El Caribe

“La música se convirtió en mi mundo”

Fue directora del Conservato­rio Nacional de Música y de la Escuela Elemental de Música; se ha dedicado a la docencia por más de cuatro décadas

- MARCOS RODRÍGUEZ FOTO: EDWARD ROUSTAND

María Irene Blanco es una reconocida pianista que desde muy temprana edad desarrolló la disciplina y la determinac­ión que amerita una carrera como la música.

Comenzó sus estudios en el área en la Escuela de Bellas Artes José Ovidio García, en su natal Santiago.

Por más de cuarenta años se ha desempeñad­o como docente en diferentes centros educativos y escuelas de artes. Fue directora de espacios como la Escuela Elemental de Música y el Conservato­rio Nacional de Música.

Actualment­e encabeza junto a su esposo, el maestro Dante Cucurullo, la Academia de Música y Artes Punta Cana, donde acogen a decenas de niños.

1. De la Ciudad Corazón

Nací en Tamboril, Santiago. Vengo de una familia de muchos principios, unida y larga; somos siete hembras y dos varones, fruto del matrimonio de José Arnaldo Blanco e Irene Domínguez. Mis padres construyer­on una casa en el mismo Santiago, así que nos mudamos luego allá. Comencé mis estudios normales en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús, dirigido por las Hermanas Mercedaria­s. Nuestra nueva casa estaba cerca de la Catedral y de la Escuela de Bellas Artes José Ovidio García, donde inicié mis estudios de música, cuando tenía 8 años. Era un espacio muy completo porque además se impartía pintura y teatro, y contaban con un buen coro, cosa que no caracteriz­a a muchas de las escuelas de arte del interior hoy en día. Mis primeras maestras fueron María Sánchez y Dulce Rodríguez, esta última hija de Machilo Guzmán, el famoso compositor de “Lu

cía”, canción a la cual Joaquín Balaguer le puso letras. En ese momento el director de la Escuela era Apolinar Bueno, un famoso compositor.

2. Habilidade­s desde pequeña

Cuando tenía tan solo 12 años, recuerdo que mis padres, cada vez que llegaba una vista a nuestra casa, me llamaban para que les tocara algunas canciones. No olvido que regularmen­te tocaba una sonatina, es decir, una pequeña obra de tres partes que por lo general son bastante largas, y veía que las personas se aburrían. Tiempo después, me llegó un libro de canciones italianas, donde estaba “O sole mio” y valses de Johann Strauss. Cuando comencé a tocar esas piezas, notaba que quienes nos iban a visitar disfrutan mucho más. Todo lo logré con la práctica, no olvido que me levantaba a eso de las 6:00 de la mañana todos los días para eso. Inclusive, en tiempo de Navidad, me despertaba un poco antes, tocaba villancico­s y canciones de la época. Años después de habernos mudado de esa casa, volví por los alrededore­s, y los vecinos me comentaban que extrañaban escucharme ensayar muy temprano, que les hacían falta esas melodías para despertar.

3. Empieza estudios en la capital

Antes, los profesores del Conservato­rio de Música iban a examinar a estudiante­s del interior. A mí me tocaron los profesores Manuel Rueda y Ramón Díaz. Cuando Manuel Rueda me escuchó, dijo que ya yo no podía seguir tomando clases en Santiago, que debía irme a Santo Domingo. Él llamó a mis padres y se lo explicó, pero ellos se negaron a dejarme ir sola hasta la capital, porque apenas tenía 13 años. Desde ese momento, y hasta los 19 años, mi madre me traía todas las semanas, por lo que yo perdía un día de clases en el Colegio. Cuando yo tenía que regresar a eso de las 8 de la noche, tenía que llamar a una compañera para que me dijera que habían dado de clases, para yo hacerla esa misma noche para presentarl­a el próximo día. Pero fue una gran oportunida­d, era un día completo por nosotros ser del interior. Esa experienci­a me motiva continuame­nte a decirles siempre a mis estudiante­s que todo lo mejor es a base de muchos sacrificio­s que se consigue.

4. Agradece a Manuel Rueda

Cuando estaba en el Conservato­rio, el profesor Manuel Rueda, un hombre alto y con una voz muy fuerte, me corregía continuame­nte. Pensaba que las cosas que me decían en Santiago cuando era pequeña, de que tenía talento, no eran tan ciertas. Sin embargo, le agradezco cada exigencia, verdaderam­ente a ese profesor lo quiero. Entendí al final que cada corrección que me hacía, lo hacía por mi bien. Eso me motivó a estudiar duro, lo hacía durante cuatro horas diariament­e, y también era muy buena en el Colegio. Recuerdo que cuando ensayaba, pensaba que no molestaba a mis hermanas, pero luego me di cuenta que mi mamá les decía que no me molestaran, aunque sí las incomodaba con el ruido. Es muy bonito el trabajo final, ese que impresiona, pero el trayecto, los ensayos, no era muy agradable.

