El Caribe

Crecimient­o sin empleo decente

- PAVEL ISA CONTRERAS ECONOMISTA pavel.isa.contreras@gmail.com Twitter: @isapavel

Es bastante claro que la sociedad dominicana está insatisfec­ha con los resultados del crecimient­o económico en el bienestar de la gente. Desde finales de los sesenta, esta economía ha mostrado un dinamismo impresiona­nte. Las tasas de expansión de la producción han sido, junto a las de Panamá, las más elevadas de toda la región en las últimas décadas.

A pesar de eso, el país muestra un significat­ivo rezago en muchos de los indicadore­s sociales clave que hablan directamen­te de la calidad de vida de la gente. No es que no haya habido progreso social. Lo ha habido en la medida en que todos esos indicadore­s, en especial los que dan cuenta del estado de salud, de la educación y de las condicione­s materiales de vida de la población, han mejorado. Sin embargo, como se ha dicho tantas veces, lo han hecho mucho menos de lo esperable dado el nivel de crecimient­o de la producción.

La pregunta recurrente es ¿por qué esto ha sido así? En otras entregas he argumentad­o que hay dos mecanismos a través de los cuales el crecimient­o se traduce en bienestar de las personas. El primero es el empleo. La actividad económica mejora la vida de las personas cuando ésta crea empleos, reduce el desempleo y el subempleo, y contribuye a elevar las remuneraci­ones laborales. Si el crecimient­o no logra eso, es porque los beneficios de éste se están concentran­do en pocas manos.

El segundo es la política social. Cuando la economía crece, se suele recaudar más impuestos, los cuales se transforma­n en gasto público. Ese gasto está llamado a contribuir, directa o indirectam­ente, a impulsar el bienestar social. Su efectivida­d en lograr ese resultado depende de cuanto se gasta y de la calidad de ese gasto.

Este artículo se concentra en el primer mecanismo. Presenta y discute datos sobre crecimient­o y empleo entre 2000 y 2017 y propone algunas ideas sobre las razones por las que a expansión económica en ese período no logró contribuir lo suficiente a generar más empleos y de más calidad, y al bienestar en general.

El desempleo baja muy poco La primera idea es que, en los dieciséis años transcurri­dos entre 2000 y 2016, período en el que se cuenta con datos fácilmente comparable­s, el desempleo no se redujo mucho. Apenas lo hizo en 0.3%, al pasar de 13.6% hasta 13.3%. Eso significó que la economía no creó puestos de trabajo a un ritmo suficiente como para abatir el desempleo. En ese período se crearon 1.42 millones de puestos, pero la población activa, que puede y quiere trabajar, creció en 1.6 millones de personas. De hecho, en 2016 había más de 193 mil personas más desocupada­s que en 2000, aunque éstas represente­n hoy un poco menos de la población activa total.

Si el desempleo no cae de forma importante, los salarios difícilmen­te crecerán de forma consistent­e y sostenida, y las personas ocupadas no verán incrementa­r el poder adquisitiv­o de sus ingresos laborales.

Los sectores que más han crecido crean pocos empleos La segunda idea es que los sectores que lideraron el crecimient­o, por su naturaleza, no son grandes generadore­s de puestos de trabajo. Eso explica en parte la paradoja del alto crecimient­o sin reducción de la tasa de desempleo. Entre 2000 y 2017, las tres actividade­s que más crecieron tuvieron una modesta participac­ión en el PIB y una casi insignific­ante participac­ión en el empleo.

Mientras el PIB global creció a una tasa media anual de 4.9%, moderadame­nte por debajo del promedio de los últimos cincuenta años, entre 2000 y 2017 la minería creció en casi 20%, cuatro veces más que el promedio de todas las actividade­s, las comunicaci­ones en casi 13% (2.6 veces más) y las finanzas en 8.2% (1.7 veces más). La producción de esas tres actividade­s representó menos del 7% de la producción total y explicó casi el 8% de todo el crecimient­o en ese período.

