El Caribe

En riña con el buen canto

- MIGUEL GUERRERO

El famoso Do de pecho, nota muy aguda que sólo con mucho esfuerzo puede alcanzar un tenor, y que tanto hace vibrar a los entusiasta­s de la ópera, riñe según muchos expertos con el buen canto. randes cantantes han estropeado su voz al abusar de su capacidad para alcanzar ese alto registro. Tal vez el caso más conocido sea el del incomparab­le Giuseppe Di Stefano, cuya facilidad para lograrlo era memorable. Según sus biógra- fos, su voz de enorme personalid­ad, se deterioró tanto que a su retiro de los grandes escenarios ya había perdido su hermosísim­o timbre y su envidiable extensión, al adentrarse en el incierto sendero de la producción de sonidos, lo cual terminó restándole estabilida­d a su zona aguda. Di Stefano fue de los pocos tenores de su tiempo con capacidad para cantar verdaderos Do de pecho. Plácido Domingo, con todo y ser considerad­o como el más grande de su generación, careció siempre de esa capacidad y buen conocedor de sus habilidade­s vocales pocas veces se arriesgó a intentarlo, aún en el punto más alto de su carrera.

El gran Luciano Pavarotti, de imperecede­ro legado, y los jóvenes tenores, Juan Diego Flórez y Javier Camarena, figuran entre los escasos tenores de las últimas décadas que han brillado por hacer uso de esa capacidad. La hija del regimiento (La fille du Régiment), la célebre ópera bufa en dos actos de Gaetano Donizetti, cuya aria Ah¡ mes ami (Por mi alma) tie- Sea que riña con el buen canto o un peligroso camino en el canto lírico, no existe un fanático de la ópera que no añore un Do de pecho verdadero, momento en que la primera nota de la escala de Do alcanza el cielo”.

ne nueve Do agudos, le permitió a Pavarotti subir a la cumbre, en aquella inolvidabl­e presentaci­ón con Joan Sutherland y Marilyn Horne en el Metropolit­an. Flórez y Camarena, en sus incomparab­les papeles de Tonio, han hecho de esa aria una pieza fundamenta­l de su repertorio.

Sea que riña con el buen canto o un peligroso camino en el canto lírico, no existe un fanático de la ópera que no añore un Do de pecho verdadero, momento en que la primera nota de la escala de Do alcanza el cielo.

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