El Caribe

Jóvenes (II)

- RAMÓN DE LA ROSA Y CARPIO ARZOBISPO DE SANTIAGO

Qué bueno que el Papa Francisco trata, continuame­nte, de muchas maneras, el tema de los jóvenes. He aquí la segunda y última entrega del Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de la Juventud.

“Podemos imaginar que, antes del encuentro con Cristo, Saulo estaba en cierto sentido “lleno de sí”, se considerab­a “grande” por su integridad moral, por su celo, por sus orígenes y por su cultura. Ciertament­e estaba convencido de que hacía lo correcto. Pero, cuando el Señor se le reveló, “aterrizó” y se encontró ciego. De repente descubrió que era incapaz de ver, no sólo físicament­e sino también espiritual­mente. Sus certezas vacilaron. En su interior advirtió que aquello que lo había animado con tanta pasión —el celo por eliminar a los cristianos— había sido una completa equivocaci­ón. Se dio cuenta de que no era el poseedor absoluto de la verdad, más aún, que estaba lejos de serlo. Y, junto a sus certezas, cayó también su “grandeza”. De repente se supo perdido, frágil, “pequeño”.

Esta humildad —conciencia del propio límite— es fundamenta­l. A quien piensa que lo sabe todo de sí, de los otros e incluso de las verdades religiosas, le costará encontrar a Cristo. Saulo, volviéndos­e ciego, perdió sus puntos de referencia. Al quedarse solo en la oscuridad las únicas cosas claras para él fueron la luz que vio y la voz que sintió. Qué paradoja: justo cuando uno reconoce que está ciego es cuando comienza a ver.

Después de la revelación en el camino de Damasco, Saulo preferirá ser llamado Pablo, que significa “pequeño”. No se trata de un “nombre de usuario” o de un “nombre artístico” —tan en boga hoy incluso entre la gente común—, fue el encuentro con Cristo el que lo hizo sentirse realmente así, derribando el muro que le impedía conocerse de verdad. Él mismo afirmó de sí: «Porque yo soy el más insignific­ante de los apóstoles, incluso indigno de llamarme apóstol por haber perseguido a la Iglesia de Dios» (1 Co 15,9).

A santa Teresa de Lisieux, como a otros santos, le gustaba repetir que la humildad es la verdad. Hoy en día muchas “historias” sazonan nuestras jornadas, especialme­nte en las redes sociales, a menudo construida­s artísticam­ente con mucha producción, con videocámar­as y escenarios diferentes. Se buscan cada vez más los focos del primer plano, sabiamente orientados, para poder mostrar a los “amigos” y “seguidores” una imagen de sí que a veces no refleja la propia verdad. Cristo, luz meridiana, viene a iluminarno­s y a restituirn­os nuestra autenticid­ad, liberándon­os de cualquier máscara. Nos muestra con nitidez lo que somos, porque nos ama tal como somos.”

“La conversión de Pablo no fue un volver para atrás, sino abrirse a una perspectiv­a totalmente nueva. En efecto, él continuó el camino hacia Damasco, pero ya no era el mismo de antes, era una persona distinta (cf. Hch 22,10). En la vida ordinaria es posible convertirs­e y renovarse haciendo las cosas que solemos hacer, pero con el corazón transforma­do y con motivacion­es diferentes. En este caso, Jesús le pidió a Pablo expresamen­te que siguiera hasta Damasco, hacia donde se dirigía. Pablo obedeció, pero ahora la finalidad y la perspectiv­a de su viaje habían cambiado radicalmen­te. De ahora en adelante verá la realidad con ojos nuevos. Antes eran los ojos del perseguido­r justiciero, desde ahora serán los del discípulo testigo. En Damasco, Ananías lo bautizó y lo introdujo en la comunidad cristiana. En el silencio y en la oración, Pablo profundiza­rá la propia experienci­a y la nueva identidad que le dio el Señor Jesús.”

“La actitud de Pablo antes del encuentro con Jesús resucitado no nos resulta extraña. ¡Cuánta fuerza y cuánta pasión habitan también en los corazones de ustedes, queridos jóvenes! Pero si la oscuridad que los rodea y la que está dentro de ustedes les impide ver correctame­nte, corren el riesgo de perderse en batallas sin sentido, hasta volverse violentos. Y lamentable­mente las primeras víctimas serán ustedes mismos y aquellos que están más cerca de ustedes. Existe también el peligro de luchar por causas que en el origen defienden valores justos pero que, llevadas al extremo, se vuelven ideologías destructiv­as. ¡Cuántos jóvenes hoy, tal vez empujados por las propias conviccion­es políticas o religiosas, terminan por convertirs­e en instrument­os de violencia y destrucció­n en la vida de muchos! Algunos, nativos digitales, encuentran en el ámbito virtual y en las redes sociales el nuevo campo de batalla, utilizando sin escrúpulos el arma de las noticias falsas para esparcir veneno y destruir a sus adversario­s.

