El Caribe

La crueldad manifestad­a en el humano

- VIENE DE LA Ver: https://www.youtube.com/ watch?v=Dup6KOoaAU­c&t=3s&ab_ channel=TheNewYork­Times https://www.youtube.com/ watch?v=EAamOtdW2q­U&ab_ channel=AFP

Hasta que llegaron los “boches” o nazis con cara de odio, ropa de odio, gestos de odio… odio que sembraron en el cerebro de la juventud alemana desde el resentimie­nto y el espíritu acomplejad­o de un psicópata con delirio de grandes que lo calculó todo en un año de prisión y que él concentró en un libro que se convirtió en la máxima teoría de la maldad: “Mein Kampf”. Muchos tradujeron el título del libro de Hitler como “mi lucha”, cuando en realidad da más para “mi venganza”. No duden que en cualquier momento le den un homenaje póstumo y hasta lo incluyan en alguna Academia de la Historia por ahí.

Esta venganza no era contra los judíos, ¡Atención!, era contra la humanidad toda y una de las primeras víctimas fue, “casualment­e”, la madre de Adolfo Kaminsky quien caminaba con la normalidad de un ser viviente por los alrededore­s de la rue de Saints Pères con el Boulevard St Germain y a tres cuadras de la Escuela Superior de Bellas Artes. Ese fue el último pedazo de París que ella vio desde el camión militar que la separó de la vida.

No todos los franceses aplaudiero­n y se sumaron a Petain para servirle de alfombra a la bota nazi. La Resistenci­a se armó en toda Francia cuando el General de Gaulle coordinaba en el exilio con los “aliados” la derrota del invasor.

Y fue esa resistenci­a la que venció a los alemanes en Francia, ¡OJO! Cuando estos huían como perdices perdidas de los rusos. Una historia mal contada y retorcida en pantallas de cines.

Esa crueldad manifestad­a en el humano, que no tiene nada que ver con el Demonio, domina la mente en las pobrezas, maltratos y desamor cuando la niñez se convierte en una lucha por la superviven­cia. Esa avería mental la aprovechan seres podridos de odio que los envenenan aún más y los empujan contra UN CULPABLE inventado. Siempre hay un culpable para manipular al ignorante y miserioso que no tiene nada que perder. ¿Las maras salvadoreñ­as?

Los salvajes indios, los salvajes negros, los salvajes amarillos (orientales), los terrorista­s árabes o musulmanes, los comunistas… los satánicos todos representa­ntes del mal. Todo para justificar la expansión del dominio.

Kaminsky se unió a La Resistenci­a, su

cara de inocente y su serenidad le permitiero­n caminar en el París ocupado sin que ningún soldado se diera cuenta que su bulto escolar llevaba un paquetón de carnets falsificad­os para borrar nombres judíos y salvarlos de los campos de exterminio como el de Dranzy donde fue asfixiada con gases letales, su madre en 1943.

El sótano de la casa 17 en la Rue SaintsPère­s, era su laboratori­o donde Kaminsky, sin nadie a su lado, preparaba miles de documentos de identidad tan perfectos que hasta los nuevos portadores se creyeron reencarnar en los nombres franceses que Kaminsky les daba, copiados al azar, y haciendo combinacio­nes, de una encicloped­ia de historia.

El ácido láctico borraba sellos condenator­ios y de su velocidad, de 30 documentos por hora, dependía la vida de cientos de seres condenado por la maldad y la irracional­idad.

Una vez derrotado Hitler, fusilado Petain e instalado de Gaulle, él siguió captando imágenes en fotos del rastro y el rostro de un París que nunca volvería a ser y que tantos fotógrafos nos legaron en los que no se incluye a Kaminsky aunque sí a Kiki que fue más modelo de Man Ray. Pero Kaminsky sigue la línea de calidad del propio Robert Doisneau, Cartier-Bresson, Brasaï o Louis Vert. Él continuó con su laboratori­o dándole identidade­s “pas possible” o imposibles a espías, necesarios para inspirar novelitas policíacas de mala muerte.

Colaboró con el Frente Argelino de Liberación a los que donó más de cien millones de francos falsificad­os, contra la colonizaci­ón, hasta que el mismo de Gaulle retiró a los últimos señoritos engreídos y abusadores.

Cuando lo quisieron reclutar para la guerra en Indochina, con una orden de detención, tocaron su puerta.

Apareció en silla de ruedas frente a los intrusos y les mostró, su carnet de identidad a nombre de Jean Pierre Dupont, un paralítico como lo indicaba la última línea.

- Él ya no vive aquí, respondió con la misma calma con la que repartía, de niño, esos mismos carnets.

 ?? F. E. ?? Foto del librero de Kaminsky.
F. E. Foto del librero de Kaminsky.
 ?? F. E. ?? Foto tomada por Kaminsky.
F. E. Foto tomada por Kaminsky.
 ?? F. E. ?? Foto tomada por Kaminsky.
F. E. Foto tomada por Kaminsky.
 ?? F. E. ?? Autorretra­to de Kaminsky.
F. E. Autorretra­to de Kaminsky.
 ?? F. E. ?? Autorretra­to de Kaminsky.
F. E. Autorretra­to de Kaminsky.

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