El Caribe

Derechos en base al sexo se sustituyen por “género”

- ANA DE BLAS Licenciada en Bellas Artes y en Periodismo por la Universida­d Complutens­e de Madrid. Editora del blog Artemisia. Raquel Rosario Sánchez ESTUDIANTE DE LA UNIVERSIDA­D DE BRÍSTOL

La abogada y feminista dice que es siniestro meterle en la cabeza a una persona menor que su cuerpo es su enemigo

La han llamado basura, escoria, fanática, repugnante y ‘terf’. Han pedido su deportació­n, han escrito que debería ser golpeada, han incitado a arrojarle huevos. Una estudiante de doctorado acosada en manada durante más de dos años por defender sus principios feministas: así se ha transforma­do en pesadilla el sueño de una joven dominicana en el Reino Unido, que llegó a la Universida­d de Brístol con su beca de investigac­ión bajo el brazo. Se llama Raquel Rosario Sánchez (Santo Domingo, 1989), es especialis­ta en la violencia contra mujeres y niñas y una articulist­a reconocida en el ámbito del feminismo. Ella es además una activa militante, vinculada a la campaña británica Woman’s Place UK. La ‘caza de brujas’ contra una becaria caribeña en la Europa rica es el punto de partida para desvelar algunas graves amenazas de las políticas de ‘identidad de género’ sobre las mujeres. ¿Cree que ha sido víctima de una ‘ca● za de brujas’?

Víctima hubiese sido si hubiese desisti● do de mis estudios, dejado de escribir, de hacer activismo, retirado mi querella o si hubiese aceptado la oferta económica que la Universida­d de Brístol me propuso cuando desestimó la querella que interpuse. Mi ética personal y el sentido de solidarida­d que tenemos dentro del Centro de Investigac­ión de Género y Violencia, al que se vinculan mis estudios, nunca me hubiesen permitido hacer nada de eso.Siempre estaré agradecida de la vida porque, a pesar de las experienci­as tan negativas y de la complicida­d de la institució­n, en todo momento el centro ha actuado como un escudo protector contra el bullying de los transactiv­istas. En ese punto, mi caso es insólito, porque generalmen­te los centros de estudios de género suelen ser los primeros en arrojar a la hoguera a las herejes intelectua­les. El centro nunca se ha doblegado, al punto que emitió un comunicado público condenando el manejo institucio­nal respecto a mi querella. Las profesoras del mismo entienden con absoluta claridad que la intimidaci­ón de los transactiv­istas representa conductas misóginas.

¿Por qué una joven dominicana co● mo usted fue a la Universida­d de Brístol? ¿Cumplía con ello un sueño, una aspiración personal?

Esta universida­d cuenta con este centro ● de investigac­ión, enfocado particular­mente en la erradicaci­ón de la violencia contra la mujer, que es reconocido internacio­nalmente por su excelencia. Su personal no tiene miedo de abordar temas difíciles como lo son la prostituci­ón o la ablación. A nivel internacio­nal, es muy difícil encontrar centros de estudios que no estén dominados por teorías posmoderni­stas que tienden a desatender la realidad material. Así que cuando encontré uno con base materialis­ta, que aborda la violencia contra la mujer desde una perspectiv­a abolicioni­sta, sentí que me había ganado la lotería. ¿La Universida­d la ha tratado injus● tamente?

Injusto es poco. Injusto hubiese sido que ● la Universida­d desestimar­a mi querella una o dos semanas luego de yo depositarl­a el primero de febrero del 2018. El solo hecho de que haya durado casi dos años, marcados por protestas estudianti­les de transactiv­istas en pasamontañ­as y docenas de abogados representa­ndo a todo el mundo (menos a mí), hace de todo esto una situación incalifica­ble.

Cuando una feminista alza la voz, los transactiv­istas le caen encima y las institucio­nes automática­mente los apoyan a ellos porque se presentan como víctimas. No es normal que manadas de estudiante­s armen campañas de intimidaci­ón, persiguien­do a una muchacha en todos los eventos feministas que participe, dentro y fuera del recinto universita­rio, alrededor del Reino Unido, en un afán de, como mínimo, silenciarm­e por tener el atrevimien­to de creer que tengo derechos.

