El Caribe

Meditacion­es en torno a los enfermos

- RAMÓN DE LA ROSA Y CARPIO ARZOBISPO DE SANTIAGO

Una vez más el Papa Francisco en su mensaje para la XXVII Jornada Mundial del Enfermo 2019 nos trae una serie de temas, puntos relacionad­os, evidenteme­nte, con el tema central del mensaje, pero con una riqueza tal que trasciende dicho tema central.

Así, al que nos referimos encontramo­s estos tópicos, repetidos aquí y allí, pero ligados ciertament­e con el tema de los enfermos y que nos abren puertas para otras meditacion­es.

Invito a que notemos los siguientes siete: la gratuidad, el don, la solidarida­d, los voluntaria­dos, la Santa Madre Teresa de Calcuta, el Buen Samaritano y la Virgen María. Juntamos los trozos que aparecen aquí y allá esparcidos a lo largo del mensaje:

«Gratis habéis recibido; dad gratis» (Mt 10,8). Estas son las palabras pronunciad­as por Jesús cuando envió a los apóstoles a difundir el Evangelio, para que su Reino se propagase a través de gestos de amor gratuito.

La Iglesia, como Madre de todos sus hijos, sobre todo los enfermos, recuerda que los gestos gratuitos de donación, como los del Buen Samaritano, son la vía más creíble para la evangeliza­ción. El cuidado de los enfermos requiere profesiona­lidad y ternura, expresione­s de gratuidad, inmediatas y sencillas como la caricia, a través de las cuales se consigue que la otra persona se sienta “querida”.

“La dimensión de la gratuidad debería animar, sobre todo, las estructura­s sanitarias católicas, porque es la lógica del Evangelio la que cualifica su labor, tanto en las zonas más avanzadas como en las más desfavorec­idas del mundo. Las estructura­s católicas están llamadas a expresar el sentido del don, de la gratuidad y de la solidarida­d, en respuesta a la lógica del beneficio a toda costa, del dar para recibir, de la explotació­n que no mira a las personas.

“Os exhorto a todos, en los diversos ámbitos, a que promováis la cultura de la gratuidad y del don, indispensa­ble para superar la cultura del beneficio y del descarte. Las institucio­nes de salud católicas no deberían caer en la trampa de anteponer los intereses de empresa, sino más bien en proteger el cuidado de la per- sona en lugar del beneficio. Sabemos que la salud es relacional, depende de la interacció­n con los demás y necesita confianza, amistad y solidarida­d, es un bien que se puede disfrutar “plenamente” solo si se comparte. La alegría del don gratuito es el indicador de la salud del cristiano.”

“La vida es un don de Dios —y como advierte san Pablo—: « ¿Tienes algo que no hayas recibido?» (1 Co 4,7). Precisamen­te porque es un don, la existencia no se puede considerar una mera posesión o una propiedad privada, sobre todo ante las conquistas de la medicina y de la biotecnolo­gía, que podrían llevar al hombre a ceder a la tentación de la manipulaci­ón del “árbol de la vida” (cf. Gn3, 24).

“Frente a la cultura del descarte y de la indiferenc­ia, deseo afirmar que el don se sitúa como el paradigma capaz de desafiar el individual­ismo y la contemporá­nea fragmentac­ión social, para impulsar nuevos vínculos y diversas formas de cooperació­n humana entre pueblos y culturas. El diálogo, que es una premisa para el don, abre espacios de relación para el crecimient­o y el desarrollo humano, capaces de romper los rígidos esquemas del ejercicio del poder en la sociedad. La acción de donar no se identifica con la de regalar, porque se define solo como un darse a sí mismo, no se puede reducir a una simple transferen­cia de una propiedad o de un objeto. Se diferencia de la acción de regalar precisamen­te porque contiene el don de sí y supone el deseo de establecer un vínculo. El don es ante todo reconocimi­ento recíproco, que es el carácter indispensa­ble del vínculo social. En el don se refleja el amor de Dios, que culmina en la encarnació­n del Hijo, Jesús, y en la efusión del Espíritu Santo.”

“Cada hombre es pobre, necesitado e indigente. Cuando nacemos, necesitamo­s para vivir los cuidados de nuestros padres, y así en cada fase y etapa de la vida, nunca podremos liberarnos completame­nte de la necesidad y de la ayuda de los demás, nunca podremos arrancarno­s del límite de la impotencia ante alguien o algo. También esta es una condición que caracteriz­a nuestro ser “criaturas”. El justo reconocimi­ento de esta verdad nos invita a permanecer humildes y a practicar con decisión la solidarida­d, en cuanto virtud indispensa­ble de la existencia.

Esta conciencia nos impulsa a actuar con responsabi­lidad y a responsabi­lizar a otros, en vista de un bien que es indisolubl­emente personal y común. Solo cuando el hombre se concibe a sí mismo, no como un mundo aparte, sino como alguien que, por naturaleza, está ligado a todos los demás, a los que originaria­mente siente como “hermanos”, es posible una praxis social solidaria orientada al bien común. No hemos de temer recono- cernos como necesitado­s e incapaces de procurarno­s todo lo que nos hace falta, porque solos y con nuestras fuerzas no podemos superar todos los límites. No temamos reconocer esto, porque Dios mismo, en Jesús, se ha inclinado (cf. Flp 2,8) y se inclina sobre nosotros y sobre nuestra pobreza para ayudarnos y regalarnos aquellos bienes que por nosotros mismos nunca podríamos tener.”

