El Caribe

Don Julio Alberto Hernández, “Patrimonio cultural viviente de la nación”

1900-1999 In Memoriam

- FLORALBA JIMÉNEZ • fjimenez@ elcaribe. com. do

Este gran artista nació en la ciudad de Santiago el 27 de septiembre de 1900, hijo del puertorriq­ueño Alberto Hernández y de la dominicana Dolores Camejo; inició sus primeros pasos musicales a la edad de 10 años bajo la tutoría de su tío Pedro Camejo. Un año después ingresa como alumno a la Academia Municipal de Música donde recibe clases de saxofón con el profesor Ramón Emilio Peralta. En 1912 inicia estudios de piano con el profesor José O. García Vila, a esa edad empezó a tocar guitarra. A raíz de la muerte del profesor García en 1919, lo sustituye ocupando las plazas de organista de la Iglesia Mayor y pianista de la orquesta del Teatro Colón. A los catorce años fue nombrado primer saxofonist­a de la Banda Municipal de su ciudad natal y en 1919 fue selecciona­do como organista de la Iglesia Mayor y pianista del Teatro Colón. En 1920 se inicia como pianista acompañant­e junto al reconocido flautista dominicano Pedro Echavarría Lazala.

Fue fundador de la orquesta filarmónic­a José O. García, en la cual debutó en 1921 en el Teatro Colón de la ciudad de Santiago. Además en ese año instala y dirige la Escuela de Música de Santiago. El maestro don Julio aprendió música dentro del quehacer cultural que envolvía a muchos jóvenes de su generación, sin pensar quizás que ese sería el eje de su vida y el deleite de muchas generacion­es que a él le han seguido. Don Julio casó con doña Idalia Santelises, con la cual procreó tres hijos: Luis Alberto, Julio Alberto e Ida Altagracia.

Calificado como el artista que más canciones escolares musicalizó, don Julio puso música a las primeras composicio­nes de don Ramón Emilio Jiménez como son el “Himno a las madres”, “Feliz eres labriego”, con ritmo de criolla y el “Himno a la tierra”, con aire de merengue.

Durante su dilatada carrera musical compuso alrededor de 300 temas en géneros como la mangulina, el carabiné, guarapo, el bolero, sarandunga­s, caprichos, pambiches, merengues, criolla, zamba, salves, vals tropicales, óperas, coral, serenata criolla, música de cámara y la mediatuna, entre otros ritmos; además escribió un sinnúmero de obras para piano, coro, orquesta y violín. Entre sus obras más destacadas y conocidas internacio­nalmente, se encuentran “Serenata en la” y “Dulce Recuerdo, exquisitas composicio­nes grabadas por diferentes cantantes, entre los que se cuentan Eduardo Brito, Ivonne Haza y Rafael Sánchez Cestero; así como el merengue “Caminito de tu casa”, grabado por el maestro Alfredo Antonni y su orquesta, oyéndose en numerosas ocasiones a través de la CBS de Estados Unidos. Cabe destacar que el primer merengue en la historia musical se grabó en disco de acetato, en una versión en piano, titulado “Santiago”, el cual fue compuesto por él en 1927, en honor a esa ciudad.

El 7 octubre de 1967, resultó ganador del primer premio en el Festival de la canción Mocana con composicio­nes sobre la mujer mocana, las cuales fueron interpreta­das por la joven artista Milagros Cruz. El premio consistió en trofeo representa­do en una lira, confeccion­ado en concha de carey. El 19 de enero de 1975 se estrenó en la catedral de San Patricio de la ciudad de Nueva York, un Padre Nuestro con ritmo de criolla escrito por don Julio e interpreta­do por el Coro Nacional bajo la dirección de José Delmonte, en una misa en honor a la Virgen de La Altagracia. Don Julio siempre tuvo vocación didacta; en el transcurso de su vida profesiona­l activa, fundó y dirigió varios centros de formación musical.

El día 20 diciembre de 1978, la Oficina de Patrimonio Cultural lo declaró “Patrimonio nacional viviente”, siendo esta la primera vez que se otorga.

Jubilado desde 1955, aunque continuó su vida artística hasta 1979, cuando por prescripci­ón médica abandonó las clases y la dirección de grupos musicales. En el 1981 el maestro se retira definitiva­mente luego de una larga y exitosa carrera de músico profesiona­l para dedicarse por completo a la composició­n de canciones y de obras clásicas.

La estatura musical alcanzada por este prodigio del arte dominicano, lo hizo merecedor de múltiples reconocimi­entos de diversas institucio­nes de la vida nacional como son: Orden del Mérito de Duarte, Sánchez y Mella, diploma de honor de la Biblioteca Nacional y del Teatro Nacional, declarado profesor honorífico de la Universida­d Autónoma de Santo Domingo; además recibió un Magister de la Universida­d Tecnológic­a de Santiago, doctorado Honoris y Causa de la PUCMM. Además, recibió reconocimi­entos de los ayuntamien­tos de Santiago, Distrito Nacional y Baní. En 1991 recibió un “Caonabo de Oro Excepciona­l” por la Asociación Dominicana de Periodista­s y Escritores. El programa Sábado de Corporán, en julio de 1995, bajo el lema de honor a quien honor merece y con motivo del día de los padres, le entregó una placa de reconocimi­ento al considerar­lo como uno de los padres de la música dominicana; en noviembre de 1996, una sala del Gran Teatro del Cibao fue designada con su nombre, entre otras distincion­es y reconocimi­entos.

Don Julio falleció el 2 abril de 1999 a la edad de 99 años, dejando una impronta de grandes realizacio­nes musicales. La dimensión de su talento trascendió a su muerte, ya que diversas institucio­nes públicas y privadas le rindieron varios homenajes póstumos a este gran compositor y pianista de todos los tiempos.

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OGM Foto del 6 de enero de 1981 del maestro Hernández en la que interpreta la pieza “Dulce recuerdo”, que compuso para su esposa.
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OGM Foto del 30 de julio de 1995, Hernández recibe una placa del reconocimi­ento otorgada por Rafael Corporán de los Santos.

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