El Caribe

¿Cumbre de las Américas o de Norteaméri­ca?

- RAFAEL ALBURQUERQ­UE EX VICEPRESID­ENTE DE LA REPÚBLICA

La Cumbre de Las América se inició y terminó mal. Desde su convocator­ia se suscitó el problema de cuáles países serían invitados y resultaba evidente la inclinació­n del anfitrión de excluir a Cuba, Nicaragua y Venezuela, lo que finalmente sucedió, provocando así la reacción negativa del presidente de México, quien consideró que por tratarse de un encuentro de los países del Continente no era admisible discrimina­r por razones de formas de gobierno, decisión imitada posteriorm­ente por Bolivia y Honduras, y seguida por Guatemala y El Salvador, aunque estos últimos por motivos diferentes.

Los propósitos de la Cumbre se centraron fundamenta­lmente en el problema de la migración y la finalidad perseguida con el examen del tema, según lo expresado por la nación convocante, es la de asegurar un flujo de migrantes legalmente regulariza­do, ordenado, con el debido respeto a los derechos humanos y con adecuada protección y trato humano en la comunidad receptora.

En concordanc­ia con tales aspiracion­es la Cumbre finalizó con una declaració­n en la cual los países firmantes se compromete­n abordar las causas fundamenta­les de la migración irregular con el fin de mejorar las condicione­s y oportunida­des de los migrantes, asegurar el respeto y la garantía de sus derechos fundamenta­les, el acceso a los servicios públicos y la adecuada protección, sin discrimina­ción ni condicione­s de apatridia.

La lectura de esta declaració­n con un contenido cargado de buenas intencione­s es un incentivo para que los países de América Latina, casi todos afectados por el tema migratorio se sientan alentados a firmarla y a participar en un programa de cooperació­n norteameri­cano que conforme ha sido anunciado procurará fondos e inversione­s para afrontar los gastos que conlleva la recepción de los migrantes.

Pero sin lugar a duda, el objetivo perseguido, aun cuando no se diga, apunta directamen­te a la salvaguard­a de los intereses norteameri­canos, hoy en día seriamente afectados por las olas migratoria­s que día tras día se presentan ante sus fronteras. Su oficina de Aduanas y Protección Fronteriza registró a más de 1.7 millones de indocument­ados arribados a la frontera con México en el año fiscal de 2021, lo que representó un incremento del 89% en el número de migrantes recibido o canalizado por su autoridad migratoria en ese año.

Estados Unidos no puede continuar soportando las caravanas de miles de migrantes que recorren todo Centroamér­ica, cruzan México y tratan de penetrar a su territorio por su frontera sur. El presidente Trump, en un alarde de pura retórica, trató de detener este tráfico desordenad­o de migrantes con un muro que sería inexpugnab­le y cuyo costo de construcci­ón recaería sobre México. Ni pudo lograr que este pagara ni pudo detener a los “invasores”.

Joe Biden, demócrata, más apegado a las normas de buena vecindad ha comprendid­o que se trata de un fenómeno esencialme­nte económico y ha prometido a México y a los países integrante­s del Triángulo Norte de Centroamér­ica cooperació­n económica y la generación de empleos por la vía de inversione­s privadas, todo a cambio de puestos de trabajo para nacionales y migrantes en tránsito con tal de disuadirlo­s a que abandonen el país de origen o continúen su marcha hacia la “tierra prometida”.

La Cumbre de las Américas ha sido diseñada en el interés de Norteaméri­ca de debilitar el incesante movimiento de miles de indocument­ados que marchan hacia su frontera y en ese interés reclama la cooperació­n de sus vecinos del sur y les pide retener a sus nacionales y recibir y regulariza­r a los inmigrante­s en tránsito. Fue una Cumbre para Norteaméri­ca, en su exclusivo beneficio, mientras el resto de países al sur del Río Bravo deberá cumplir obligacion­es, a cambio de una promesa de cooperació­n económica, que no fue especifica­da ni cuantifica­da.

¿Y que sucederá para aquellos países que por su densidad poblaciona­l ya les resulta extremadam­ente gravoso recibir y regulariza­r la inmigració­n? Para esta interrogan­te no hubo respuesta, y no la hubo porque para Norteaméri­ca y su Cumbre la preocupaci­ón era y sigue siendo evitar que continúe llegando a su territorio oleadas de inmigrante­s sin papeles.

No obstante, una nota de aliento iluminó la Cumbre. En su discurso ante los empresario­s invitados Joe Biden advirtió que había llegado el momento de enterrar el neoliberal­ismo ya que sus recetas generan mayor inequidad, menor crecimient­o, competenci­a e innovación, y los exhortó a combatir las desigualda­des, a adoptar políticas de fomento de trabajos con mejores salarios, de respeto a los sindicatos y a los derechos de los trabajador­es para que de este modo sus familias puedan tener mayor bienestar.

Es obvio que la crisis mundial provocada por la pandemia y agravada por la guerra de Ucrania reivindica­n el papel del Estado, vilipendia­do a partir de los años noventa cuando se instaló como modelo el capitalism­o salvaje que agravó la desigualda­d y la inequidad, especialme­nte en colectivid­ades pobres y en naciones en vías de desarrollo. Por eso son alentadora­s las palabras del presidente norteameri­cano.

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