En colaboración con academias extranjeras
Ramírez resaltó que para fortalecer las capacidades y cumplir la visión de ser una institución nacional líder en investigación científica, el IIBI mantiene canales abiertos de colaboración estrecha con la Universidad de Sant’ Anna, Pisa Italia, en biotecnología industrial, prospección y nutraceutico de producto naturales; con la Universidad de AIN Sham, del Cairo-Egipto, para trabajar en temas de mejora genética de plantas endémicas con valor económico, y con la universidad de Córdoba, Argentina, para la parte de biorrefinería. función de que potencializan componentes como las proteínas, vitaminas, grasas y fósforos que tienen incorporados las frutas (en este caso los residuos que se están usando de esas frutas). “Lo que hace eso es que me da un subproducto, que posteriormente será un producto final. Significa entonces, que lo que antes era un desecho ya no lo es. Ya eso pasó a ser un producto de gran valor para la población y para el mercado”, explicó Ramírez. Las frutas cuyos desechos está aprovechando de manera oportuna el IIBI son piña, lechosa y chinola, entre otras.
De los productos finales que se obtienen con la utilización de los desechos o residuos de las frutas hay algunos, incluso, que aplican para animales. El hongo empleado lo posee el propio IIBI, logrado a partir de semillas traídas desde Argentina. La institución también usa un tipo de hongo que está presente en El Limón y Duvergé, provincia Independencia. Pero ese hongo se obtiene únicamente cuando llueve. “En la parte sur ya ese hongo está caracterizado como un hongo comestible. Lo aprovechamos porque es nuestro, de la isla. Lo estamos aprovechando en proyectos totalmente nuevos”, dice Agripina Ramírez.
“Actualmente, lo que se persigue a nivel internacional con la parte de biotecnología es la incorporación de aromas naturales, tanto a productos comestibles, como son yogures y leches. Lo que buscamos es que cada uno de ellos pueda ser ingerido por nosotros y a la vez nos aporte nutrientes”, plantea la experta.
Cuando este diario le pregunta a la directora del IIBI qué ocurre con los productos que desarrolla ese organismo y cómo pueden llegar a los usuarios esos productos, su respuesta es: “El IIBI hace investigaciones de desarrollo y productos. Si al inversionista o a una persona equis le interesa, se acerca a la institución, para que ésta le transfiera la tecnología. Tenemos la tecnología y sabemos cuál es el procedimiento, pero si a alguien le interesa, evaluamos las características que posee, si tiene capacitación y equipamiento y se le da una asesoría técnica, hasta que esté en condiciones de recibir la transferencia de la tecnología”.
Los procesos investigativos en una institución como el IIBI son variados. Eso quiere decir que se pueden lograr resultados rápidos, por ejemplo, en un período de un año, pero también los resultados pueden tardar de uno hasta diez años, dependiendo, en gran manera, de la escala hacia la que se quiera llevar el producto. Los proyectos de investigación que actualmente financia el Fondo Nacional de Innovación y desarrollo Científico y Tecnológico (Fondocyt) son a un período de tres años.
En lo que tiene que ver con procesamiento de frutas, el IIBI incursiona también en otro proyecto sobre aprovechamiento de cereales, entre ellos arroz y otros granos, hechos a través de la fermentación y que al final tienen como resultado la producción de hongos comestibles para zonas con bajo poder económico. Entre esas zonas se puede enumerar la de Duvergé, en el sur del país.
El IIBI cuenta con los laboratorios acreditados, aportando estratégicamente herramientas de innovación, desarrollo y aplicación.