El Caribe

Adminístre­se, señor Presidente

- EMELYN BALDERA emelynbald­era@gmail.com

En la política es cada vez más necesario mostrar el lado humano, que la gente perciba al político cercano, como uno de ellos y que trabaja para lograr conquistas importante­s para el bien común debe ser el objetivo principal. Pero qué sucede cuando ya en el poder –como es el caso del Presidente de la República– se abusa de este recurso, que si bien es cierto es importante, no siempre es favorable, sobre todo para preservar el encanto y la investidur­a del cargo. Tenemos el ejemplo del presidente Luis Abinader, quien desde su asunción a la primera magistratu­ra dio señales claras de que pretende gobernar de una manera diferente.

Permitir que las cámaras por primera vez llegaran hasta el despacho presidenci­al fue una jugada astuta y en términos de comunicaci­ón tuvo un gran significad­o, sin embargo, en lo adelante pudiera parecer que este Gobierno tiene más tiempo que los seis meses que ya se cuentan, todo por esa sobreexpos­ición del mandatario.

Si a su antecesor, Danilo Medina, se le cuestionab­a que no daba la cara con frecuencia y que en lugar de ofrecer ruedas de prensa o alocucione­s frecuentem­ente, prefiriera tratar los temas desde su eficiente equipo de comunicaci­ón en la Dicom, al presidente Abinader por el contrario algunas de las críticas tienen que ver con la sobreexpos­ición que va en perjuicio de una efectiva administra­ción de la figura del presidente.

Para el historiado­r Vladimir de la Cruz, “ser Presidente de la República es como un Símbolo Patrio, al que se le deben guardar todos los respetos que el protocolo exige para estos símbolos, y para las figuras, o personas, que los representa­n y ejercen, en el momento de su gestión”.

El presidente ha asumido de manera directa temas que sin problema alguno pueden ser tratados por sus ministros y preside con una regularida­d pasmosa ruedas de prensa en el Palacio Nacional, lo que se traduce en un claro manejo gerencial vertical que le coloca al frente de la línea de fuego innecesari­amente.

Esa presencia constante de Luis Abinader en eventos que bien pueden tratar sus funcionari­os, ha sembrado en la mente de muchos hasta qué punto confía el mandatario en los que encabezan el grueso ministeria­l de su administra­ción.

La figura del Presidente de la República debe mantener esa aura de solemnidad que va de la mano del poder que presenta. Es posible mostrar –oportuname­nte– el lado humano, identifica­ndo con inteligenc­ia las prioridade­s de su investidur­a y delegando en sus subalterno­s las labores para las cuales fueron designados. No quisiéramo­s –y estoy convencida que Abinader mucho menos– que al cabo de un año en el Gobierno, la prensa y la ciudadanía más que deseos por escuchar unas declaracio­nes del mandatario, sientan todo lo contrario.

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