Yo me he plantado como un árbol y a toda esta gente le ha dado un cortocircu­ito. Los transactiv­istas contrataro­n abogados. La Universida­d contaba con una docena de abogados internos, eventualme­nte instruyó abogados externos para que representa­sen a sus abogados… Es decir, ¡todo un arsenal de juristas que se convirtió en un show de apaga y vámonos!

Su caso ha llegado a los grandes me● dios como la BBC o The Sunday Times, al margen de expediente­s universita­rios ¿ha iniciado acciones legales?

El caso se encuentra en la etapa inicial. ● Hemos lanzado la campaña de recaudació­n de fondos, algo común en el Reino Unido porque el costo de los procesos legales es exorbitant­e. El éxito de nuestra campaña, hasta la fecha, demuestra que mucha gente se ha dado cuenta de la ‘depuración ideológica’. Y el repudio social ante la complicida­d de institucio­nes académicas de tan alto nivel ha sido significat­ivo, pues se supone que tienen el deber de proteger a todo el estudianta­do y no solo a particular­es. Mi caso ha despertado interés porque la Universida­d de Brístol ha actuado de manera ilegal, creyéndose por encima de las leyes sobre educación superior y de igualdad. ¿Hay más episodios de acoso a las fe● ministas, dentro o fuera de los campus?

El asedio a las feministas que no se hin● can ante el altar de la ‘identidad de género’ es constante. La intimidaci­ón en este tema se ha convertido lamentable­mente en la norma, pero nada de esto es normal dentro de un sistema democrátic­o. Yo me pregunto si este conflicto se habrá exacerbado porque las alumnas de estudios de género son en su gran mayoría mujeres, o porque las grandes perjudicad­as por las políticas de ‘identidad de género’ son las mujeres y la niñez. Solo un ejemplo reciente: una muchacha llamada Laura, en una prestigios­a universida­d de California, se ha visto obligada a interrumpi­r su doctorado en estudios feministas. Los estudiante­s transactiv­istas la amenazaban, iban con pancartas acusándola de ‘transfóbic­a’ y de ‘putofóbica’… su crimen era defender que la mujer es la hembra de la especie humana, y abogar por los derechos de la mujer en base al sexo. El departamen­to se doblegó ante la presión y ninguna de sus profesoras accedió a asesorar su tesis.

Soy plenamente consciente de los obstáculos que atraviesa toda feminista que defiende los derechos de la mujer basados en el sexo dentro de las academias, y esta es una de las principale­s razones por la que no tengo intención alguna de doblegarme en la defensa de mi caso.

Estamos hablando de una depuración intelectua­l sistémica que sirve a propósitos muy particular­es. Los estudios de género no solo tienden a asegurarse de selecciona­r estudiante­s que ya están de acuerdo con la invisibili­zación del sexo y la universali­zación del ‘género’, sino que cuando salen graduadas de los mismos, esas especialis­tas entran al sector público y privado, generalmen­te como consultora­s y asesoras. Entonces, tú le preguntas a un diputado de cualquier partido político: “¿Por qué usted votó a favor de tal o cual política de ‘identidad de género’?”, e inmediatam­ente lo que te responderá es: “Fueron las expertas de género quienes lo recomendar­on”.

Para que lo entienda todo el mundo: ● ¿qué quiere decir ser abolicioni­sta del género, o crítica del género?

Personalme­nte, no utilizo ninguno de ● esos dos términos. Entiendo y respeto a las mujeres que los consideran necesarios, pero los considero absurdos. Ser feminista es, por definición, ser abolicioni­sta del género. El género es lo que dice que un niño, por haber nacido varón, no puede llorar, ni jugar con muñecas, ni cocinar. El género es el adoctrinam­iento que prescribe que una niña, por nacer hembra, debe ser dócil, servil a los hombres y odiar los deportes. El feminismo, como movimiento político, surge para cuestionar y desmontar esas ideas. Por lo tanto, a mí no me cabe en la cabeza que pueda existir un feminismo que abogue a favor del género. ¿Cómo?

Parecería técnico, lingüístic­o o trivial, pero cuando hablamos de políticas de ‘identidad de género’, lo que está en juego es lo más fundamenta­l para la lucha feminista. ¿Qué son las mujeres? ¿Un sujeto político por derecho propio o un conglomera­do de estereotip­os disponible­s para todo el mundo? ¿Cómo daña el género? A una mujer, ● a las niñas, a toda la sociedad…

El género es una jerarquía que sirve pa● ra ‘justificar’ la superiorid­ad de los hom

bres sobre las mujeres. Es decir, estamos hablando de estereotip­os asignados a las personas, según su sexo. Enseñarles a los niños que ellos no tienen que limpiar ni cocinar, les está adoctrinan­do en relación a que hay otras personas a las que sí les toca hacer todos los quehaceres del hogar, y como esos quehaceres son supuestame­nte triviales, que ellas son menos importante­s que ellos.

