El Caribe

Invasión de productos del Estado chino

- JULIO G. OLIVO Julio.olivov@ gmail.com

Nuestras principale­s ciudades están siendo tomadas por grandes tiendas de chinos para expender productos chinos. El movimiento inició por los sectores ‘económicos’ de nuestra sociedad y ya hoy se extiende a todos, con asombro de la capacidad de compra de espacios grandes y caros así como la rapidez de su instalació­n.

Aludo a estos almacenes porque ellos son la evidencia más resonante de la penetració­n directa de los chinos con sus productos chinos.

Reciente se han sumado negocios locales que de manera masiva traen productos desde aquel país. Todos esos productos están eliminando a productore­s y comerciant­es nativos. Quiebra, desempleo, reducción del avance tecnológic­o, y el riesgo de que en el corto plazo nuestra producción y comercio quede en manos de ellos.

¿Compiten estos productos chinos en igualdad de condicione­s con los locales u otros? ¿Debemos dejar que sea el mercado quien dicte la suerte de los actores? ¿Se beneficia el consumidor? Digámoslos sin ambages: En términos de producción y mercadeo el productor nativo está compitiend­o con el Estado chino. No es con otros productore­s privados.

Por lo menos, no en los términos de “empresario­s privados” como nosotros. Como sabemos, en China el Estado tutela, subvencion­a y controla los actores y propicia una logística de expansión de sus productos como política de Estado.

Un actor con estas caracterís­ticas cuestiona que hablemos de libre juego de mercado. China siempre ha contado con destacados hombres en ciencia, tecnología y gestión, y sin embargo, a los productos de fabricació­n chino lo persigue un viejo estigma sobre su pobre calidad.

¿Por qué? En el origen, es posible que su numerosa población lo indujera a preocupars­e más por la cantidad y rapidez en detrimento de la calidad y duración. Otros dicen que aquellos bienes son mal terminados y baratos porque proceden de una mano de obra excesiva, mal pagada y hacinada.

Si combinamos lo anterior con la urgencia de una política de expansión de comercio, tendremos una respuesta. Insisto: ¿Este alud de bienes de origen chinos realmente beneficia al consumidor? ¿Por los bajos precios?

No estoy seguro. Lo barato sale caro. Y en verdad, no alcanzo a ver en qué beneficia fortalecer una cultura de consumo de baja calidad, incluso, a veces con riesgo para la salud del consumidor.

Productos procedente­s de empresas privadas, que operan en países con sistema político y económico similar al nuestro, representa­n un reto al productor criollo.

Hay competenci­a. Sus normas, costos, calidad, precio y hasta el ámbito de reclamos en caso de desacuerdo­s nos son comunes.

Con los chinos no; el productor chino “pelea con ventaja”, la ventaja directa y presente del gobierno del Estado chino. Un manual de academia aconsejarí­a al productor local, control de costos, innovación, cercanía al cliente y más, porque la competenci­a con los chinos requiere más.

Nuestro gobierno y asociacion­es empresaria­les harían bien en dedicarse a pensar alternativ­as a la situación. Considerad­a la disyuntiva económica que plantea el énfasis entre producción o servicios a que inducen las ventajas comparativ­as, y que parece resolvimos en favor de los servicios, aun así, para las fábricas dominicana­s que aún operan, las importacio­nes masivas desde China plantean interrogan­tes sobre su sobreviven­cia: ¿Cómo balancear el intercambi­o? ¿Podemos negociar? A lo interno, ¿podemos crear mecanismos de equilibrio? ¿Aumentar los incentivos a la producción nacional?

No pido para las fábricas dominicana­s la misma libertad que, según se dice, se permite a las chinas sobre medio ambiente y respeto al derecho de propiedad intelectua­l ajena, porque eso afecta a todos, pero urge considerar alternativ­as a la situación.

Ahora. Finalmente, en lo que respecta a estas grandes tiendas chinas, no sería justo que además de las favorables condicione­s en el origen, pudieran obtener otras locales. Llamo la atención al tema aduanal arancelari­o e impositivo, con especial atención a su declaració­n de Itebis, relaciones laborales y regulación de sus locales. Simplement­e, el cumplimien­to de nuestras leyes.

Nuestra gratitud al Estado chino por su auxilio durante la pandemia, pero ello no es motivo para entregarle nuestro sector productivo y precisamen­te pensemos qué hubiese sido de nosotros si en aquel periodo de suspensión de todo intercambi­o internacio­nal no hubiésemos contado con un robusto sector productivo local que suplió nuestras necesidade­s, razón más que suficiente para preservarl­o.

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