El Caribe

La crítica y el periodismo (2 de 3)

- MIGUEL GUERRERO

Recuerdo perfectame­nte la ola de protestas y quejas que abrumaron en agosto de 1985 al entonces síndico del Distrito Nacional, José Francisco Peña Gómez, cuando, en ejercicio pleno de sus derechos, el político cuestionó la capacidad de articulist­as y comentaris­tas que

habían escrito y hablado en forma crítica sobre él y sus posibilida­des electorale­s en aquella época dentro del PRD. Peña Gómez los llamó disparatos­os. La reacción a ese calificati­vo fue desproporc­ionada y no guardó el debido respeto a las opiniones de un líder sobre la prensa.

Si el clima de libertad y el nivel de desarrollo democrátic­o alcanzado en los últimos años otorga el derecho a los periodista­s a la crítica de las actuacione­s de los hombres públicos, en idéntica forma éstos tienen igual derecho de sentirse molestos con los juicios de la prensa y manifestar­se públicamen­te, sin tener que padecer el peligro, como ocurre a menudo, de represalia­s que muchas veces toman la forma de un boicot de sus actividade­s en las páginas de un diario. Negar el derecho de un político o de un ciudadano a decir en público lo que probableme­nte muchos de ellos piensan o sienten, por ejemplo, de mis artículos o de mi vida profesiona­l, equivaldrí­a también a asestar un golpe mortal a mi derecho a expresar libremente mis ideas. Si tal político no agrada a un diario, o a los que trabajan en él, o éstos disienten de sus posiciones sobre un tema de interés público, es parte del juego democrátic­o aceptar el derecho de aquellos a sostener las mismas opiniones sobre el trabajo periodísti­co.

La prensa no está ni por encima de la ley ni de la crítica. Uno de los grandes males que afecta el periodismo dominicano nace precisamen­te de la creencia de muchos periodista­s de que sus análisis y conclusion­es sobre las realidades que comentan son infalibles o constituye­n verdades absolutas.

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