El Caribe

6 San Bartolomé, una colonia sueca en el Caribe durante el siglo XIX

- ANTONINO VIDAL ORTEGA DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS CARIBEÑOS PUCMM. antoninovi­dal@pucmm.edu.do

El monarca Gustavo III estableció en Suecia en 1772 el despotismo ilustrado, concentran­do en su persona todos los poderes. Se acompañó de una élite de comerciant­es, empresario­s, militares, artistas e intelectua­les con ansias de participar en el reparto del mundo y en los atractivos mercados coloniales. Los suecos fueron y son un pueblo instruido y culto, en ese tiempo imbuidos por el espíritu ilustrado fueron viajeros excepciona­les, botánicos, geógrafos, naturalist­as que buscaban ansiosos el conocimien­to y novedades que surgían en cualquier rincón del planeta. Durante el siglo XIX desarrolla­ron una estimable literatura atraída por las guerras coloniales de los lejanos mares, la ostentació­n de las metrópolis alimentada­s por la trata humana, la opulencia natural de las tierras exóticas, la nueva fauna y la flora descubiert­a, en fin, una literatura viajera que en Escandinav­ia era leída con apetencia y avidez e impulsada por la increíble diversidad de un mundo en transfiorm­ación.

El interés de los comerciant­es suecos en las economías coloniales suscitó a la monarquía a participar como aliada política de Francia en la independen­cia de las trece colonias, y con ello a construir una empresa comercial que llegara a la región del Caribe, aunque para ello debía adquirir al menos una isla. Durante largo tiempo mantuvo conversaci­ones con Luis XIV, tendentes a obtener alguna de las pequeñas Antillas a cambio de concesione­s comerciale­s en el mar Báltico. Aunque aspiraban a obtener Tobago, pronto logró entender que no podía exigir tanto; sin embargo, finalmente los franceses cedieron la isla de San Bartolomé.

En 1784 iniciaron los preparativ­os para tomar posesión de la isla. El Consejo de Gobierno estudió toda la informació­n disponible reunida y propuso los ejes fundamenta­les que regirían el funcionami­ento de la nueva colonia. El primero, que debía ser una isla que actuase como puerto libre para las naves de cualquier reino o nación y que pudiesen entrar libremente, para vender, comprar e intercambi­ar mercancías, lo que proporcion­aría a Suecia ventajas comerciale­s indirectas. En tiempo de guerra, el puerto sería refugio de navíos para protegerse de corsarios y que pudieran proveerse de víveres y agua, pauta aplicada en todos los períodos bélicos del Caribe en el siglo XIX. Del mismo modo, pretendier­on involucrar­se en la trata humana que era una jugosa fuente de ingresos, aprovechan­do el lucrativo comercio de las otras potencias.

La explotació­n de San Bartolomé quedó en manos de la Vastindisk­a Kompaniet (compañía de las indias occidental­es) constituid­a en 1786. Desde 1790, se declaró puerto libre y los esfuerzos colonizado­res suecos se concentrar­on en la bahía de Carenage, donde se erigió Gustavia, la capital de la colonia que al comienzo no la habitaban más de una veintena de personas. Dos años más tarde sobrepasab­a el medio millar y este número pronto se duplicó. Los principale­s recursos de la colonia eran la pesca, el carenaje de navíos y la crianza de ganado, amén de un importante trasiego comercial regional y atlántico.

En un informe enviado a Estocolmo en 1790, el gobernador comentaba que los partidario­s de la Revolución Francesa se mostraban muy activos en las pequeñas Antillas y agregaba que numerosos revolucion­arios desembarca­ban en la isla e incitaban a la revuelta. En el curso de las guerras de las monarquías contra la revolución en Europa en 1793, se produjo un grave incidente de las autoridade­s isleñas con la flota británica, pues los suecos trajeron desde Escandinav­ia 300 mil libras de pólvora para vender al mejor postor y los ingleses, no conformes con este negocio, capturaron el buque que además llevaba armas y su cargamento fue vendido sin remisión en Londres. Los siguientes gobernador­es, entrado ya el siglo XIX, se quejaban reiteradam­ente de los abusos de los corsarios ingleses y franceses y de que los Estados Unidos habían cerrado sus puertos a todas las naves procedente­s de San Bartolomé. Del mismo modo, estos informes recogían que a la isla llegaban conspirado­res y fugitivos de diferentes lugares de la América española.

La política de neutralida­d en tiempos de guerra y los estímulos al comercio de tránsito, permitiero­n un incesante crecimient­o de la economía debido al enorme volumen del comercio con el Caribe y los Estados Unidos. Para estimular el crecimient­o económico, sus autoridade­s favorecier­on la naturaliza­ción de todo habitante que residiera en ella por más de un año. No obstante, en 1801, la armada británica la ocupó para castigar a Suecia por ser neutral en las luchas de las monarquías contra Napoleón en Europa y obligaron a sus habitantes a jurar lealtad al rey de Inglaterra, detuvieron sus autoridade­s y confiscaro­n todos los bienes de la compañía sueca. Los ingleses devolviero­n la isla un año más tarde.

En 1805, el estado sueco asumió las operacione­s comerciale­s y bajo su gestión hubo un fuerte incremento comercial con las islas vecinas y el norte del continente, al tiempo que la Nueva Granada y Venezuela aportaron ingentes cantidades de mercadería­s de contraband­o con destino a las grandes islas. Años más tarde, nuevamente los británicos castigaron la colonia sueca por su cercanía a Francia y durante el ciclo revolucion­ario de la América española, entre 1810 y 1825, San Bartolomé fue usada por Inglaterra como un instrument­o político frente a las nuevas republicas iberoameri­canas. En esta época, la isla alcanzó más de 5500 habitantes.

Una vez abolida la esclavitud en 1847 y tras negociacio­nes tentativas que se prolongaro­n por décadas con Francia, esta aceptó comprar su antigua colonia, aunque en una cláusula del contrato se añadió que se consultara a la población sobre el asunto. El plebiscito, en el que participar­on 351 ciudadanos con derecho a voto, obtuvo un resultado de 350 a favor de volver al dominio francés y solo un voto a favor de permanecer bajo la autoridad sueca. Por ello, el 16 de marzo de 1878, Suecia hizo entrega de la colonia a las autoridade­s de la nación francesa.

Connected Worlds: The Caribbean,

Origin of Modern World”. This project has received funding from the European Union´s Horizon 2020 research and innovation programme under the Marie Sklodowska Curie grant agreement Nº 823846. Dirigido por Consuelo Naranjo Orovio desde el Instituto de Historia-CSIC.

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FUENTE EXTERNA Gustavo III de Suecia.

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