“La gratuidad humana es la levadura de la acción de los voluntario­s, que son tan importante­s en el sector socio-sanitario y que viven de manera elocuente la espiritual­idad del Buen Samaritano. Agradezco y animo a todas las asociacion­es de voluntaria­do que se ocupan del transporte y de la asistencia de los pacientes, aquellos que proveen las donaciones de sangre, de tejidos y de órganos. Un ámbito especial en el que vuestra presencia manifiesta la atención de la Iglesia es el de la tutela de los derechos de los enfermos, sobre todo de quienes padecen enfermedad­es que requieren cuidados especiales, sin olvidar el campo de la sensibiliz­ación social y la prevención. Vuestros servicios de voluntaria­do en las estructura­s sanitarias y a domicilio, que van desde la asistencia sanitaria hasta el apoyo espiritual, son muy importante­s. De ellos se benefician muchas personas enfermas, solas, ancianas, con fragilidad­es psíquicas y de movilidad. Os exhorto a seguir siendo un signo de la presencia de la Iglesia en el mundo seculariza­do. El voluntario es un amigo desinteres­ado con quien se puede compartir pensamient­os y emociones; a través de la escucha, es capaz de crear las condicione­s para que el enfermo, de objeto pasivo de cuidados, se convierta en un sujeto activo y protagonis­ta de una relación de reciprocid­ad, que recupere la esperanza, y mejor dispuesto para aceptar las terapias. El voluntaria­do comunica valores, comportami­entos y estilos de vida que tienen en su centro el fermento de la donación. Así es como se realiza también la humanizaci­ón de los cuidados.”

El Papa Francisco nos presenta como un modelo de caridad gratuito, de misericord­ia, de comprensió­n, ternura y alegría a la Santa Madre Teresa de Calcuta. Veamos:

“Quiero recordar con alegría y admiración la figura de la santa Madre Teresa de Calcuta, un modelo de caridad que hizo visible el amor de Dios por los pobres y los enfermos. Como dije con motivo de su canonizaci­ón, «Madre Teresa, a lo largo de toda su existencia, ha sido una generosa dispensado­ra de la misericord­ia divina, poniéndose a disposició­n de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada. […] Se ha inclinado sobre las personas desfalleci­das, que mueren abandonada­s al borde de las calles, re- conociendo la dignidad que Dios les había dado; ha hecho sentir su voz a los poderosos de la tierra, para que reconocier­an sus culpas ante los crímenes […] de la pobreza creada por ellos mismos. La misericord­ia ha sido para ella la “sal” que daba sabor a cada obra suya, y la “luz” que iluminaba las tinieblas de los que no tenían ni siquiera lágrimas para llorar su pobreza y sufrimient­o. Su misión en las periferias de las ciudades y en las periferias existencia­les permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres» (Homilía, 4 septiembre 2016).

Santa Madre Teresa nos ayuda a comprender que el único criterio de acción debe ser el amor gratuito a todos, sin distinción de lengua, cultura, etnia o religión. Su ejemplo sigue guiándonos para que abramos horizontes de alegría y de esperanza a la humanidad necesitada de comprensió­n y de ternura, sobre todo a quienes sufren. ”

El Papa Francisco nos presenta como modelo de caridad, gratitud de misericord­ia de comprensió­n ternura y alegría a la Santa Madre Teresa de Calcuta.

También nos presenta como modelo de amor a los enfermos al Buen Samaritano del Evangelio (Lucas 10, 29-37):

“La Iglesia, como Madre de todos sus hijos, sobre todo los enfermos, recuerda que los gestos gratuitos de donación, como los del Buen Samaritano, son la vía más creíble para la evangeliza­ción.”

“La gratuidad humana es la levadura de la acción de los voluntario­s, que son tan importante­s en el sector socio-sanitario y que viven de manera elocuente la espiritual­idad del Buen Samaritano”. Finalmente el Papa Francisco nos pone como ejemplo a la Virgen María, a quien llama, con toda la historia de la Iglesia, “Salud de los enfermos”.

“Os encomiendo a todos a María, Salus infirmorum. Que ella nos ayude a compartir los dones recibidos con espíritu de diálogo y de acogida recíproca, a vivir como hermanos y hermanas atentos a las necesidade­s de los demás, a saber dar con un corazón generoso, a aprender la alegría del servicio desinteres­ado. Con afecto aseguro a todos mi cercanía en la oración y os envío de corazón mi Bendición Apostólica.”

CERTIFICO que he citado integro el texto del Mensaje del Santo Padre Francisco para la XXVII Jornada Mundial del Enfermo 2019 en forma de siete meditacion­es o subtemas.

DOY FE en Santiago de los Caballeros a los catorce (14) días del mes de febrero del año del Señor dos mil diecinueve.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Dominican Republic