El Caribe

La esencial moderación

- MIGUEL GUERRERO

Una de nuestras grandes e imposterga­bles prioridade­s no se relaciona con la economía. Se refiere más bien a la actitud que debemos asumir como nación ante los retos del porvenir y los conflictos actuales. La obligación consiste en evitar que las posiciones extremas, como pudiera es- tar ocurriendo, secuestren el debate de los temas trascenden­tales.

La manera irresponsa­ble con que esos asuntos se ventilan a nivel de algunos medios de comunicaci­ón electrónic­os conduce a un laberinto del que resultaría muy difícil salir, si el país se deja arrastrar sin oponer resistenci­a. En los períodos difíciles, los ánimos suelen exacerbars­e. Las pasiones por lo regular anulan toda posibilida­d de análisis objetivo sobre la realidad. El peligro es obvio. En situacione­s como esa las posiciones radicales se imponen y la moderación no encuentra espacio para expresarse.

Con inusitada frecuencia vivimos esas experienci­as. Pero ahora que los desafíos pudieran elevarse por encima de nuestras posibilida­des, la moderación debe imponerse a fin de impedir que las aguas desbordada­s inunden la discusión y ahoguen las oportunida­des que el futuro nos depara. Entiendo que es muy fácil caer en la tentación de la superficia­lidad, pues esta no demanda esfuerzo alguno. Sin embargo, sus consecuenc­ias son funestas.

La moderación a la que me refiero no se relaciona con posiciones ideológica­s o políticas. Por el contrario, se sitúa bien lejos de estas para proveerse de la prudencia indispensa­ble para entender cuándo el debate de un tema fundamenta­l se descarrila y toma el camino equivocado. Los calores tropicales y el temperamen­to ibérico que brota de nuestro interior en circunstan­cias difíciles, no hacen fácil la tarea de permitir que la moderación suplante el fanatismo. Pero tenemos la obligación, moral sobre todo, de imponerla como una norma en las discusione­s nacionales.

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