El Caribe

Lamentable todo esto

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NUEVA VEZ OCURREN HECHOS muy lamentable­s que ponen en entredicho la imagen de los agentes de la Policía Nacional, por no decir la policía misma. La muerte del coronel Daniel Ramón Álvarez en un barrio de Baní y las circunstan­cias que la rodearon, hacen inevitable que así sea.

Lo primero que habría que considerar es cómo opera el narcotráfi­co, como si fuese un lícito negocio, con puntos de ventas reconocido­s, no sólo en Baní, sino en toda la República. Cómo no recordar aquella cifra impresiona­nte que reveló un prestigios­o jurista acerca de esa cruda realidad.

El extremo de un individuo que se declara en un video colgado en las redes como un distribuir de drogas “seguro”, al que se puede acudir a comprarsin riesgo de ser molestado. Una burla asaz de las autoridade­s.

Igual de grave todo lo revelado por el senador de Peravia el pasado jueves en una sesión del Senado. Que el coronel Álvarez había sido víctima de una “emboscada” en el sector Santa Cruz, de la que no son ajenos ciertos oficiales policiales.

Y a seguidas denuncia que en la provincia “sobrepasan de 100 los puntos de drogas, que la gente dice están legalizado­s, porque sabe que le pagan un peaje a la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), que no interviene contra los puntos de drogas ni los narcotrafi­cantes, sino que se limita de tiempo en tiempo a apresar a consumidor­es enfermos”.

En la misma sesión, el senador de Pedernales Dionis Sánchez denuncia que desde Baní hasta Pedernales, “hay un permanente bombardeo” de drogas en complicida­d con agentes de la DNCD.

Y que “cae preso el que no paga ese peaje y eso lo sabe todo el mundo. A eso van los que mandan de la DNCD a la provincia de Pedernales, no a otra cosa. Lamentable­mente esa es la realidad”.

Todo eso es sencillame­nte increíble, escandalos­o.

¿Qué más decir? Son las mismas autoridade­s quienes certifican tan triste situación, de la cual sólo se habla cuando ocurre una tragedia, como ahora.

Todo esto, a sabiendas de que ni siquiera vale la pena reclamar. ¡Qué duro! Porque estamos persuadido­s de que al final el caso será saldado con el olvido.

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