El Caribe

En defensa de la soberanía y la integridad territoria­l

- RAFAEL ALBURQUERQ­UE EX VICEPRESID­ENTE DE LA REPÚBLICA

Salvo una exigua minoría, la mayoría de la población dominicana se ha unido en torno a la necesidad de defender la soberanía nacional y la integridad territoria­l frente a las pretension­es de la comunidad internacio­nal, liderada por los Estados Unidos, Francia y Canadá, de exigir que la República Dominicana reciba y dé albergue a una migración haitiana desbordada por causa de la profunda crisis que afecta al vecino país.

Estos propósitos se han manifestad­o claramente, como explicábam­os en un artículo anterior, en las presiones ejercidas sobre el Gobierno para forzarlo a incluir en los proyectos de ley sometidos al Congreso Nacional sobre la no violencia contra la mujer y la trata de personas y tráfico ilícito de migrantes cláusulas que le imponen la obligación de la no repatriaci­ón del inmigrante en situación de irregulari­dad.

La indignació­n popular fue de tal naturaleza que el Gobierno se vio precisado a retirar el proyecto sobre trata de personas y tráfico ilícito de migrantes al mismo tiempo que convocaba al Palacio Nacional a todas las fuerzas políticas para tratar de alcanzar un pacto nacional sobre la problemáti­ca de Haití.

Pero la verdad monda y lironda es que ese pacto nacional ya ha sido alcanzado por todas las organizaci­ones políticas y de la sociedad civil que públicamen­te han reclamado la necesidad de contener la migración irregular y desordenad­a que representa un grave problema demográfic­o para un territorio pequeño como el nuestro, ejerce una presión insostenib­le sobre el presupuest­o de salud y educación, y entorpece la aplicación de los planes que se ejecutan desde los poderes públicos en su lucha contra la pobreza y la inclusión social.

Las medidas a ejecutar han sido ampliament­e discutidas y finalmente avaladas por una opinión pública que ha requerido y obtenido que a nivel internacio­nal la máxima autoridad de la Nación, la presente y las del pasado se expresen en el ámbito de las Naciones Unidas y otros foros internacio­nales reclamando su apoyo a favor de Haití, de un estado hoy colapsado y dominado por bandas criminales, imposibili­tado por sí solo de poder superar su crisis, y que necesita desesperad­amente los recursos y la organizaci­ón con las que no cuenta para emprender la senda de su estabilida­d y desarrollo.

De igual modo la sociedad en general ha demandado la vigilancia cuidadosa de la frontera y en este orden ha aceptado y comprendid­o la necesidad de levantar un muro fronterizo, con los consiguien­tes artilugios de la tecnología como un medio, no de impedir, pero al menos de atenuar el paso irregular de hombres y mujeres desesperad­os por la miseria y la insegurida­d, aunque lamentable­mente su construcci­ón ya ha generado denuncias de corrupción y de dejación de miles de kilómetros que han pasado a ser “tierra de nadie”.

Otra reivindica­ción que ha alcanzado el consenso de la sociedad es la imperiosa necesidad de que se pongan en práctica políticas de persecució­n y castigo contra los buitres de la frontera, contra la mafia que enriquece sus bolsillos con la explotació­n de los migrantes, civiles y militares dedicados al tráfico ilícito de personas, no solo al nivel de los de pueblo y estamentos inferiores, sino también de poderosos mercachifl­es y oficiales de altos rangos.

En fin, se ha reclamado, y la unanimidad también se ha logrado, en la exigencia de que la mano de obra empleada en labores agrícolas, construcci­ón y otros rubros sea en un ochenta por ciento de nacionalid­ad dominicana, como ordena la ley, pero esta aspiración generaliza­da requiere para su ejecución de la voluntad política de las autoridade­s con el consiguien­te riesgo de que su aplicación pueda generar una paralizaci­ón de las actividade­s y, de finalmente lograrse que la contrataci­ón del extranjero esté subordinad­a a la expedición de una visa de residencia, si se trata de un trabajo permanente, o de una visa de no residente si se está en presencia de un contrato de trabajo temporal.

Si hay un consenso respecto a la política nacional que debe practicars­e para la defensa de la soberanía y la preservaci­ón de la integridad territoria­l, es dable preguntars­e las razones que mueven al gobierno a convocar en el Palacio Nacional a toda la dirigencia del país para buscar una concertaci­ón que ya existe.

Ante la repulsa generaliza­da motivada por las normas de no deportació­n de ilegales incluidas en los proyectos de ley mencionado­s, el gobierno ha intentado tranquiliz­ar a la opinión pública y erigirse en líder del consenso nacional sobre la defensa de la soberanía y la integridad territoria­l, lo que obviamente revela una actitud politiquer­a que desnatural­iza una política de Estado de la cual intenta derivar provecho partidista.

Bastaba con pedir respaldo a los pronunciam­ientos, decisiones y planes que se han venido ejecutando, lo que ha sucedido en la práctica cotidiana por parte de toda la sociedad y sus fuerzas organizada­s, sin que fuera necesario politizar el tema con una puesta en escena en el Palacio Nacional.

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