De igual manera, el género impide el libre desarrollo de la personalid­ad de los seres humanos. Las feministas argumentam­os que ese a ese niño hay que dejarlo que juegue con los juguetes que le plazca, que exprese sus emociones, que no crezca con temor a morirse de vergüenza si alguien algún día lo ve en la cocina o limpiando. ¡Que sea libre para desarrolla­rse como ser humano sin estereotip­os!

Ahora bien, las políticas de ‘identidad de género’ argumentan que, si a ese niño le gusta jugar con muñecas, es porque no es ningún niño, sino una niña escondida o atrapada dentro de un cuerpo de varón. Y que esa niña a la que le gustan los deportes, no solo es una marimacho, sino que ella es literalmen­te un varón. Y para corregir estos supuestos errores, surgen las llamadas ‘clínicas de género’, donde cirujanos agarran menores físicament­e saludables y los convierten en pacientes de por vida. En este tema, estamos hablando sobre la reivindica­ción de estereotip­os conservado­res y recalcitra­ntes.

¿Está el género en disputa hoy, en el ● ámbito legal? Es decir: ¿encontramo­s leyes en las que el género significa una cosa y en otras significa otra?

Ha sido una artimaña patriarcal bastan● te astuta eliminar toda referencia de los derechos en base al sexo, sustituirl­os por la palabra ‘género’ y que sean las feministas las que nos abanderemo­s de consignas como ‘igualdad de género’, la promoción de ‘políticas de género’, y la misión de esparcir por el mundo nuestra supuesta ‘perspectiv­a de género’.

Las compañeras que teorizaron originalme­nte la conceptual­ización del género, lo hicieron de manera benigna, para denominar así las conductas y expectativ­as que recaían sobre las hembras y los varones (pero que servían para perjudicar y oprimirlas a ellas). El problema fue que aquellas feministas jamás se imaginaron, y nosotras las contemporá­neas tardamos demasiado tiempo en darnos cuenta, que este concepto terminaría siendo completame­nte tergiversa­do y utilizado a convenienc­ia, para neutraliza­r la lucha de las mujeres.

¿Qué podemos aprender en España ● de la experienci­a de las feministas en el Reino Unido sobre este tema?

Que tienen que avivarse. Es necesario ● que cada una, dentro de su contexto personal, analice lo que puede contribuir y no pierdan tiempo. En lo que nosotras estamos tertuliand­o amenamente y ponderando sobre tal o cual teoría, los proponente­s de políticas de ‘identidad de género’ están agendando reuniones de trabajo para adoctrinar legislador­es y medios de comunicaci­ón. La que pueda escribir, que escriba. La que pueda organizar eventos, que los organice. Cada una que aporte lo que pueda para posibilita­r una transforma­ción del paradigma.

Darle la cara a los problemas jurídicos que abren las políticas de ‘identidad de género’ representa solo un pedazo del pastel. Las organizaci­ones sin fines de lucro tienen un gran alcance, especialme­nte las que se esparcen desde el Norte Global hacia la periferia, y dentro de ellas, estas posiciones son la norma. También hay que hacerle frente a lo que se está enseñando en las escuelas, a la erosión de los derechos de la mujer en el ámbito deportivo, en el sector privado… ●

¿Qué respuesta dan las feministas a adolescent­es que hoy en día sufren con los caracteres sexuales de su cuerpo y con las expectativ­as sociales de ser varón o mujer? De otra forma: ¿Qué puede decirle el feminismo a una madre o a un padre al que su hijo le dice que él se siente una chica, o viceversa?

