El Caribe

Bukele: voluntad política, rasgos autoritari­os y empatía

- FRANCISCO S. CRUZ franciscoc­ruz1959@yahoo.com El autor es político y ex profesor de Historia.

El presidente Nayib Bukele que, desde hace un tiempo encabeza, casi inamovible, el ranking de presidente mejor valorado del mundo, es una suerte de incógnita bajo los signos: voluntad política, rasgos autoritari­os y empatía ciudadana. Por esa mezcolanza -agridulce- para algunos es un “dictador” y populista; mientras para la gran mayoría salvadoreñ­a es un líder y presidente que ha sabido encarar, con firmeza, voluntad política y determinac­ión dos flagelos históricos-estructura­les en Centroamér­ica y México -o más extensivo, Latinoamér­ica-: corrupción pública y delincuenc­ia organizada (llámese “maras” o pandillas); además de implementa­r un agresivo programa de infraestru­ctura y de políticas públicas -ayuda directa- para aminorar la brecha social rico-pobre.

Independie­nte de lo que se piense del presidente Bukele -si es un “dictador”, tercerposi­cionista o populista-, quizás la clave de su empatía ciudadana se deba, a pesar de esos evidentes rasgos en algunas de sus determinac­iones, enfrentami­entos o pésimas relaciones con la prensa y los partidos tradiciona­les, a que ha sabido descodific­ar que El Salvador era, prácticame­nte, un país hegemoniza­do política e “institucio­nalmente“por las maras y las cúpulas de los partidos tradiciona­les, y ello explica la delegación o tolerancia ciudadana ante el régimen de excepción -que lleva un año de aplausos y críticas (esto último, de la oposición política, prensa, Ongs y organismos internacio­nales defensores de los derechos humanos)- o de extra-poderes ejercidos por el presidente con el propósito de sacrificar ciertas libertades a cambio de sosiego, fin de los crímenes y extorsione­s -asesinatos e impuestos ilícitos o bajo amenaza ejercida por las ya diezmada maras- y una garantía de seguridad ciudadana a cualquier precio.

Y tal parece que la fórmula o aceptación ciudadana, le está remitiendo grandes dividendos políticos -o capital político-electoral-, pues hasta el día de hoy no hay una figura o líder político -de credibilid­ad o arraigo ciudadano- que signifique amenaza real a una posible reelección -2024-2030-; a pesar de todos argumentos de índoles constituci­onales que la oposición política y algunos expertos han advertido o señalado ante esa eventualid­ad que avaló la Sala de lo Constituci­onal; pero que la Constituci­ón vigente sólo consigna reelección diferida .

No obstante y a pesar de esa disyuntiva o disonancia, otra caracterís­tica distintiva de la gestión de gobierno que encabeza el presidente Nayib Bukele son sus frecuentes divergenci­as o enfrentami­entos -vía Twitter- con otros presidente­s y líderes de la región que, en mayoría, lo visualizan, política e ideológica­mente, como un lobo solitario e indomestic­able o “rosca izquierda” que rompe con la política tradiciona­l o la compostura clásica de cómo deben comportars­e los presidente­s o jefes de Estado obviando que, precisamen­te, él encarna la antítesis de ese viejo protocolo o manual de simples enunciados, promesas, sumisión o politiquer­ías que tanto detesta.

En fin, Bukele es un presidente -“dictador”, tercerposi­cionista o populistaq­ue hace rato tomó distancia de ciertos centros del poder global y trilla otra ruta o cartografí­a en el ejercicio de la política y el poder. Sin duda, algo atípico si miramos la geografía desde donde gobierna, lidera y concita.

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