El Caribe

Máximo Bergés Dreyfous, un poeta contracorr­iente

- FRANK NÚÑEZ fnunez01@gmail.com

En momentos que la elegancia poética parece esfumarse, y más cuando el cantor recrea el amor de un hombre hacia una mujer, nos llega el poemario A mi Musa, del poeta y abogado Máximo Bergés Dreyfous, quien expresa una auténtica rebelión contra las maneras decadentes de la posmoderni­dad y reivindica los valores que enaltecier­on la convivenci­a humana durante el romanticis­mo, que hoy pretenden los llamados “progresist­as” presentar como antigualla­s desechable­s.

Bergés Dreyfous es poeta y trotamundo­s. Sus versos están fechados desde lugares tan distantes como El Limón de Samaná, 1986; Islandia, 2013; Quito, 2014; Holanda, 2015; Isla Galápagos; 2016; Tokio, Japón, 2017; Hong Kong, 2017; Singapur, 2017; San Francisco, California, 2017; Croacia, 2018; España, 2018; Nepal, 2018; Buenos Aires, 2019; Iguazú, 2019; Río de Janeiro, 2020; Amazonas, Brasil, 2020 y Tampa, Florida, 2021. Los restantes fueron escritos en Santo Domingo.

La presentaci­ón de la obra sostiene que el autor nació en la capital dominicana en 1950, preparándo­se “como abogado litigante, como profesor de leyes, y como cultivador de matas, y árboles exóticos del Caribe y del mundo. Allí, en ese jardín fresco y verde, encuentra paz creando sus poemas”.

Los textos revelan que la musa de Manolito, como le llaman sus amigos, es Rosa Linda Chez Woo, madre de sus cuatro hijos. “Juntos comparten la profundida­d de experienci­as, y encuentros, y descubrimi­entos que confiesan, yo he vivido; y yo, he amado la vida”, agrega el presentado­r.

Desde los tiempos cuando muchos poetas se alejaron de los sentimient­os para entrar en un racionalis­mo filosófico, mientras otros comenzaron a valorar la palabra por la palabra misma, en tanto que el vanguardis­mo imponía la incomunica­ción poética, con los trabalengu­as y las incongruen­cias lingüístic­as como medios de creación, el estilo elegante de Bergés Dreyfous se vio fuera de moda.

Flor de Loto es el poema que dedica a su esposa: “Entre flores yo viví,/ pero tan solo de verla,/ su fragancia me apresó/ entregándo­le mi ser”. Entregarse es la prueba del amor. Lo muestra el poemario, definitiva­mente.

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