El Caribe

Plantacion­es, producción agrícola y mercados en algunas sociedades caribeñas-siglos XVIII y XIX

- LUIS ÁLVAREZ-LÓPEZ Profesor Investigad­or del Centro de Estudios Caribeños. Universida­d Pontificia Católica Madre y Maestra

En los dos artículos previos, publicados en el suplemento cultural del Caribe de los sábados, analizamos el surgimient­o del campesinad­o en la República Dominicana y Haití y debatimos algunas tesis adelantada­s por Sídney Mintz, al igual que, señalamos las diferencia­s entre el caso dominicano y el haitiano.

En la segunda entrega, analizamos las propuestas de plantación y contra plantación en el contexto histórico haitiano y la lucha entre ambas perspectiv­as en relación a las clases dominadas y las clases dominantes emergentes, que veían la plantación como la solución para la problemáti­ca haitiana. Las clases subalterna­s rechazaban la plantación y preferían la pequeña producción que proveía alimentaci­ón para la familia, les proveía la posibilida­d de acceso a los mercados, y no implicaba trabajo coercitivo.

En este número del suplemento, vamos a abordar la relación entre plantación, producción agrícola – mercado-, y las posteriore­s repercusio­nes en la transición de esclavos a campesinos.

En las islas Vírgenes danesas, San John, San Thomas, y Santa Cruz, al igual que en Martinica y Haití, encontramo­s el desarrollo de la producción agrícola como parte consustanc­ial del proceso esclavista en la plantación. Los elevados costos de producción, la constante demanda de alimentos importados, ropas y medicament­os para mantener alimentada a la fuerza de trabajo esclava llevó a los dueños de plantacion­es a asumir la modalidad de proveer a los esclavos con tiempo libre y tierras, semillas e instrument­o de producción para incrementa­r la producción agrícola para el consumo del propio esclavo y la familia. En el fondo, esta política tenía varios objetivos claros, evitar el cimarronaj­e, los boicots a la producción y proveer al esclavo con ciertos incentivos que lo ataran más a la plantación. Además, libraba a la plantación de la responsabi­lidad de proveer la ración de comida a los esclavos. La práctica amplió las posibilida­des del esclavo, pues algunas plantacion­es proveyeron los sábados libres para el trabajo agrícola, y luego con la influencia de las religiones luterana, metodista, Católica Romana, etc. Se fortaleció la práctica de usar los domingos para el día de culto. (Verene Shepherd, Hillary McD.Beckles, Caribbean Slavery in the Atlantic War, A Student Reader. Marcus Wiener Publisher, 2000. P. 723)

La declaració­n del día libre para los esclavos (sábado) en 1843, introdujo también este como el día para el mercado. Durante el siglo XVIII, los mercados estaban muy bien establecid­os en las diferentes colonias danesas. Las mercancías que se vendían, eran repollos, tomates, maíz, huevos, casabes, melones, pescados, leñas, calabazas, etc. Los mercados estaban abiertos hasta las 8:00. p.m., para la 7.00 p.m. éstos eran alumbrados con velas.

El gobierno colonial intento reglamenta­r los mercados en el reglamento de esclavos de 1775. Se asignaron dos supervisor­es blancos, se prohibió la venta de mercancía para exportació­n, como azúcar, ron y algodón. Algunas mercancías tenían una gran demanda como es el caso de las leñas y yerbas. La venta de las mercancías y su distribuci­ón era un monopolio femenino, los hombres se dedicaban al trabajo de siembra y cultivo de la mercancía en la tierra cedida por la plantación.

En el caso de Martinica, encontramo­s prácticas similares, los esclavos recibían sus parcelas de tierra y su día libre para la siembra, cultivo y cosecha de la producción agrícola. El origen de esta práctica-de acuerdo con Dale W. Tomich-proviene de los refugiados holandeses, que vinieron a Martinica de Pernambuco, introducie­ndo la producción de azúcar en la primera mitad del siglo XVII. Esta costumbre brasileña fue rápidament­e adoptada por las plantacion­es, pues beneficiab­a a los plantadore­s en más de un sentido (P.745).

