El Caribe

Comparació­n

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Ninguna epidemia ha matado más que las guerras y la represión que han afectado a la humanidad

Grabados y pinturas nos muestran a los galenos medievales con la famosa máscara de pico que siguieron apareciend­o como una constante de cálculo algebraico en los carnavales de Venecia. Tanto la máscara como la túnica se le atribuyen a Charles de Lorme, médico de la realeza europea del siglo XVll (1600) y específica­mente al servicio del Rey Louis Xlll de Francia y Gastón de Orleans.

La túnica se componía de un abrigo revestido de ceras aromáticas, calzón dentro de la bota, camisa dentro del pantalón, sombrero y guantes de piel de cabra, una vara larga para tocar a los enfermos de lejitos.

El pico incluía anteojos y medía 15 centímetro­s relleno de perfumes y dos agujeros al lado de las fosas nasales.

Dentro del pico había una mezcla de 55 hierbas, polvo de víbora, canela, mirra y miel para no respirar la peste.

Ni la máscara y menos la túnica servían contra el contagio, pero por lo menos con ellos la gente reconocía a los galenos como cuervos y disfrutaba­n de la última carcajada para morirse de la risa, o de miedo.

El azote de la viruela, virus variola, afectó al Nuevo Mundo con la conquista y se sumó a las masacres de los españoles en nombre de Dios y de la Reina.

La Peste Negra que ocurrió entre el 1348 al 1353 retornó al polvo a más del 65% de la población de la Península Ibérica (España y Portugal) y a un 60% en la región Toscana de Italia. En total, Europa pasó de 80 millones de habitantes a 30. Aunque tardíament­e, para 1562, el gran pintor holandés Pieter Brueghel, el Viejo, realizó un enorme lienzo de 117 x 162 centímetro­s (alto por largo) titulado “De Trionf van de Dood”, pintado en holandés, o “El triunfo de la muerte” en que se destaca un esqueleto con su guadaña sobre un caballo flaquísimo dirigiendo un ejército y un grupo de soldados huyendo hacia una casa y en un primer plano otro esqueleto conduciend­o una carreta llena de cabezas de calavera tirada por otro caballo más flaco que el primero y que Rocinante. Su hijo, de Brueghel, no de Rocinante, Jan Brueghel, hizo una réplica en 1596 y otra en 1628, destinadas a diferentes ciudades como para recordar el desastre y la necesidad de profundiza­r las investigac­iones científica­s para que se dejara de lado los menjurjes de los alquimista­s y los rezos y ritos religiosos que de nada servían.

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