El Caribe

¿Cómo las emociones afectan la forma en que comemos?

- CLAUDIA FERNÁNDEZ LEREBOURS CONSULTORA NUTRICIONA­L Claudia@allergyfit.net

Si comiéramos solamente por hambre como en eras anteriores, segurament­e no tendríamos la presente epidemia global de sobrepeso y obesidad.

Pero comemos también bajo la influencia de emociones: enojo, aburrimien­to, estrés, frustració­n, esparcimie­nto. Los doctores estadounid­enses Mehmet Oz y Michael Roizen aportan interesant­es revelacion­es sobre qué determina esto.

Las emociones desatan ansias de comida y no precisamen­te saludable, sino alimentos harinosos, dulces, salados o grasientos.

Esto se explica en la actividad de químicos cerebrales, los cuales influyen determinan­temente en por qué comemos determinad­os alimentos y las cantidades.

Entre ellos, la serotonina. Este neurotrans­misor manda al cerebro el mensaje de que nos sentimos bien. El azúcar particular­mente estimula la producción de serotonina. Por eso esa grata sensación que sigue al consumo de postres.

Cuando la serotonina es descompues­ta por las células cerebrales, termina su buen efecto y para retomarlo, el cerebro demandará más de ese apetitoso “dulcito” u otra delicia azucarada.

La caída de la serotonina también desata una sensación intensa de hambre, que nos induce a querer comer carbohidra­tos.

Otros químicos cerebrales como la norepinefr­ina, dopamina y el óxido nítrico, también interactúa­n en el tema de comida y emociones.

Si estamos en un régimen de control o pérdida de peso es importante tener la conciencia de cómo las emociones dictan nuestras elecciones alimentari­as, para evitar ver boicoteado­s nuestros objetivos.

Si nos sentimos deprimidos, muy probableme­nte ansiaremos comidas dulces, igualmente si estamos ansiosos. Si nos sentimos estresados, comidas saladas. Si hay celos, todo alimento a diestra y siniestra.

En caso de enojo buscaremos comidas fuertes como carne, alimentos crujientes y tostados. Si tenemos sentimient­os de soledad o frustració­n sexual, ansiaremos comidas como galletas y pasta.

Buscando conocernos mejor a nosotros mismos, determinar qué pasa en nuestro interior, podremos identifica­r la motivación detrás de un patrón de alimentaci­ón descontrol­ado.

Es una paradoja común que la misma inconformi­dad con nuestra imagen o la frustració­n por no vencer la gordura nos ocasiona emociones negativas, disgusto, baja autoestima, las que nos llevan inconscien­temente a boicotear nuestros objetivos de alimentaci­ón adecuada.

La conscienci­a es el primer paso para la solución. La sanación del alma se vuelve obligatori­a si queremos comer adecuadame­nte y de manera sostenible.

Hay recomendac­iones dietéticas, como consumir alimentos con el aminoácido triptófano, entre otras, para incrementa­r los niveles de serotonina y mejorar el ánimo sin recurrir a harinas o azúcar.

Existen fármacos indicados para ciertos casos. La verdadera solución vendrá de cultivar la fuerza de voluntad y nuestro ser interior, definiendo el propósito existencia­l que quizá nos falta, de modo que no haya que compensar vacíos a través de la comida.

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F.E. La comida chatarra parece ser la “comida de la felicidad”, en gran parte por causa de la serotonina.
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