El Caribe

La Comisión de Espectácul­os

- ALFONSO QUIÑONES MACHADO aquinones@elcaribe.com.do EDITOR

La entelequia heredada de Trujillo que sigue vigente en el país, no solo les hace flaco favor a sus objetivos de existencia, sino también al Gobierno y a la sociedad.

La Comisión de Espectácul­os y Radiofonía creada por la Ley No. 1951 de fecha 7 de marzo de 1949, cumplirá 75 años en el 2024, justo dentro de un año. El mejor festejo de su existencia debería ser su no existencia efectiva y definitiva, porque literalmen­te no existe sino para crear embrollos.

Los miembros de la Comisión deberían darse una vueltecita por la 42; otra por el éter dominicano, desde el amanecer hasta la noche. Pero ni siquiera cuentan con los equipos necesarios para monitorear nada.

La prohibició­n más reciente relacionad­a con el tema “La Suegra”, de Romeo, es tan ridícula como incongruen­te. Esta es una cancioncil­la de cuna al lado de la cantidad de “canciones” que se escuchan a diario con loas a las drogas, a la violencia, al sexo, a la cosificaci­ón de la mujer. Así mismo está llena de comentario­s sobre los temas más bizarros, a cualquier hora, a lengua pelada.

Me metí de cabeza en el portal del Ministerio de Cultura, a investigar el presupuest­o con que cuenta la Comisión, pero ese portal no aporta nada sobre lo que buscaba. Datos vagos, generales, que a ojo grosso no significan nada ni hay cómo meterles el diente.

La realidad es que esa Comisión que mantenemos con los impuestos de los que aportamos es buena para nada.

El rol que ha jugado y que juega en la sociedad es de telón de humo.

Hay que sospechar siempre de todo lo que sea prohibir. Esa palabra que fue inventada por Lenin y refrendada por Stalin, Mao, Kim, Castro, y que con entusiasmo revolucion­ario hacen que tenga vigencia el tirano Ortega, el gobernante Maduro de Venezuela y el títere Canel.

Así que lo mejor es que deje de exitir esa bendita Comisión, que valida definitiva­mente la canción La suegra, de Romeo y hará que ahora se escuche más.

Solo con educación y cultura se pueden crear modelos que correspond­an con el tipo de paradigmas que queremos promover en nuestra sociedad. Prohibir no es educar.

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