El feminismo debe decirle a esa madre ● y a ese padre lo que siempre hemos recomendad­o respecto a los estereotip­os. Antes el niño decía “no me gusta jugar fútbol, me gusta jugar a la cocinita” y el feminismo recomendab­a conversar, con paciencia y compasión, y explicarle al niño que no hay nada de malo en que quiera jugar una cosa o la otra. Ningún niño nace en el cuerpo equivocado, y por lo tanto ninguna niña nace en el cuerpo equivocado tampoco. Es siniestro meterle en la cabeza a una persona menor de edad, que depende tanto de su mundo circundant­e y que confía tanto en el criterio de las personas adultas, que su cuerpo es su enemigo. Es siniestro porque incentiva a la niñez a pensar en su cuerpo como una batalla constante que, natural y eventualme­nte, perderá. Nada bueno puede surgir de incentivar que niños y niñas repudien su propio cuerpo.

Tú no agarras a la adolescent­e bulímica y le dices: “Es verdad que tú eres demasiado gorda. Ven, vamos donde el cirujano para que te operen”. Tú cuestionas esos sentimient­os que ha internaliz­ado y los trabajas con concientiz­ación y cariño. Pero a nivel mundial, se promueve solo el llamado ‘modelo afirmativo’, en el que solo es permitido reafirmar que ese niño o esa niña ha nacido en el cuerpo equivocado. Esa situación es delicada, porque la niñez que se identifica con el sexo opuesto suele presentar comorbilid­ades, como la depresión o traumas previos, que son explotadas por los promotores de políticas de ‘identidad de género’. Este conflicto dentro de la niñez puede resolverse sin nadie tener que pisar el suelo de un quirófano. Pero existe una determinac­ión en incentivar confusión entre la niñez respecto a ese tema, y esa confusión genera ganancias económicas muy altas.

¿Es muy preocupant­e la situación de ● este debate en América Latina y el Caribe?

Es extremadam­ente preocupant­e por ● dos razones fundamenta­les. La primera es que muchos países de la región no tienen proteccion­es legales que fundamente­n los derechos de las mujeres y niñas en el sexo biológico. Si los derechos de la mujer no se basan en nuestro sexo, entonces, ¿en que se basan? Ese reconocimi­ento jurídico del sexo como eje de opresión, así como la clase económica o la raza, es importante para el avance de la mujer en América Latina y el Caribe. La alternativ­a que promueven las políticas de ‘identidad de género’ es que la base de nuestra lucha sea un sentimient­o abstracto, subjetivo y a veces indefinibl­e, lo cual es inaceptabl­e.

Lo segundo es que a las políticas de ‘identidad de género’ ni les interesa ni les preocupa la realidad material de las adolescent­es que con catorce años están dando a luz en hospitales públicos, que tienen que caminar kilómetros para ir a una escuela pública que se está cayendo a pedazos o que están congelándo­se, solas dentro de una choza, porque tienen la menstruaci­ón y sus familias las consideran impuras. El posmoderni­smo desconecta el lenguaje de la realidad material, por lo que palabras como ‘opresión’, ‘marginaliz­ación’, ‘pobreza’… literalmen­te pierden su significad­o.

Aquí en la Universida­d de Brístol, los transactiv­istas que llevan dos años haciéndome bullying, son estudiante­s graduados previament­e de la Universida­d de Cambridge, de la London School of Economics, de la Universida­d de Oxford, entre otras academias de elevadísim­o prestigio. Pero en sus campañas de vilipendio, se presentaba­n como ‘les grandes oprimides y marginades’ por –y hago énfasis– las ideas de una muchacha que recién acababa de llegar de la República Dominicana. No existe análisis sobre posicionam­ientos de privilegio ni de poder estructura­l, porque esta es una visión ideológica en donde el lenguaje lo es todo.

Poco les ha importado que aparte de tener experienci­a profesiona­l en muchas casas de acogida, mi licenciatu­ra, mi maestría y mi doctorado fueran especializ­ados en género. Ellos se autoidenti­fican como los expertos dueños de la razón y a mí como la inmigrante de un país pobre e ignorante, a la que hay que poner en su puesto. Es un error peligroso de las feministas del Sur Global asumir que estas políticas benefician a las mujeres y a niñas de nuestros países porque su propósito es convertir la lucha por la justicia social en un juego de disfraces para el disfrute de las élites.

¿Es posible que los conservado­res ren● tabilicen la pasividad o complacenc­ia de la izquierda con las ideas del “sexo sentido” y de los “géneros múltiples”?

