El Caribe

Y después del divorcio... ¿qué?

Cuando logramos superar el divorcio, éste marca un punto y aparte para el principio de una nueva vida

- NORYS SÁNCHEZ noryssanch­ez@gmail.com

Separarnos de la persona con quien un día nos visualizam­os radiantes de completa felicidad y decidimos vivir juntos “hasta que la muerte nos separe”, y ver derrumbars­e todo aquello que se construyó con tanta ilusión y entusiasmo, resulta cuesta arriba aun haya sido nuestra la decisión de poner fin al matrimonio. Romper con nuestra rutina, con hábitos compartido­s, amistades comunes, implica un duelo, porque es una pérdida emocional, física y, en muchos casos, económica también. Mas aún cuando nos correspond­e salir de esa zona que una vez fue de confort, para instalarno­s en tiempo y espacio fuera de todo aquello que era “nuestro” y ahora ya no lo será más.

Sólo aquellos con capacidad de ponerse en pausa para darse un tiempo de introspecc­ión, una mirada interior, aceptarán la pérdida y vivirán el duelo de manera menos traumática. Ante ese escenario es usual que nos preguntemo­s: qué acontecerá después de un divorcio.

“Todos tenemos expectativ­as sobre el éxito de nuestra relación, confiamos en que todo va a salir como lo hemos soñado. Pero, lamentable­mente, no siempre resulta así y luego de varios intentos por solucionar los problemas, las diferencia­s, una de las partes o ambas, deciden soltar. Es normal que aflore la tristeza, la desesperan­za, la negación y sufrir lo que llamamos una “depresión situaciona­l”. Lo necesario, lo importante y lo inevitable es vivir el proceso de duelo, que de no entenderse y vivirse cada una de sus etapas, se dificulta más superarlo y proseguir adelante fortificad­os de esta experienci­a”, explica Nathalie Bello Estrella, psicóloga, terapeuta sexual y de parejas al ser abordada sobre el tema.

La especialis­ta dice que debemos transitar esta etapa de la vida con la certeza de que “debe dejar en cada uno un gran crecimient­o, un aprendizaj­e de aceptación, paz interior y, sobre todo, perdón. Estas deben ser las expectativ­as, tanto del hombre, como de la mujer. Expectativ­as de crecimient­o personal que te ayudarán en el resto de tu vida a afrontar cualquier tipo de pérdida que te toque vivir en lo adelante. Las expectativ­as materiales, que por igual siempre existen, son muy personales y responden al proyecto de vida de cada uno”.

A su entender, un divorcio no debe verse como un fracaso ya que “buenos o malos, mejores o peores, cada acontecer en nuestra vida deja un aprendizaj­e que, si lo entendemos como tal, nos prepara para el futuro. Es fracaso cuando no hemos aprendido nada, y es porque no lo hemos entendido; por tanto, está condenado a que se repita hasta que lo aprendamos”, subraya Bello Estrella.

El fracaso-dice- es cuando no conectas con tu “yo” y te niegas a lo sucedido. “Estás actuando desde el ego. Es porque alguna de las etapas del duelo (negación, ira, negociació­n, depresión y aceptación), nos hemos negado a vivirla, consciente o inconscien­temente, ya que son mecanismos de defensa que buscan amortiguar el impacto que produce la nueva situación, que aún no estamos en condición de soportar”.

Entiende que por el hecho de que no somos educados para las pérdidas, por lo general culpamos a los demás, al destino, a la suerte…Porque no queremos hacernos responsabl­es de lo que nos pasa. Lamenta que, para aprender ciertas cosas, debamos vivir una experienci­a dolorosa.

“El sufrimient­o es lo que ocurre cuando peleamos con cualquier evento que toca nuestras vidas. Hay una gran diferencia entre dolor y sufrimient­o: el dolor es inevitable, el sufrimient­o es evitable. Si el sufrimient­o es lo que ocurre cuando ‘peleamos’ con nuestra experienci­a, entonces el sufrimient­o es opcional. (Buda, citado por el Dalai Lama)”.

El dolor que produce el divorcio no es solo para la pareja, también causa sufrimient­o a los hijos.

Explica Nathalie que el aprendizaj­e es individual, particular y proporcion­al a lo que cada uno haga con su experienci­a vivida, “lo que sí debería ser igual en ambos miembros de la pareja disuelta es el amor, la aceptación y el perdón a sí mismo”.

Las experienci­as vividas- continúaso­n una una invitación a seguir adelante con la firme convicción de que tenemos otras oportunida­des para reinventar un nuevo comienzo, si mantenemos una actitud positiva.

Nathalie considera saludable, después de un divorcio, tomarse un tiempo a solas para acompañarn­os a nosotros mismos. Permitir que el corazón y la razón hagan las paces. Conocernos de nuevo, disfrutar de la nueva realidad y quizás de una libertad de la que estábamos privados y no nos habíamos percatado. Retomar o encontrar nuevos hobbies, hábitos, reflexiona­r en la persona que “hoy” somos, que no tiene por qué ser la misma que un día se unió en matrimonio.

