El Caribe

Las manzanas podridas son menos

- PEDRO DOMÍNGUEZ pdominguez@dominguezb­rito.com

Por la condenable conducta de unos pocos, no se puede juzgar al conglomera­do. Observemos en las institucio­nes el comportami­ento de la mayoría, pues en esa mayoría radica su esencia. Los cultivos de manzanas, por mejor cuidado que tengan, siempre darán algunas frutas indeseable­s.

Cuando éramos jóvenes y nos inva- dían cuestionam­ientos sin claras respuestas, en las tertulias discutíamo­s sobre el origen del bien y del mal y de si debíamos confiar en los demás. Era un tema que sabíamos marcaría nuestra visión con relación a los hijos de Dios y a la importanci­a del entorno en el que se desarrolla­n.

Recuerdo que fui –y soy– un abanderado de la tesis de Jean-Jacques Rousseau en el sentido de que el hombre era bueno por naturaleza y la sociedad lo corrompía –pienso que son muchos los factores–; otros, y los respetaba porque desde niño la tolerancia a las diferencia­s la he asumido como virtud, se inclinaban por pensar como Nicolás Maquiavelo y afirmaban que el hombre era malo por naturaleza.

También defendía con energía que confiaba en el ser humano, sin dejar la prudencia de lado. Si alguien –les expre- saba a mis amigos– me engañaba o me decepciona­ba, es era el precio que debía pagar por creer razonablem­ente en la gente. Me encanta relacionar­me con el prójimo con libertad, sin delirios de persecució­n, viendo en principio a cada uno como hermano o aliado, no como enemigo o distante. Así logramos vivir más en paz y en armonía con nosotros mismos y con lo que nos rodea.

Pero, sin negar nuestras fallas y debilidade­s, aunque estemos convencido­s de que somos buenos por naturaleza y de que debemos tener fe en nuestra raza, siempre aparecerán algunos con un proceder que romperá aquellos esquemas donde se nos permite cometer los errores propios de nuestra condición imperfecta.

Desde que tengo uso de razón soy católico. He conocido cientos de sacerdotes, religiosos, diáconos, presidente­s de Asamblea, promotores de las enseñanzas de Jesús y pueblo llano que asiste a la Iglesia. También he tratado a muchos miembros de iglesias hermanas. Y casi la totalidad son íntegros y están entregados a su causa de corazón, con el bien como norte.

De igual manera digo lo mismo de personas de otras áreas: abogados, políticos, artistas, deportista­s… En el caso de los políticos –y no me arriesgo al afirmarlol­a minoría es la corrupta y aquí incluyo a todos los partidos políticos, que la moral o la ética no las definen los colores. Por ello, repito, nunca juzguemos al conglomera­do en base al pésimo comportami­ento de unos pocos, algunos de los cuales, por desgracia, hacen mucho ruido y daño.

El autor es abogado.

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