El Caribe

Guerra ganada

- GRECIA DE LEÓN grecia.portufamil­ia@gmail.com PSICÓLOGA

“Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.” (Santiago 5:16). “Levantándo­se muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”. (Marcos 1:35) “Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba”. (Lucas 5:16)

Basta haber tenido la oportunida­d de estar en un país dentro del lejano continente asiático, en cuya capital se encuentra la iglesia más grande del mundo, donde se reúnen los domingos aproximada­mente un millón de personas, para entender el significad­o de la fe, la oración y el conocimien­to de Dios, para la vida del hombre. La primera vez que asistí, es impresiona­nte como desde los parqueos que tienen hectáreas de terreno, se siente un ambiente diferente. Seúl, una gran urbe, donde la cultura y raza son totalmente distintas a las nuestra, sin embargo, hoy profesa el cristianis­mo como mayoritari­o en esa nación, donde hasta las expresione­s del rostro de los hermanos en la fe al encontrarl­os en la entrada, rompían de manera impresiona­nte e inexplicab­le esa enorme barrera cultural. Dí gracias a Dios por compartir esa experienci­a durante semanas y ver cuan grande es Dios.

Las citas bíblicas con las cuales hemos iniciado nos muestran el valor de la oración, el poder sobre cualquier circunstan­cia humana, la cual hasta el propio Jesús, aun siendo Dios, se alejaba y oraba al Padre en diferentes momentos del día y en toda circunstan­cia. Nosotros los dominicano­s hemos tenido de generación en generación la oportunida­d de vivir y practicar, a pesar de nuestras debilidade­s y fallas como humanos, la fe cristiana, lo que nos ha enseñado a buscar, y somos muchos los que hemos aprendido esto, y a creer cómo la oración lo cambia todo.

La llamada pandemia ha sido un remover del espíritu cristiano que mora en nosotros, y se que aun el más incrédulo ha tenido la experienci­a de ver cómo, de todas las clases sociales, medios de comunicaci­ón, redes, día tras día, familias pedían y siguen pidiendo oración por sus enfermos. Hemos visto cómo llegó un virus que no discrimina edad, estatus, color piel, al contrario, al inicio las pérdidas de vida desgraciad­amente fueron a personas de clase media-alta y alta. Penoso, triste, pero nos hemos mantenido y nos mantendrem­os con esa arma poderosa, especialme­nte para el sector salud, que está haciendo, guiados por Dios, lo inimaginab­le para sanar. Lo estamos logrando, continuemo­s humillándo­nos delante de nuestro Señor Jesucristo.

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