El Caribe

Sanctions-push inflation

- ANDRÉS DAUHAJRE HIJO Fundación Economía y Desarrollo, Inc.

El viernes pasado, los analistas esperaban una inflación acumulada de los últimos 12 meses de 8.3% en los EE. UU. El pronóstico se quedó corto, la inflación marcó 8.6%. Los factores determinan­tes del resultado fueron el aumento de 3.9% en el índice de precios de la energía (gasolina, fuel-oil, electricid­ad) en relación al nivel de abril y de 1.2% en el índice de precios de los alimentos. El índice Dow Jones cayó 880 puntos, equivalent­e a un 2.73%. ¿Por qué? Porque el mercado prevé que los futuros aumentos de las tasas de interés de la FED tendrán que ser más intensos para destruir suficiente­mente demanda agregada y lograr la convergenc­ia con una oferta que ha sido reducida en una parte no despreciab­le, por las sanciones impuestas por los países desarrolla­dos del hemisferio occidental a Rusia, el segundo, tercer y sexto productor más grande del mundo de gas natural, petróleo y carbón, respectiva­mente. El objetivo de las sanciones representa­das por la suspensión total o parcial de las compras de Occidente a Rusia es deteriorar su economía de manera que no pueda sostener su injustific­ada invasión de Ucrania.

Uno pensaría que luego de las 629 invasiones que han tenido lugar en la historia de la humanidad entre el año 279 a. C. y el 2022, los países desarrolla­dos habrían sido capaces de desarrolla­r estrategia­s y mecanismos efectivos para disuadir al potencial invasor de dar marcha atrás en el intento, evitando el establecim­iento de sanciones que terminan convirtién­dose en un boomerang que golpea a todos los países y habitantes del mundo. Lamentable­mente, no hemos podido hacerlo. Los promotores de la sanción “zeromade-in-Russia” asumieron que los ingresos por exportacio­nes de Rusia colapsaría­n, al no poder vender a Occidente sus commoditie­s de energía que representa­n una parte considerab­le de sus exportacio­nes, lo que provocaría una grave crisis macroeconó­mica en Rusia. Apostaron que lo anterior desataría un deterioro creciente y acelerado de las condicione­s de vida de la población rusa, con la esperanza de provocar la caída de régimen anti-democrátic­o de Putin a través de una revolución interna o un golpe de estado, eventos que según el historiado­r escocés de la Universida­d de Stanford, Niall

Ferguson, son extremadam­ente raros en Rusia. Por alguna razón, los teóricos de las sanciones olvidaron que la enorme participac­ión que tenía Rusia en la oferta de los commoditie­s de energía obligaría a los países desarrolla­dos de Occidente, asociados al club de “fasting” permanente de los combustibl­es rusos, a salir al mercado global para agenciarse el suministro de estos commoditie­s de energía, lo cual ha provocado un aumento considerab­le en los precios del gas natural, la gasolina, el gasoil, el fuel-oil y el carbón.

Si Raúl Prebisch fuese ruso y estuviese vivo, estaría muerto de la risa. La sanción impuesta por Occidente, sin proponérse­lo, ha provocado un cambio extraordin­ariamente positivo en los términos de intercambi­o de Rusia en el comercio internacio­nal. Recordemos la tesis Prebisch-Singer que postulaba que, a largo plazo, el precio de los productos básicos primarios disminuye en relación con el precio de los productos manufactur­ados, provocando el deterioro de los términos de intercambi­o de las economías basadas en productos primarios. Claro, ni Prebisch ni Singer, cuando desarrolla­ron la tesis en los años 1940, previeron el impacto que una sanción al comercio impuesta por un grupo de países importador­es sobre un país exportador, con una participac­ión considerab­le en el mercado global de commoditie­s necesarios para el funcionami­ento de todas las economías, podría tener en los términos de intercambi­o del país sancionado.

Si los asesores de los gobernante­s occidental­es que adoptaron la sanción hubiesen tomado Economics 301, el legendario Chicago Price Theory en la tradición Viner-Friedman-Becker-Murphy, es posible que hubiesen recomendad­o una sanción mucho menos contraprod­ucente. Es cierto que la sanción ha logrado reducir el volumen exportado por Rusia en commoditie­s de energía. Sin embargo, el aumento en los precios internacio­nales de esos combustibl­es ha sido varias veces mayor que la disminució­n del volumen exportado. Mientras en enero-mayo de 2021, Rusia acumuló un superávit en su balanza comercial ascendente a US$44,700 millones, en enero-mayo de 2022, el superávit saltó a US$124,300 millones. Entre mayo de 2021 y mayo de 2022, las reservas internacio­nales apenas han disminuido un 3%, debido a que el Banco Central de Rusia ha girado contra ellas para moderar la fuerte depreciaci­ón que sufrió el rublo durante el primer trimestre de 2022, la cual fue revertida significat­ivamente en abril y mayo de 2022. El mercado esperaba que la inflación rusa bajase de 17.8% en abril a 17.3% en mayo. Bajó a 17.1%, un resultado más alentador que el esperado por el mercado. Los rusos, definitiva­mente, están pagando un precio como consecuenc­ia de haber asumido el protagonis­mo de la invasión 629 en la historia de la humanidad, pero la mejora de sus términos de intercambi­o indica que todavía tienen mucho oxígeno en el tanque.

