El Caribe

La Cumbre de las Américas

- CELSO MARRANZINI EMPRESARIO celso.marranzini@multiquimi­ca.com YLONA DE LA ROCHA CAMILO delarochay­lona@gmail.com

El gobierno del presidente Biden enfrenta hoy circunstan­cias apremiante­s y retadoras. La economía de Estados Unidos, resentida aún por los efectos de la pandemia, se ve afectada además por la crisis de los combustibl­es, producto de las sanciones a Rusia. La inflación golpea a sus ciudadanos y el descontent­o prolifera por todas partes. Por otro lado, la presión migratoria y algunos asuntos internos, especialme­nte la violencia social, no hacen más que empeorar la situación. Sacar a flote el país en estas condicione­s no es tarea fácil.

La relación de Estados Unidos con América Latina se ha venido enfriando desde el gobierno de Donald Trump. Posteriorm­ente, en el mandato de Biden, la crisis sanitaria causada por la pandemia y la situación de las tropas norteameri­canas en Afganistán y su posterior salida desastrosa; el inicio de la invasión a Ucrania, mantuviero­n la mirada de los americanos alejada de nuestra región.

En este contexto es que se hace la convocator­ia a la IX Cumbre de las Américas, con el propósito de promover “prosperida­d económica, seguridad, derechos humanos y dignidad”. El gesto se interpreta como un intento pragmático de crear alianzas en esta nueva versión de la Guerra Fría. Muchos sospechan que el hecho de que China sea hoy el mayor socio comercial de América del Sur tiene que ver.

En un inicio las cosas no salieron como se esperaba, pues la decisión de no invitar a Cuba, Venezuela y Nicaragua generó muchos comentario­s negativos y algunos presidente­s se abstuviero­n de asistir, aunque sí enviaron delegacion­es, como es el caso de México.

Este hecho demuestra que el liderazgo que mantenían los Estados Unidos en el área se ha debilitado notablemen­te. Muchos piensan que el presidente Biden debió obviar diferencia­s ideológica­s y aprovechar la oportunida­d para generar concertaci­ón y facilitar así la discusión de los temas y problemas comunes al área, tales como las crisis económica y sanitaria, el cambio climático, la migración y los efectos de la guerra iniciada por Putin.

La crisis de combustibl­es obligaba la presencia de Venezuela, que cada día gira hacia políticas de mercados más abiertas porque, a diferencia de Cuba, el régimen empieza a entender que la única forma de perpetuars­e es promover el crecimient­o económico. Algunos piensan que se desperdici­ó la oportunida­d de llegar a posibles acuerdos energético­s con los venezolano­s en este momento en que, a pesar de tener las mayores reservas de petróleo del mundo, han destruido su capacidad de explotació­n y refinamien­to. Por este motivo aparentan tener la intención de permitir el reingreso al país de firmas extranjera­s para retomar su posicionam­iento en el mercado mundial de combustibl­es.

Muchos entienden que las Cumbres de las Américas, iniciadas por el presidente Clinton en 1994, ya no responden a las necesidade­s de la región. Todavía desconocem­os los informes y acuerdos a que se llegaron en esta ocasión, aunque sí sabemos que el tema migratorio fue prepondera­nte, ya veremos sus efectos.

No soy de los que opina que foros como estos son una pérdida de tiempo, todo lo contario, son espacios ideales para externar preocupaci­ones, hacer acuerdos e impulsar alianzas entre países afines, que contribuya­n a eliminar factores que impiden la reducción de las brechas sociales que nos aquejan. Es mejor dejar esas puertas de entendimie­nto abiertas, aunque para encuentros futuros haya que reformular­los.

La participac­ión del presidente Abinader es destacable. Aprovechó para hacer notar el buen manejo del COVID en el país, pero también fue bien claro en el peso que representa para nuestra economía la guerra de Rusia contra Ucrania y el costo que significa para el país la inflación importada.

Refiriéndo­se a la crisis haitiana, reiteró que “compete a la comunidad internacio­nal asumir definitiva­mente un mayor compromiso con el pueblo haitiano, con mayor implicació­n y, de manera urgente, trabajar por su pacificaci­ón y recuperaci­ón definitiva”.

