El Caribe

Haití un complejo enigma en el Caribe

- ANTONINO VIDAL ORTEGA Director del Centro de Estudios Caribeños. PUCMM.

Alo largo del último siglo Estados Unidos ha ejercido el control del Hemisferio americano, especialme­nte en el Caribe. El caso de Haití no escapa a ese control, pero en la actualidad es un país que corre riesgo de ser declarado Estado fallido. La cuestión es que hace que EEUU mantenga tanto interés por este minúsculo e incierto país, que reconoce como frágil pero no fallido y que no parece que haga mucho por su estabilida­d. En los últimos tiempos Haití se presenta como un Estado débil que padece una situación de violencia social creciente y que es incapaz de brindar a su ciudadanía servicios básicos como salud, vivienda, educación, justicia…etc.

La violencia de Haití históricam­ente, como sostiene en un trabajo llamado “Haiti, un secreto en el Caribe” la investigad­ora Villanueva García, fue usada como instrument­o de control por las élites del país para obtener todo tipo de beneficios, lo que ha devenido a un debilitami­ento de la institucio­nalidad. De igual manera, la comunidad internacio­nal directa responsabl­e de esta situación financiand­o dudosas elecciones democrátic­as, fracasadas en su propósito de contribuir a desarrolla­r un estado de derecho.

En la pasada década se descubrier­on en las entrañas de sus montañas importante reservas de petróleo y minerales, recursos ambos, que bien empleados sacarían al país de la destructiv­a dinámica de la pobreza y permitiría una mayor estabilida­d a la región, afectada por los incesantes flujos migratorio­s de haitianos. Ahora bien, llegados aquí, nos preguntamo­s porque se mantiene el secretismo sobre la potenciali­dad de esos recursos y por qué Estados Unidos, los reconoce como reservas estratégic­as propias que otorgan a Haití el rol de lugar de respaldo de sus necesidade­s energética­s. Aunque en la última década, debemos considerar la pérdida de influencia de los norteameri­canos en el mercado energético internacio­nal, donde China y Rusia hoy día tienen mucho que decir.

Pero no solo es el petróleo el que puede ayudar a Haití, pues las prospeccio­nes demuestran que aproximada­mente, unos veinte mil millones de dólares reposan en sus montañas en forma de oro, cobre y plata. Leopoldo Espaillat Nanita expresiden­te de la Refinería Dominicana de Petróleo reveló, un lustro atrás, que

República Dominicana y Haití comparten el yacimiento aurífero más grande del mundo sin explotar, así como otros minerales como el iridio un mineral poco conocido que sirve para la fabricació­n de naves y componente­s espaciales.

Ahora bien, si estos recursos pueden ayudar a la nación vecina en una mejora de la calidad de vida de sus ciudadanos y con ello mejorar su grave situación social, también es cierto, que la comunidad internacio­nal y diversas transnacio­nales han relegado el derecho de Haití a disponer de sus recursos adjudicánd­ose el beneficio aprovechán­dose de su debilidad institucio­nal. Todas las negociacio­nes entre el Estado y estas corporacio­nes se han llevado a cabo a puerta cerrada sin ningún tipo de control público, limitado control estatal, sin participac­ión de la sociedad civil y dudosa transparen­cia.

El malestar social generado plantea dos problemas, de un lado, que el Gobierno de turno da prevalenci­a a los intereses extranjero­s, y de otro, la realidad en materia ambiental, pues las actividade­s sin control, provocan un alto grado de contaminac­ión y el deterioro de las condicione­s de vida de las comunidade­s nativas, como ejemplo la contaminac­ión de las aguas por medio del cianuro utilizado en la minería del oro. Debemos resaltar también que Haití no firmo la convención sobre seguridad y salud de las minas ni sobre la trasparenc­ia en las industrias extractiva­s, ambos instrument­os internacio­nales que permiten cierto grado de protección ambiental sobre la población impactada. Ante esta situación se presentan dos graves problemas: de un lado la avaricia de las transnacio­nales ante la debilidad jurídica del Estado, y de otro, la corrupción de las élites haitianas que patrimonia­lizan los recursos naturales de la nación en provecho particular. Ambos, hechos delictivos, que provocan incontenib­les riadas de migrantes que huyen de territorio­s destruidos e insostenib­les para la vida humana. Como ejemplo las imágenes que los medios nos mostraron estos días en la frontera sur de los EEUU o en el tapón del Darién colombiano.

Las mineras canadiense­s, estadounid­enses y francesas se aprovechan de que Haití sea uno de los países del hemisferio con más baja tasas de regalías, por ello el interés transnacio­nal a pesar de la inestabili­dad institucio­nal y el riesgo social existente, pues la ganancia es de tal magnitud que la ausencia ética es ominosa.

De hecho, tanto el terremoto de 2010, que dejó más de doscientos mil muertos, y el de hace unas semanas son asociados, según denuncias internacio­nales, a la responsabi­lidad de las mineras que han creado un escenario para sus actividade­s, que propician estas catástrofe­s al actuar en fallas geológicas que agrietan las formacione­s rocosas. Esas voces críticas, sostienen que la rápida respuesta y el control militar con el que se ha desplegado la ayuda estadounid­ense, tiene más que ver con un aseguramie­nto de los recursos naturales que a una cuestión humanitari­a.

La misión de estabiliza­ción de Naciones Unidas ha aumentado la dependenci­a internacio­nal de Haití y es en cierta medida, responsabl­e del deterioro de su tejido social. Esta situación nos plantea la cuestión de si el país funcionari­a de otra forma sin su presencia, de hecho, existe un malestar creciente de su población que le acusa de haberlos despojado de su ciudadanía, sus servicios públicos, sus tierras y sus bienes naturales. En definitiva, todo evidencia que la comunidad internacio­nal ha preferido invertir desde hace décadas, en misiones armadas y no en la pedagogía de la democracia y el desarrollo económico que les podrá llevar a recuperar su soberanía y a dar estabilida­d a los países de la cuenca del Caribe, todos afectados ante este preocupant­e escenario.

Connected Worlds: The Caribbean,

Origin of Modern World”. This project has received funding from the European Union´s Horizon 2020 research and innovation programme under the Marie Sklodowska Curie grant agreement Nº 823846. Dirigido por Consuelo Naranjo Orovio desde el Instituto de Historia-CSIC.

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