5. Magisterio

Mi labor docente comenzó cuando fui nombrada en el 1978 en las escuelas Víctor Garrido y Honduras de Santo Domingo como profesora de educación musical. Desde 1980 hasta el 1996 fui profesora del Conservato­rio y de la Escuela Elemental. Allí se hacían recitales de maestros, para obtener fondos para la misma institució­n. Por cierto, uno de los recitales que jamás olvidaré fue uno que tuve a los 16 años, en la Biblioteca Nacional junta a una compañera, fue la primera vez que toqué en la capital, significó mucho para mí, porque ese mismo recital lo pude presentar en Santiago. Cuando yo era profesora de la Escuela, quien estaba como directora era Bernarda Jorge. Luego la sustituí en el cargo, de 1996 hasta 2000. Ella asumió la dirección del Sistema Nacional de Música. Había una terna de profesores en los que estaba Iván Domínguez, Lidia Reyes, y yo. Cuando eso ocurrió la entonces Secretaría de Cultura era dirigida por Ligia Amada Melo. Me sorprendió que me hayan elegido como directora, porque no tenía ningún vínculo político.

6. Estimula a niños a aprender

Tuve la dicha también de ser docente durante 25 años en el Colegio Babeque, ahí estaba en la primaria con Música. Enseñaba flauta dulce desde segundo hasta el sexto curso. Muchos niños no tenían facilidad motriz, pero nunca los desmotivé, porque sabía que era un proceso, comprendía el impacto positivo que tiene la música para el ser humano. Lo que hacía era decirles a los compañerit­os que sí sabían, que salieran a enseñar al patio a aquellos que no eran muy diestros. Muchos padres decían, a medida que sus niños iban creciendo y no querían seguir estudiando música, que habían perdido su tiempo. Sin embargo, les aseguraba que estudiar música nunca es un tiempo perdido. Es cierto, no todo el mundo tiene las condicione­s para tocar un instrument­o, pero sí todo el mundo puede aprender.

7. Dirige Conservato­rio

A partir del 2000 asumí la dirección del Conservato­rio. Duré 16 años. Muchas veces creí que podía ser directora de ese espacio, pero en ese momento pensaba que no estaba preparada, que me falta experienci­a. Pero me equivoqué, hicimos una buena labor, sobre todo por lo aprendido en los cuatro años previo frente a la Escuela Elemental. Amo el Conservato­rio, porque le debo gran parte de mi formación. En esa etapa también era pianista acompañant­e.

8. Dificultad­es

Al principio fue difícil asumir la dirección del Conservato­rio, porque mi antecesora fue doña Floralba del Monte, una gran pianista dominicana, con un temperamen­to muy fuerte, alta y con una gran personalid­ad. Cosa mi distinta de mí. Su hija era secretaría cuando yo entré, y recurrente­mente trataba de comparar mi trabajo con el de su mamá. Pero doy gracias a Dios por todo el trabajo que hice. Tuve la colaboraci­ón de los profesores y pudimos lograr muchas cosas, pudimos incrementa­r la matrícula y ampliar nuestra oferta educativa con la inclusión de instrument­os como fagots, tuba, entre otros.

9. Dante, su complement­o

En el Conservato­rio conocí a Dante Cucurullo, mi esposo, con el que tengo 6 hijos, aunque no en común: tengo cuatro y él dos. Nos casamos en 2010. Le doy gracias a Dios que, sin haberlo buscado, he encontrado a un compañero que me ha apoyado en todo, como pianista, como madre, como amiga: ha sido un compañero increíble. Él ha estado componiend­o en estos días, lo que hace que lo admire mucho más, porque cuando se compone, se crea, el cerebro aprovecha la imaginació­n y la creativida­d. Nos complement­amos en todo, porque el también valora mis cualidades.

10. Labor social

Después de salir de la dirección del Conservato­rio, en 2015, junto a Dante, fundamos la Academia de Música y Artes Punta Cana. Viajo todos los viernes a partir del mediodía para dar clases en la tarde y los sábados en la mañana. Soy profesora de piano ahí, donde tenemos unos 40 niños becados, esto representa la labor social que realizamos. Nos entusiasma transmitir­les el amor por la música.

Escuela Cuando Manuel Rueda me escuchó, dijo que ya yo no podía seguir tomando clases en Santiago, que debía irme a Santo Domingo”. Iniciativa Después de salir de la dirección del Conservato­rio, en 2015, junto a Dante, fundamos la Academia de Música y Artes Punta Cana”. Formación Mis primeras maestras fueron María Sánchez y Dulce Rodríguez, esta última hija de Machilo Guzmán, el famoso compositor de “Lucía””. Inicios Mi labor docente comenzó cuando fui nombrada en el 1978 en las escuelas Víctor Garrido y Honduras de Santo Domingo”.

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Desde muy pequeña, María Ireña Blanco comenzó a aprender piano en Santiago.

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