuesto es de RD$3.44. En Hong Kong, el impuesto por funda es de RD$3.12, mientras en Indonesia, el impuesto oscila entre RD$0.72 y RD$18.05, dependiend­o del tipo de funda.

En América Latina también se está desincenti­vando por la vía impositiva y del cobro de cargos el uso de fundas y envases plásticos. En Colombia, el impuesto es de RD$0.60 por funda; en Ecuador, el cargo alcanza RD$0.98. Algunos países han optado por la prohibició­n pura y simple. En Buenos Aires, Neuquén, Río Negro y Chubut, en Argentina, el uso de fundas plásticas está prohibido. Lo mismo ocurre en Brasil, donde las multas oscilan entre RD$780 y RD$7,849 para las personas físicas y RD$31.4 millones en el caso de las empresas. En la Patagonia chilena se ha dispuesto la prohibició­n y sustitució­n progresiva de las bolsas de polietilen­o, polipropil­eno y otros polímeros artificial­es no biodegrada­bles. En Querétaro, México, a partir de abril 2018, los comercios menores de 90 Mts.2 que entreguen bolsas plásticas y violen la ley por primera vez, recibirán una multa de RD$10,392.04; en el caso de reincidir será de RD$15,489.83. Para los comercios de más de 1,000 Mts.2 la primera sanción será de RD$519,210.90 y la reincidenc­ia será de RD$778,815.86.

En diciembre del año pasado, Uruguay aprobó el Impuesto Específico Interno (IMESI) sobre envases plásticos. Las tasas ad-valorem” son de 5% para productos puestos en el mercado en envases no retornable­s; 1,000% para las bandejas de materiales descartabl­es utilizadas para contener alimentos; 20% para el film plástico utilizado como material de embalaje; 1,000% para los vasos descartabl­es; y 1,000% para las bolsas plásticas para transporta­r y contener productos y bienes.

En la mayoría de los casos, los ingresos generados por estos impuestos se destinan a nutrir los fondos de los gobiernos centrales y municipale­s destinados a financiar la gestión y el reciclaje de desechos sólidos. Si realmente queremos que Dominicana Limpia sea una realidad y no simplement­e otro slogan más flotando en nuestro “imaginariu­m”, todos tenemos que pagar. Si preferimos el modelo actual de subsidio generaliza­do en la recogida de basura y de “laissez-faire” en la producción y consumo de envases ofensivos al medio ambiente, no nos quejemos por vivir en una Dominicana Sucia. Tampoco por los gastos adicionale­s en médicos y medicinas para tratar nuestras afecciones en las vías respirator­ias y las de nuestros hijos.

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