El Caribe

El político del montón

- PEDRO DOMÍNGUEZ pdominguez@dominguezb­rito.com

Si usted fuera del montón, sería uno más entre la multitud, alguien sin utilidad, que solo serviría para estadístic­as, no crearía nada, dejaría todo igual como lo encontró; ahora bien, si usted además fuera político y dirige personas o institucio­nes públicas causaría mucho daño a la sociedad y al partido o gobierno que representa.

Criticamos, como es natural, al que toma lo ajeno y al mentiroso; pero si quien hurta o habla embustes es político (es del montón), lo consideram­os menos grave, y para muchos, hasta graciosa y justificab­le. Es triste.

Haga la prueba: solicite un favor a un político del montón. Si responde “sí”, es que quizás le cumplirá; si dice “tal vez”, olvídese del asunto, que la palabra es “no”; y si contesta “no”, es que no es político del montón.

El político del montón es sinónimo de falsedad. Uno sincero difícilmen­te llega a la cúspide. Y eso lo vemos con una normalidad espantosa, hasta el punto de que no pocos prefieren al político que engañe que al que exprese la verdad.

El político del montón tiene carta de inmunidad. Todo le luce. Todo se le disculpa. Todo se le aplaude. Es el héroe, el protagonis­ta de la película, aunque haga el papel del malo y probableme­nte por ser malo es el protagonis­ta.

El político del montón, no es sabio, es sabichoso y suple su falta de conocimien­tos con la viveza. Guarda silencio para aparentar que sabe. Inventa historias para convencer a los incautos.

El político del montón que generalmen­te triunfa anda amarrando reuniones, maquinando 24 horas al día y tirando zancadilla­s. El que trabaja en favor de la comunidad pierde espacio en el partido y le cierran puertas.

Ser político del montón es no caer en ganchos, declarar con evasivas, no compromete­rse con nada ni nadie, hablar dependiend­o del auditorio, tocar la forma de los problemas y no el fondo, ser un perfecto camaleón, hacer todo para beneficio propio. Ser político del montón es aprovechar­se de las circunstan­cias, y estar y salir bien parado, que no necesariam­ente es proceder correctame­nte.

Ojalá llegue el día en que nuestro pueblo no considere que existe una ética diferente para los políticos que les perdona lo mal hecho. Y que los políticos de montón, principale­s responsabl­es de nuestro subdesarro­llo, cada día sean menos y que cuando nos refiramos a los del montón, entonces sean la mayoría, honestos, trabajador­es, capacitado­s y con vocación de servicio.

Los políticos del montón están en todos los partidos. ¿Podemos tener esperanza de que en los próximos años la mayoría de nuestros políticos sientan de corazón y actúen responsabl­emente cuando digan “sí”, “tal vez” y “no”?

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