Covid en fin de semana largo
ESTAMOS A LAS PUERTAS DEL FERIADO más largo del año, extralargo se podría decir, porque cubre cuatro días, desde el viernes 21 hasta el lunes 24, inclusive.
Es por el Día de la Altagracia y el natalicio de Juan Pablo Duarte, cuyo feriado se mueve del miércoles 26 al lunes 24, situación que ha motivado que el ministro de Salud Pública recomiende prudencia y moderación y observar los protocolos Covid, además de ser una pausa ideal para vacunarse.
Esa debería ser la prioridad porque todavía, si nos atenemos al boletín epidemiológico de la víspera, estamos en la cresta de la quinta ola de la pandemia con casos activos por encima de los 34,500, una positividad en las últimas cuatro semanas de 30.73% y ocupación de camas Covid y UCI en 39% y en ventiladores 32%.
Son todos indicadores que apuntan hacia arriba, así que lo menos que se puede hacer es cuidarse, en momentos en que el Comité de Emergencia de la OMS ha decidido mantener la emergencia internacional.
Su mensaje es de no descuidar la vigilancia, porque si bien la dominante ómicron no va acompañada de un aumento de fallecimientos, porque muchos nuevos casos son leves, la actual ola de contagios globales acumula cifras récord.
Este comité estima que el riesgo global sigue siendo alto, debido en parte al auge de nuevas variantes del coronavirus, por lo que entre sus principales conclusiones figura acelerar la investigación sobre la eficacia de las vacunas y la duración de la inmunidad que proporcionan.
Como la comunidad científica agrupada en el Comité de Emergencia de la OMS está poniendo en agenda discutir la duración de la inmunidad, es un aviso a los que solo tienen una o dos dosis que se administren la de refuerzo, y ni hablar de los que hasta ahora están sin ninguna.
Hagamos del fin de semana largo un espacio para un gran impulso a la vacunación, lo que supone, en consonancia con el llamado de Salud Pública, que las autoridades mantengan disponibles y equipados los lugares habilitados para todo el que decida inocularse.
NELSON ENCARNACIÓN
El recientemente fallecido escritor, arqueólogo y antropólogo Marcio Veloz Maggiolo, uno de los más solidos intelectuales de nuestro país, dentro de su abundante bibliografía, publicó una obra titulada El hombre del acordeón, en la cual mezcla historia, política y aspectos de la realidad rural y musical de la República Dominicana.
El hombre del acordeón es Ñico Lora, una verdadera cantera de sapiencia instintiva de nuestra música vernácula, el folclor de tierra adentro, y, sobre todo, un maestro de la composición para el llamado “perico ripiao”, es decir, güira, tambora, marimba y acordeón.
Y aquí conecto.
Hace unos años un visitante alemán fue llevado por amigos dominicanos a una “enramá” para que, como parte del recorrido para presentarle diversos ambientes, conociera algo de nuestra música. Allí tocaba un conjunto de “perico ripiao”.
El visitante extranjero quedó asombrado al notar la destreza con la que el acordeonista se explayaba en la ejecución de aquel instrumento, y no pudo aguantarse las ganas de indagar si el individuo tenía formación musical.
Lógicamente que sus amigos le explicaron que ni por curiosidad el acordeonista había pasado por una escuela de música, lo que casi le provoca un desmayo.
Entonces empezó a disertar sobre lo extraño de que una persona sin escuela musical pudiera ejecutar tan diestramente un instrumento complejo como el acordeón.
Suponemos que si el asombro del visitante fue tal observando a una especie de murga de nuestro folclor campesino, habría quedado en shock de haber visto a cualquiera de nuestros grandes acordeonistas del pasado lejano y un poco más reciente.
Habría caído de rodillas frente al propio Ñico, Isidoro Flores o Pedro Reynoso.
Su situación habría sido irremediable viendo ejecutar a “Guandulito”, el Cieguito de Nagua, o más recientemente una descarga acordeonera de Fefita la Grande, María Díaz, La India Canela, Francisco Ulloa, Yovanny Polanco, José el Calvo o Rafaelito Román.
Y la tapa al pomo del espanto y brinco para el alemán le habría sobrevenido si hubiese tenido la suerte—mala suerte, en todo caso—de participar en una corrida musical de Tatico Henríquez, bautizado por mi amigo Rafael Chaljub Mejía, con justa razón, como “el Monarca”.
No sería para menos si, por ejemplo, Tatico le hubiese ejecutado “Las 7 pasadas”, donde el desaparecido “el Monarca” juega con los compases a su mejor entender y parecer.
Creo que la sorpresa del visitante tiene su fundamento en que el acordeón es un instrumento de origen austriaco, y resulta inexplicable que en una isla perdida del Caribe se apropiaran del mismo para elevarlo a la categoría de altar musical con nombre propio: “Perico Ripiao”. “El Prodigio” es un caso separado, pues éste sí tiene escuela.