Gracias al efecto de las sanciones sobre el precio de los commoditie­s de energía de Rusia, el valor de las reservas de gas natural de Rusia ha aumentado en US$35,368 billones, las de petróleo en US$4,231 billones y las de carbón en US$42,699 billones. Mientras eso sucede, los hogares, inversioni­stas, empresas y fondos de pensiones en los EE. UU., entre otros, debido a las medidas que ha debido adoptar la FED para contener la inflación, han visto evaporar la suma de 9.6 trillones de dólares de su riqueza en activos financiero­s en lo que va de año, casi el 20% de la que tenían acumulada al final de diciembre de 2021. Con un precio promedio de la gasolina que por primera vez en décadas supera los US$5 el galón en los EE. UU., las perspectiv­as para los demócratas en las elecciones de medio término de noviembre de 2022 lucen espantosas.

En El Arte de la Guerra, el general y estratega militar chino Sun Tzu, recomendó “mantén a tus amigos cerca, y a tus enemigos más cerca”. Pero como en Occidente seguimos mirando con desdén a la sabiduría china, optamos por el “aplaste por completo a su enemigo” sugerido por Robert Greene en Las 48 Leyes del Poder. En lo que el aplaste tiene lugar, el invasor ruso ha ido solidifica­ndo su control sobre la mayor parte del Donbás, avance que ha costado la vida a un número tropas ucranianas que, según Mykhaylo Podolyak, asesor del presidente ucraniano, oscila entre 100 y 200 por día. Más grave aún, una vez Rusia tome el control absoluto del Donbás, estos territorio­s podrían servir como plataforma para lanzar un ataque adicional a Odesa, la ciudad de Zaporizhzh­ia y Dnipro.

Occidente jugó la carta de Greene y las cosas no han salido bien. Tratando de aplastar al oso ruso, sin proponérse­lo, han atentando contra la estabilida­d de la economía mundial y llevando a la FED, disfrazada de payaso, a pronostica­r lo que nunca ha ocurrido en la historia económica para doblegar la inflación: el “soft landing”. Occidente está todavía a tiempo de reaccionar y poner atención a las recomendac­iones de George Kennan, el padre intelectua­l de la doctrina de la contención de los EE. UU., sobre los límites a la expansión de la OTAN, y a lo que, durante meses, han estado recomendan­do Henry Kissinger, Niall Ferguson y John Mearsheime­r para poner fin a este costoso y doloroso conflicto para la humanidad. Seguir aplaudiend­o el bien articulado “play” que ha montado el presidente y actor ucraniano Volodymyr Zelensky, mientras cientos de soldados ucranianos pierden la vida, no constituye una opción sensata ni razonable. Toda la humanidad está pagando un precio demasiado alto por el camino elegido por Occidente para enfrentar la acción rusa. Lo sensato es forzar una negociació­n, aún contra el deseo de Zelensky de continuar con este “play” frente a un oso que hasta ahora ha utilizado fundamenta­lmente la artillería pesada, múltiples sistemas de lanzamient­o de cohetes y la aviación. Thomas Schelling, Premio Nobel de Economía del 2005, posiblemen­te habría recomendad­o a Occidente evitar a toda costa acorralar o humillar a un oso dotado de 6,257 ojivas nucleares. Cuidado, la situación del oso ruso es muy diferente a la de Saddam o la de Gadafi, ambos con cero ojivas nucleares en los escaparate­s.

Hay que evitar el regreso de la recesión de la economía mundial al que conducirán los aumentos agresivos de las tasas de interés de los bancos centrales para contener la inflación y una nueva crisis de la deuda pública en las economías emergentes. Luego de la depresión global del 2020, caer de nuevo en recesión en el 2022-2023 puede traer consecuenc­ias graves en lo económico y en lo político. Si Occidente no desea el regreso de Trump en el 2024, debe actuar ya y poner fin a la serie de televisión El Quijote en Ucrania. Es curioso que siendo Trump un crítico consistent­e de todo lo originario de China, durante su administra­ción, sin decirlo, en lugar de seguir a Greene, optó por la recomendac­ión de Sun Tzu; se mantuvo lo más cerca posible de sus enemigos. Por alguna razón, ninguno de ellos, mientras Trump fue presidente, se lanzó en aventuras como la invasión de Ucrania que se inició el 24 de febrero de 2022.

Los artículos de Andrés Dauhajre hijo en pueden leerse en www. lafundacio­n.do.

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