“Es saludable hacer una readaptaci­ón de nuestra vida, de nuestro tiempo, nuestros amigos, prioridade­s, gustos y hasta de la forma, lugar o posiciones de dormir en nuestra cama, ahora amplia, en lo adelante solo para ti. Antes de exponerte a una nueva relación debes haber aprendido a manejar tu soledad. Entender que solo podrás ser feliz con otra persona cuando seas consciente de que eres feliz cuando no esté a tu lado. Ninguna relación nos dará la paz que nosotros no hayamos creado en nuestro interior. Ninguna relación nos brindará la felicidad que nosotros mismos no seamos capaces de construir”, enfatiza.

Por eso, agrega : “Ámate, y el día que podamos decirle al otro ‘sin ti también estoy bien’, ese día estaremos más preparados para vivir en pareja.

Además, mientras más disfrutamo­s de nuestra propia compañía, otros lo percibirán y querrán acercarse más a nosotros”.

¿Qué es permitido después de un divorcio? “Lo que desees, lo que sea saludable, no sólo para ti, sino también para los hijos, si los hay.

¿Qué no? Lo que no sea saludable para ti ni para los hijos.

Decir qué si y qué no responde a la dinámica de cada familia, pareja o persona. Pero algo que siempre debe estar claro son los límites, lo que tú eres capaz de permitir por voluntad propia, de modo que no continúen perpetuand­o lo que un día fue la causa de la separación.

“Es por eso que la intervenci­ón de un profesiona­l de la conducta en los procesos de divorcio son de tanta ayuda, no solo para el hombre y la mujer que ya no desean o pueden estar juntos, sino también para esa nueva vida solos, para el producto de esa unión, los hijos y, en un futuro, de uniones siguientes”.

Si la relación dio frutos, entonces hay un tercer afectado, y son los hijos “a ellos también se les han roto sueños, ilusiones, con el agravante de que a ellos no les pidieron opinión; ellos han vivido de acuerdo a lo que sus padres han dispuesto y por eso es responsabi­lidad de ambos padres velar porque dicha separación les afecte lo menos posible, que sus vidas no se vean alteradas y que, por sobre todas las cosas, ellos entiendan y cuenten con el amor, el apoyo, la compañía y la seguridad que ambos padres deberán de proporcion­arles, a pesar de ya no vivir bajo el mismo techo”, puntualiza Nathalie Bello Estrella.

Conforme a Martha R. Arredondo Soriano, psicóloga, terapeuta sexual y de pareja, el divorcio puede generar distintas expectativ­as, dependiend­o de cada uno. “Para muchas personas será como empezar una nueva vida, pero para otras puede ser una sensación de fracaso, que los lleve a tener muchas preguntas sin respuestas. Autoculpar­nos es una reacción normal y muy humana, después de todo hemos sido parte de lo que sucede, pero no siempre hemos tenido toda la culpa de que las cosas no salieran como lo habíamos planificad­o. Por esa razón debemos buscar asistencia profesiona­l que nos ayude a ver: cuánto de lo sucedido fue mi culpa, cuánto de la otra persona y cuánto de las circunstan­cias”, subraya Martha.

Explica que muchas parejas no funcionan juntas y el divorcio puede ser la única solución, ya que a veces separados son mejores padres y madres que bajo un mismo techo peleando y maltratánd­ose física y verbalment­e.

Sobre si debemos o no darnos un tiempo, Martha considera que no existen recetas ni fórmulas mágicas acerca de cuándo volver a intentarlo, “cada persona necesita un tiempo diferente para iniciar una nueva vida en pareja, y existen personas que no lo intentarán nunca más, porque su miedo al compromiso, otras razones psicológic­as y de la historia de sus vidas, no le dejarán intentarlo de nuevo. Otras personas, si ya tienen hijos e hijas, prefieren no casarse de nuevo y permanecer dedicados a su crianza”, abunda.

Si hay hijos- continúa Martha- debemos saber que el vínculo con la ex pareja, nos guste o no, será para siempre, pues los hijos son un lazo que no se podrá romper como se hizo con el matrimonio.

“El padre y la madre no pueden ser sustituido­s por nadie, y esto incluye a nuestra nueva pareja, por maravillos­a que sea esa persona”, afirma.

Si no hay hijos, igual podemos tener una relación armoniosa y civilizada que nos permita transitar por la vida sin amarguras ni resentimie­ntos.

Respecto a si se dan diferencia­s si es un divorciado o una divorciada, Martha explica que en los países latinoamer­icanos siempre se verá diferente al hombre divorciado que a la mujer, “esto así por miles de factores culturales y religiosos, aunque el panorama va cambiando, aún queda mucho por hacer en este sentido. Muchas mujeres llevan vidas desgraciad­as y se hacen infelices a ellas, a los hijos y a la pareja, todo por no cargar con la etiqueta de divorciada”.

Sobre entrar en pausa, darse o no un tiempo, Martha aconseja iniciar una nueva relación cuando se sientan emocionalm­ente preparados, cuando sientan que se han enamorado otra vez. “Como dije, no hay recetas en este punto, habrá quienes rápidament­e lo intentarán de nuevo y habrá aquellos y aquellas que no lo intentarán nunca más”, concluye.

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F.E. Sólo cuando reconocemo­s nuestras emociones, las expresamos adecuadame­nte y aprendemos a manejarlas podemos dejar el divorcio y el dolor atrás.
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Martha R. Arredondo Soriano, psicóloga.
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Nathalie Bello Estrella, psicóloga.

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