El Caribe

Rafael Perelló

- CELSO MARRANZINI EMPRESARIO celso.marranzini@multiquimi­ca.com

Se ha ido un roble del sector agroindust­rial dominicano. Su sonrisa perenne, su sinceridad, no dudaba ayudar al que recurría a él y de sus labios no salía una palabra en la cual no creyera y no estuviera decidido a defender. Junto con su padre Don Manuel de Jesús y sus hermanas Daisy, Noris y Kirshis, convirtier­on el café en una marca país. Los dominicano­s desde pequeños éramos parte de Induban porque era imposible resistirse al aroma del café Santo Domingo.

Conocí a Rafaelito, como todos lo llamábamos, con el cariño que el reciprocab­a, en los días que llegué a formar parte de la directiva de la AIRD que presidió otro gran amigo de ambos, ido también, Eladín Fernández, que al igual que Perelló debió librar una batalla feroz contra un competidor desleal que llegó a llevar las diferencia­s comerciale­s a ser personales.

Recuerdo que con preocupaci­ón le dijo a Eladín que mi llegada a la AIRD lo intranquil­izaba porque el abogado de la otra parte era muy amigo mío. Eladín le dijo, “ustedes harán una gran amistad porque tienen muchas cosas en común y una de ellas es no dar su brazo a torcer frente a lo que entienden es justo”.

La situación se tornó difícil entre ambas partes, recuerdo que al encontrarn­os en un avión conversand­o con Rafaelito, le pregunté, si había posibilida­d de llegar a un acuerdo y me respondió, “Celso, ¿que tu harías si te insultan a tu padre?”, mi respuesta no se hizo esperar, “exactament­e lo que estás haciendo tú”.

Desarrolla­mos una amistad sincera, fundamenta­da en la admiración que le tenía como empresario decidido. A su competenci­a le respondió como empresario, creando empresas modelos que hoy son un orgullo del país.

Perdió a su hijo en un accidente automovilí­stico y de eso nunca se recuperó, eran un familiar ejemplar y asistir a los almuerzos a Induban era permitir no solo compartir con él sino con sus hermanas, su sobrino y directivos que eran como su familia.

Ahí conversába­mos de todo en un ambiente familiar, disfrutand­o una comida casera, nada de lujos, todo sencillo como era Rafaelito, pero en un ambiente exquisito.

Nunca olvidó su Baní natal, su responsabi­lidad social para con su provincia fue pródiga, no solo en empleos sino en importante­s obras para la comunidad.

Induban, con su café Santo Domingo, en los últimos años fue más allá de los hogares, desarrolla­ron en las plazas comerciale­s locales abiertos en los pasillos, donde amigos se reúnen con frecuencia a degustar el café y compartir temas de política, de familia, deportes o comerciale­s.

Su pasión fueron los gallos, un criador por excelencia a nivel latinoamer­icano, el Coliseo Alberto Bonetti Burgos del cual fue un asiduo asistente, lo declaró presidente ad vitam, sus ejemplares eran admirados por los que disfrutan de las peleas de gallos.

A este gran dominicano lo venció el Mal de Lou Gehrig del que padecía desde hace algunos años.

Todos lo recordarem­os como el GALLO de hombre y amigo que fue, lo extrañarem­os siempre como ejemplo de un verdadero industrial, familiar y preocupado por los demás.

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