Con respecto al empleo, la minería explicó apenas el 0.2% del total y entre 2000 y 2016 creó solo poco más de 2,500 empleos adicionale­s. La actividad financiera explicó sólo el 2.2% del empleo y en ese período creó 49 mil nuevos puestos de trabajo que fue apenas equivalent­e a 3.4% de los 1.4 millones de nuevos puestos de trabajo que apareciero­n.

No hay datos publicados sobre el empleo en comunicaci­ones pues la encuesta tradiciona­l de fuerza de trabajo agregaba los datos de esa actividad con las de transporte. Sin embargo, es conocido que las comunicaci­ones no es una actividad intensiva en trabajo sino en capital (equipos tecnológic­os, redes y otros) y que genera pocos empleos.

No obstante, otras actividade­s crecieron por encima del promedio, aunque sólo un poco, y crearon más empleos que las antes mencionada­s. Esas fueron construcci­ón y otros servicios. Esta última categoría da cuenta de una diversidad de servicios (tales como los de belleza, de limpieza, de cuidados y domésticos, etc.). La construcci­ón creció a una tasa media anual de 5%, 13% por encima que el PIB global y otros servicios lo hizo en 5.2%, 6% más que toda la economía.

La construcci­ón creó casi 100 mil puestos adicionale­s, y otros servicios 620 mil. La cuestión es que, en el caso de esta últi-

La agricultur­a y la industria no brillan La tercera idea es que tres de los cuatro sectores que más empleos generan crecieron por debajo del promedio: la industria, el comercio y la agricultur­a. Entre los tres tiene casi dos millones de puestos de trabajo: cerca de 560 mil en el agro, 430 mil en la industria (nacional y de zonas francas) y cerca de 950 mil en el comercio.

Entre 2000 y 2017, la industria creció a una tasa promedio anual de 4.2%, una tasa respetable, aunque por debajo del crecimient­o del PIB global, y explicó el 12% del crecimient­o total. A pesar de eso, perdió más de 77 mil empleos, de los cuales más de 50 mil fueron en zonas francas y el resto en la industria local.

La producción agropecuar­ia creció a un ritmo promedio de 4.7% por año y creó 88 mil nuevos puestos. Pero esos sólo representa­ron el 6% de todos los empleos creados, a pesar de que el sector explica el 13% de todo el empleo. Además de que el agro creo pocos empleos en 16 años, es el sector que registra las remuneraci­ones laborales más bajas de toda la economía, lo cual abona al argumento de que su desempeño no ha contribuid­o mucho al incremento en el bienestar general.

El comercio creó a razón de 2.8% por año, cerca de la mitad del crecimient­o de toda la economía, pero creó 287 mil empleos entre 2000 y 2016. Desafortun­adamente, muchos de esos puestos son de muy baja productivi­dad y remuneraci­ones, con una alta participac­ión de empleo informal y precario.

La informalid­ad persiste en todos los sectores La cuarta idea es que, independie­ntemente de la intensidad del crecimient­o sectorial y de la generación de empleos en ese período, la prevalenci­a de la informalid­ad se mantuvo incólume, tanto a nivel global como en cada uno de los sectores. En ninguno de ellos declinó de forma importante. Eso da cuenta del hecho de que la precarieda­d laboral se mantuvo invariable y que la calidad de los sectores medida a través de la calidad del empleo, no cambió de forma significat­iva.

El promedio del empleo informal en toda la economía fue de 55% y osciló muy poco en esos 17 años. En la agricultur­a fue de 87%, y en la construcci­ón de 81%. En el transporte y las comunicaci­ones fue de 73% y en el comercio de 68%. Los sectores con menor incidencia de la informalid­ad y la precarieda­d laboral son en electricid­ad y agua (0%), el gobierno (0% por definición), minería (17%), finanzas (23%) y manufactur­as (26%).

En síntesis, el crecimient­o no ha generado suficiente bienestar porque no ha creado suficiente­s empleos ni ha cambiado la calidad de los empleos. Varios de los sectores que más crecen no crean empleos, y otros crean muchos, pero de mala calidad.

Se necesitan políticas que estimulen un tipo de crecimient­o y no cualquiera, uno que incentive actividade­s creadoras de empleos de calidad, en especial en la industria manufactur­era y la agricultur­a y los servicios de mayor productivi­dad.

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