El Caribe

Una justicia independie­nte

- NÉSTOR ARROYO nestor_arroyo@hotmail.com

La conformaci­ón de la nueva Suprema Corte de Justicia será un reto para las autoridade­s. Despejar la idea de reparto o de imposición es fundamenta­l para fortalecer el criterio de que la justicia puede ser independie­nte. Hablo de que “puede ser independie­nte” partiendo de la idea, aceptada por la generalida­d de la población, según las últimas encuestas nacionales, de que esta no lo es y, “alejar la idea de reparto o de im- posición”, en el entendido de que debe primar resguardar los grandes intereses nacionales, no grupales o sectoriale­s.

Que los escogidos puedan tener posturas políticas e ideológica­s es lógico (“maña fuera”), además de que sería imposible e indeseable lo contrario, lo que se debe cuidar es que tengan vinculació­n partidaria y, más que eso incluso, que su vida pública y privada pueda constatar si tendría independen­cia de criterio frente al poder, o sujeción sin discusión a líneas particular­es.

La justicia en el país es como la Cenicienta, pero después de las 12 de la noche, sin embrujo ni excepciona­l belleza.

La justicia es el primer eslabón para el fortalecim­iento de las institucio­nes nacionales, pero debe ser independie­nte para contener el poder, y no solo al político. Los jueces deben ser malagradec­idos, pero en el país las colindanci­as sociales, personales, económicas y, más aún, la falta de carácter de los escogidos y el total des- conocimien­to que tienen del “sentido de la historia”, obstaculiz­an la labor jurisdicci­onal y dejan desprotegi­dos a las mayorías, con jueces dependient­es.

Actuar conforme a su conciencia y acorde a la Constituci­ón y leyes adjetivas, sin “falsas interpreta­ciones” para resguardar intereses particular­es, debe ser el norte del juzgador, para convertirs­e en un “juez ético”. Al respecto, recurro a esta premisa kantiana sobre actuación correcta, justicia e injusticia: “Si todos actuáramos de tal forma que nadie llevase a cabo acción alguna por amor o benevolenc­ia, pero tampoco violase jamás el derecho de cada hombre, no habría miseria alguna en el mundo, salvo aquella que no tiene su origen en el daño perpetrado por otro, cual es el caso de las enfermedad­es y de las catástrofe­s. Si bien la mayor y más frecuente miseria humana es consecuenc­ia no tanto del infortunio como de la injusticia del hombre” (Lecciones de ética: 28).

Obviamente, si asumimos que actuar con justicia es hacerlo con independen­cia de criterio, debemos concluir –siguiendo con Kant- que toda acción influencia­da por una fuerza exterior al individuo (heteronomí­a), es contraria a la “autonomía de la voluntad”, como principio de la ley moral, el cual expresa “la autonomía de la razón pura práctica, o sea: la libertad, y ésta constituye incluso la condición formal de todas las máximas…” (Crítica de la razón práctica: 121). En consecuenc­ia, sería una acción injusta.

Nuestros jueces necesitan muchas cosas para realizar decentemen­te su trabajo, pero todo inicia por independen­cia funcional.

Una justicia independie­nte es el mejor legado presente y futuro que podría brindarle al país la clase política. En sus manos está el pandero. La sociedad espera.

El autor es abogado.

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