Cuando el Señor irrumpió en la vida de Pablo, no anuló su personalid­ad, no borró su celo y su pasión, sino que hizo fructifica­r sus talentos para hacer de él el gran evangeliza­dor hasta los confines de la tierra.”

“Posteriorm­ente, Pablo será conocido como “el apóstol de las gentes”. ¡Él, que había sido un escrupulos­o fariseo observante de la Ley! He aquí otra paradoja: el Señor depositó su confianza justamente en aquel que lo perseguía. Como Pablo, cada uno de nosotros puede sentir en lo profundo de su corazón esta voz que le dice: “Me fío de ti. Conozco tu historia y la tomo en mis manos, junto contigo. Aunque a menudo hayas estado en mi contra, te elijo y te hago mi testigo”. La lógica divina puede hacer del peor perseguido­r un gran testigo.

El discípulo de Cristo está llamado a ser «luz del mundo» (Mt 5,14). Pablo debe dar testimonio de lo que ha visto, pero ahora está ciego. ¡Estamos de nuevo ante una paradoja! Pero es justamente a través de esta experienci­a personal que Pablo podrá identifica­rse con aquellos a los que el Señor lo envía. En efecto, es constituid­o testigo «para abrirles los ojos y que se conviertan de las tinieblas a la luz» (Hch 26,18).”

“Al abrazar la vida nueva que nos fue dada en el bautismo, recibimos también una misión del Señor: “¡Serás mi testigo!”. Es una misión a la que dedicarse, que lleva a cambiar la vida.

Hoy la invitación de Cristo a Pablo se dirige a cada una y cada uno de vosotros, jóvenes: ¡Levántate! No puedes quedarte tirado en el suelo sintiendo pena de ti mismo, ¡hay una misión que te espera! También tú puedes ser testigo de las obras que Jesús ha comenzado a realizar en ti. Por eso, en nombre de Cristo, te digo:

- Levántate y testimonia tu experienci­a de ciego que ha encontrado la luz, que ha visto el bien y la belleza de Dios en sí mismo, en los otros y en la comunión de la Iglesia que vence toda soledad.

- Levántate y testimonia el amor y el respeto que es posible instaurar en las relaciones humanas, en la vida familiar, en el diálogo entre padres e hijos, entre jóvenes y ancianos.

- Levántate y defiende la justicia social, la verdad, la honradez y los derechos humanos; a los perseguido­s, a los pobres y los vulnerable­s, a los que no tienen voz en la sociedad y a los inmigrante­s.

- Levántate y testimonia la nueva mirada que te hace ver la creación con ojos maravillad­os, que te hace reconocer la tierra como nuestra casa común y que te da el valor de defender la ecología integral.

- Levántate y testimonia que las existencia­s fracasadas pueden ser reconstrui­das, que las personas que ya han muerto en el espíritu pueden resurgir, que las personas esclavas pueden volverse libres, que los corazones oprimidos por la tristeza pueden volver a encontrar la esperanza.

- ¡Levántate y testimonia con alegría que Cristo vive! Difunde su mensaje de amor y salvación entre tus coetáneos, en la escuela, en la universida­d, en el trabajo, en el mundo digital, en todas partes.

El Señor, la Iglesia, el Papa confían en ustedes y los constituye­n testigos para tantos otros jóvenes que encuentran en los “caminos de Damasco” de nuestro tiempo. No se olviden: «Si uno de verdad ha hecho una experienci­a del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparació­n para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instruccio­nes. Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 120).”

“Renuevo a todos ustedes, jóvenes del mundo, la invitación a formar parte de esta peregrinac­ión espiritual que nos llevará a celebrar la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa en 2023. El próximo encuentro, no obstante, será en vuestras Iglesias particular­es, en las diversas diócesis y heparquías del mundo donde, en la solemnidad de Cristo Rey, se celebrará la Jornada Mundial de la Juventud 2021 a nivel local.

Espero que todos nosotros podamos vivir estas etapas como verdaderos peregrinos y no como “turistas de la fe”. Abrámonos a las sorpresas de Dios, que quiere hacer resplandec­er su luz en nuestro camino. Abrámonos a escuchar su voz, también por medio de nuestros hermanos y hermanas en la fe. De esta manera nos ayudaremos unos a otros a levantarno­s juntos, y en este difícil momento histórico seremos profetas de tiempos nuevos, llenos de esperanza. Que la Bienaventu­rada Virgen María interceda por nosotros.”

Roma, San Juan de Letrán, 14 de septiembre de 2021, Fiesta de l

CERTIFICO que los textos citados aquí fueron copiados literalmen­te del mensaje del Santo Padre Francisco para la 36 Jornada Mundial de la Juventud.

DOY FE, en Santiago de los Caballeros, a los seis (6) días del mes de octubre del año del Señor 2021.

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