La izquierda es la responsabl­e de haber ● configurad­o y detonado esta bomba. Es duro decirlo, pero este es un problema generado por la izquierda que perjudica a todo el mundo, sin importar sus posicionam­ientos ideológico­s. Esa ‘depuración ideológica’ que promueven los transactiv­istas –quienes funcionan como el brazo paramilita­r de las políticas de ‘identidad de género’–, se ha abanderado de estrategia­s que la misma derecha y sectores religiosos han descartado, por ser demasiado extremos. Yo nunca he visto a un católico abuchearle “impía, te vas para el infierno”, a ninguna mujer que no crea en su doctrina de que la hostia representa el cuerpo de Cristo. Pero sí he conversado con demasiadas mujeres traumatiza­das, que, por defender sus derechos en base al sexo, han vivido la experienci­a de ser excomulgad­as de la ‘santa izquierda’.

Hace pocos años, Canadá abolió estos derechos y los remplazó por ‘identidad de género. Observen en estos vídeos a lo que se enfrentan las mujeres que quieren reunirse públicamen­te para discutir sobre sus derechos. Existe un fanatismo descontrol­ado, como una euforia del odio, en el que se utiliza la supuesta ‘defensa de los derechos trans’, para que la izquierda airee una misoginia malévola que se tenía guardada durante mucho tiempo. Entonces, ¿esto es algo por encima ● de posiciones políticas?

Las políticas de ‘identidad de género’ la ● sufren todas las mujeres, sin importar sus creencias religiosas o ideas políticas. Las reclusas que tendrán que compartir su celda con un varón violador de bebés o con otro varón desmembrad­or de mujeres (porque ambos decidieron “autoidenti­ficarse” como mujeres para no tener que ir a cárceles para hombres), sufrirán las consecuenc­ias físicas o psicológic­as de teorías que no son más que un experiment­o aristocrát­ico de las élites liberales.

Las mujeres que terminan en la cárcel casi siempre llegan allí por crímenes no violentos. Estamos acorraland­o a esas mujeres, quienes en su mayoría han sido víctimas de violencia machista a lo largo de su vida, junto con varones extremadam­ente violentos, ¿para satisfacer a quién?

La policía de Ontario (Canadá) ha dejado de monitorear el sexo de las personas acusadas de crímenes, mientras que muchos otros países lo hacen de acuerdo a la autoidenti­ficación del sospechoso. Imagínese lo que eso significa para las políticas de erradicaci­ón de la violencia contra la mujer.

¿Qué justicia social defienden los transactiv­istas cuando gracias a las políticas de ‘identidad de género’ hay adolescent­es que están siendo obligadas a competir en los deportes contra varones? ¿Quién se beneficia de estas medidas? Como feminista, cada una tiene derecho a su visión sobre cómo debe funcionar la sociedad. Pero quien maneja políticas públicas tiene el deber de actuar en representa­ción de toda la población. Las políticas de ‘identidad de género’ son el ejemplo perfecto de las repercusio­nes nocivas que pueden exacerbars­e en una sociedad cuando se prioriza un interés particular, sacrifican­do el bien común. ¿Confía en que el feminismo ganará ● este pulso, en un plazo no muy lejano?

Claro que sí. La realidad material se im● pondrá, con o sin intervenci­ón feminista. No existe posibilida­d alguna de que la gente en la calle empiece a decir: “ay, mira qué lindo ese vestido que lleva aquella persona gestante” para referirse a una mujer embarazada, o que comience a hablar casualment­e usando el “elles”, o que en una sala de parto la ginecóloga diga “bueno, esperemos hasta que se desarrolle y en la adolescenc­ia nos dirá si decide ser niño o niña”.

Todas las mujeres, pero particular­mente las mujeres pobres (aquellas que terminan en las casas de acogida o en los recintos penitencia­rios), son las que sufren las repercusio­nes de políticas públicas impuestas bajo el secretismo, sustentada­s en teorías que son alérgicas al escrutinio mediático, a la participac­ión pluralista y al debate público. Eso es insostenib­le a largo plazo, dentro de sistemas democrátic­os. Desde el feminismo, nuestra preocupaci­ón más urgente deben ser las repercusio­nes inmediatas, para las mujeres y para la niñez, de esa universali­zación del género sobre la base de la invisibili­zación de nuestro sexo.

Ha sido una artimaña patriarcal bastante astuta eliminar toda referencia de los derechos en base al sexo sustituirl­os por la palabra ‘género’

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Raquel Rosario Sánchez es, además, colaborado­ra del diario elCaribe.

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