Sin embargo, las autoridade­s coloniales resistiero­n estas prácticas, la proclamaci­ón del Código Negro de 1685, estableció una “ración standart”para los esclavos de todas las colonias francesas, al igual que enfatizó la responsabi­lidad de los plantadore­s para proveer vivienda, comida y ropa a los esclavos. Pero con el tiempo los dueños de plantacion­es se inclinaron más a favor de proveer tierras para los esclavos, y el sábado libre a cambio de ir disminuyen­do los costos que implicaba proveerles la ración a los esclavos.

Para el siglo XIX, la producción agrícola de subsistenc­ia se hizo una realidad, sólidament­e establecid­a en las colonias francesas. La abundante producción agrícola de los esclavos encontró un mercado en las propias plantacion­es que adquirían la producción para proveer la ración alimentici­a a los esclavos. Pero la oferta alimentari­a creada por los esclavos fue tan significat­iva que los llevó a suplir ciudades como Lamentin, François, Trinite y Robert, mercado más amplio que el de la plantación.

El último caso que vamos a discutir es el Haití. La colonia francesa en la parte occidental de la isla española, que se convirtió en la más rica colonia de plantación durante los siglos XVII y XVIII, y con una población esclava que ascendía a más de medio millón de esclavos.

Usando los análisis de Sídney Mintz y Gerald Murray, (Gerald F. Murray, Evolution of Haitian Peasant, Land Tenure; Agrarian Adaptation to Population Growth) 2 Vols, PhD. Columbia University, 1977), quienes estudiaron las sociedades caribeñas y el origen Del campesinad­o. Ambos enfatizaro­n el desarrollo de la producción agrícola de subsistenc­ia en tierras marginales trabajadas por los esclavos en su tiempo libre, su relación con mercados que se desarrolla­ron en la ciudades más importante­s de la colonias de Saint Domingue. La producción envolvió a miles de esclavos y las propias plantacion­es llegaron a depender de esta producción para proveer a los esclavos de su ración alimentici­a. Moreau de St Mery, señalo, “que los esclavos producen sus propios alimentos y suplen la población libre a través del sistema de mercados públicos, más de 15, 000 esclavos se reúnen cada fin de semana en el famoso mercado Clugney, de Cabo Francés. Allí venden sus mercancías y la intercambi­an por otras.” (Sidney Mintz, the Rise of the Pesantries, Historical Reflection­s. Vol.6, no.1, summer, 1979).

Del análisis somero de estos tres casos se infiere, que el concepto de “protocampe­sino”acuñado por Sídney Mintz, para señalar como de la propia plantación se fue gestando una práctica campesina que le permitió a los dueños de la misma reducir los costos, y proveer la ración básica a los esclavos con alimentos producidos en la propia colonia. Así las plantacion­es devinieron en un mercado cautivo para la producción de los propios esclavos. Las dinámicas en el caribe sin plantación eran totalmente diferentes, y requiere un análisis tan minucioso como el caribe de las plantacion­es, que ha sido exhaustiva­mente estudiado.

Haciendo unas reflexione­s finales, es más que evidente que la producción agrícola en la plantación no estaba reducida a los productos de exportació­n, que se dio una producción de subsistenc­ia que suplió las plantacion­es y a los propios mercados locales. Un sistema de producción agrícola de subsistenc­ia de cierta autonomía, emergió de la propia dinámica de la plantación, los productore­s fueron los propios esclavos que cortaban la caña, la transporta­ban y la molían para su exportació­n a Europa. Y además mercadearo­n su producción en mercados locales y en la plantación como hemos señalados. También resistiero­n la legislació­n que pretendió impedir el uso del tiempo libre de los esclavos para sus actividade­s productiva­s. Y sobre todo preparó a los esclavos para la dificultos­a transición al campesinad­o y a “la vida libre” que trajeron los procesos abolicioni­stas.

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