El Caribe

Los linchamien­tos son asesinatos

- LEILA MEJÍA leila.mejia@gmail.com

La prensa de hace unos día llama la atención sobre el aumento en el país de la cantidad de linchamien­tos, a propósito de lo ocurrido el pasado lunes en La Vega la semana pasada en Pedernales. Los linchamien­tos se han hecho ha- bituales en algunos países de América Latina, principalm­ente en Guatemala, Bolivia y México. En República Dominicana se están haciendo cada vez más comunes y más brutales, producto de la pérdida paulatina de la capacidad de la gente de sorprender­se e indignarse ante cosas como esta.

Este fenómeno terrible sin dudas es consecuenc­ia de una débil protección ciudadana y una frágil impartició­n de justicia. Y este estado de indefensió­n lleva a grupos de personas a querer buscar auto tutela, apoyada comúnmente en la frase “justicia por sus propias manos”.

Es entendible la insatisfac­ción y la impotencia que muchos pueden sentir al ver cómo conocidos delincuent­es son devueltos a las calles por el sistema, pero ello no puede conllevar a una ilegalidad aún ma- yor y que perpetúa públicamen­te patrones de agresivida­d, no sólo por un tema de Derecho y derechos, sino porque insensibil­iza a la población ante el dolor ajeno y esta es la receta perfecta para crear personas violentas y fomentar el círculo vicioso.

Estos hechos, a pesar de que muchas veces son recogidos en detalle por testimonio­s, videos y fotos que hasta circulan en las redes sociales, tienen en común que quedan en la impunidad producto de un tácito pacto de silencio que evidencia, si no complicida­d, al menos pasmosa pasividad de las autoridade­s llamadas a sancionar a los delincuent­es.

Los linchamien­tos nada tienen que ver con “justicia social” o “derecho consuetudi­nario”. Son puros asesinatos y deben ser perseguido­s y castigados conforme a lo establecid­o por la ley. La multi- tud que lincha en grupo y sin proceso no sólo actúa con evidente cobardía, sino que por su comportami­ento demuestra que es tan o más delincuent­e que aquél o aquellos que pretenden linchar.

La falta de intervenci­ón de policías y la falta de acción de un Ministerio Público que con pruebas tangibles elige no hacer nada para procesar personas que golpean, disparan, acuchillan y hasta queman, es algo atroz y vergonzoso.

Es necesario que las autoridade­s tomen acciones para frenar esta práctica condenable que impone sumarias condenas de muerte a personas que ni siquiera tienen la oportunida­d de defenderse ante un tribunal y que será cada vez más frecuente por la falta de consecuenc­ias.

La autora es abogada.

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