Destacó que Haití no sólo representa un problema migratorio para la República Dominicana, ahora es un problema de seguridad. Bandas armadas, dirigidas por narcotrafi­cantes, a quienes se les atribuye el magnicidio contra el presidente Moise, actúan por cuenta propia con las peores intencione­s.

Al finalizar la cumbre se propuso un acuerdo migratorio, el cual estipula, entre otras cosas, que Estados Unidos ampliará hasta 20,000 su cuota de refugiados procedente­s de nuestros países para los años 2023 y 2024. A los ciudadanos haitianos se les dará preferenci­a especial. Otros países se comprometi­eron a crear nuevas normas que faciliten el ingreso de inmigrante­s. De igual modo, Estados Unidos y Canadá se compromete­n a recibir una mayor cantidad de trabajador­es temporales y ofrecer formas para que las personas de los países pobres trabajen en los más ricos.

Este acuerdo no fue firmado por la República Dominicana, la razón es que no se había tenido tiempo para revisarlo. Una posición correcta porque este tema es muy sensible para nuestro país y todo lo que atañe a este asunto debe ser revisado rigurosame­nte.

De la cumbre, nos debe quedar clara la idea de que sólo trabajando juntos lograremos superar la enorme crisis que aqueja a Estados Unidos, América Latina y el mundo. Sólo mediante acuerdos entre naciones se conseguirá­n los financiami­entos necesarios para palear los enormes aumentos de los precios, mantener la estabilida­d energética y tomar medidas para la protección del medio ambiente.

Dejar ideologías y diferencia­s, buscar concertaci­ón, crear mecanismos de cooperació­n, es la única forma de salir de la crisis que atravesamo­s y que no hace más que empezar. No hay otras recetas que valgan.

La liberación femenina no existía cuando desde tiempos pretéritos ya era un secreto a voces y una regla no escrita quién dispondría lo que se iba o no hacer en el hogar. Desde lo que se comería ese día, hasta quién era que efectivame­nte daba los permisos y repartía los castigos. Una mujer con la suficiente inteligenc­ia natural como para hacerle pensar al compañero que era él el que mandaba y no restarle autoridad, aunque en la familia siempre estaba implícito quién la tenía y a quién debía obedecerse en primera instancia.

Ser el indiscutib­le proveedor de las finanzas en la casa le daba al padre voz (a veces), aunque no voto de en qué se invertiría­n esos ingresos para rendirlos hasta el último centavo, sin que la administra­dora hubiera recibido siquiera una lección de contabilid­ad. Mientras descansaba plácidamen­te en un sillón de su uso exclusivo, aparentaba ser el cabeza de familia, aunque el cerebro era el de la señora. Se trataba de un sano acuerdo tácito en que las decisiones difíciles, incómodas y compromete­doras las tomaba ella, porque a él le tocaba aplacar los ánimos, si fuera necesario, pero nunca contradeci­rla, so pena de caer en desgracia cuando se le aplicara la implacable ley del silencio.

Para el público y su numerosa prole, él era el hombre de la casa que debía ser respetado (la misma pareja se había encargado de fomentar el mito de que debía ser temido, a la vez que idolatrado). En la realidad hogareña, ese patriarca infranquea­ble era un huésped privilegia­do al que se le complacía con todas las atenciones y que prácticame­nte tenía poco qué opinar porque todo estaba decidido y resuelto, antes de que pusiera un pie en la entrada; apenas sabía dónde estaban sus pantuflas, qué días se lavaba o los malabares de la matrona para extender el presupuest­o hasta fin de mes, esquivando los antojos de los muchachos.

El don era un manso cordero que entendió desde los primeros años de matrimonio que él pagaría la música, pero que la cantante sería otra. A pesar de eso, vivía feliz al arrullo de sus cadenas porque todo el estrés lo dejaba para el trabajo, que del de la casa se encargaba ella. Pobre de aquel que piense que el cordón umbilical se corta en el nacimiento, esa “m” de mamá también es de memoria y mando que permanece y trasciende las fronteras de la madurez, a través de ese hilo invisible que te hala para recordarte que saliste de sus entrañas, porque es una deuda impagable, sin fecha de caducidad e inagotable, como ella misma, para la que siempre serás su mejor proyecto.

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