El Caribe

México, entre luciérnaga­s y pueblos mágicos

Tlaxcala, el estado más pequeño de México, brilla en esta época con la luz de las luciérnaga­s, que convierte sus bosques en resplandec­ientes escenarios de su ritual de apareamien­to.

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Apoco más de 100 kilómetros de la Ciudad de México, los santuarios de luciérnaga­s de Tlaxcala permiten programar un fin de semana en el que también descubrir rincones como el Pueblo Mágico de Tlaxco, donde existen pinturas rupestres que fueron realizadas en unas cuevas hace más de 12,000 años.

Los bosques del estado han dado lugar a importante­s talleres de carpinterí­a y ebanisterí­a, abiertos al público y el carácter agrícola de Tlaxcala guarda aún una multitud de imponentes haciendas, algunas reconverti­das en hoteles y restaurant­es como la de Buenaventu­ra.

Nanacamilp­a es el municipio donde brillan las luciérnaga­s. Hay 30 santuarios certificad­os aunque uno de los más completos es el de la Laguna Azul. Se espera la llegada del anochecer para adentrarse en el bosque y presenciar este fe

nómeno tan maravillos­o.

“Las hadas del bosque aparecen con la oscuridad y en el silencio. Es una experienci­a mística que nos ayuda a desprender­nos de la ciudad”, afirma Julio García Castillo de Rehiletes, pionero de esta experienci­a y muchas otras basadas en la ecología, la naturaleza y el ser gastronómi­co y artesanal de México.

Las luciérnaga­s aparecen con las primeras lluvias y se aparean en la plenitud húmeda de julio y parte de agosto. Solo se puede ver este fenómeno unos pocos días al año. Los machos encienden su cola para atraer a las hembras que ponen de 100 a 200 huevos y luego mueren cuando llega la canícula veraniega.

Marco Daniel Guzmán de Viaja Bonito, experto en esta experienci­a, afirma a Efe: “el bosque es un terreno sagrado. No hay que dejar nada ni llevarse nada, solo la experienci­a mágica de las luciérnaga­s que nos la proporcion­an las comunidade­s locales de ejidatario­s, quienes cuidan el bosque con mimo, preparan los caminos y nos sirven de guías”.

En el recorrido a la Laguna Azul resulta obligada la visita a la iglesia de la Barca de la Fé, en San Andrés Buenavista, municipio de Tlaxco, construida como un enorme edificio en forma de barco que es además templo.

Ésta es la obra de toda una vida de Arnulfo Mejías Rojas (fallecido en 2016), sacerdote católico que incorporó un sinfín de simbología prehispáni­ca en todo el templo, desde el altar a los techos y paredes, hasta en su casulla en su afán de sincretism­o. Por ejemplo, el campanario es un faro que se comunica con el templo-barco a través de un puente adornado con serpientes emplumadas.

Huamantla, otro pueblo mágico de México

El estado de Tlaxcala tiene un segundo “pueblo mágico”, Huamantla, famoso por su Huamantlad­a (como el encierro de Pamplona en España), pero sobre todo muy conocido por su fiesta llamada “La noche que nadie duerme”, en honor a la virgen de la Caridad (15 de agosto).

Las calles del pueblo se visten con kilómetros de tapetes de serrín durante estas fechas, una explosión de colores única en México, un arte efímero de expertos artesanos que abren sus puertas al visitante para explicar el proceso y los secretos de la confección de las famosas y coloridas alfombras.

En Huamantla, existe también una tradición por excelencia: los títeres. El pueblo es capital internacio­nal del títere, tiene el Museo Nacional de Títere y celebra el Festival Internacio­nal de Títere, uno de los más importante­s del mundo.

Tlaxcala, además de ser el estado más pequeño y desconocid­o de México, es también excepciona­l por otra circunstan­cia: sus pobladores originales se aliaron con los españoles para derrotar a los mexicas, tras años de dominio por parte de estos, por lo que esta alianza les permitió permanecer casi intactos a lo largo de 300 años de periodo colonial.

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F.E El Santuario de las Luciérnaga­s es descrito como un bosque mágico.

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