Un extraño en el paraíso
La distorsión más dañina al periodismo ha sido la creencia de que un medio está obligado a publicar o difundir todo lo que recibe, escriben o plantean sus reporteros y comentaristas. Los promotores de ese periodismo de “vanguardia” y de “compromiso con la verdad” entienden que la negativa del medio en que laboran a aceptar cuanto quiera decirse o escribirse en sus espacios y páginas constituye una violación a la libertad de prensa y una limitación del derecho a la libre expresión. La pretensión carece de base. En una sociedad democrática y plural como la nuestra imponerla lesiona el derecho de propiedad, tan legítimo como las demás libertades básicas.
Ningún medio está obligado a hacerse eco de aquello que considera lesivo o con lo que no comulga. Lo que sí erosiona la libertad son aquellas leyes y restricciones que suelen imponer los gobiernos para impedir la publicación de noticias que cuestionen el estado de derecho o las políticas oficiales, lo que no es el caso en la República Dominicana, porque aquí afortunadamente, nos agrade o no aceptarlo, hay tolerancia a una prensa crítica. Y amparado en ese clima democrático, crece una tendencia muy negativa a hacer mal uso de la libertad de expresión, y sabemos que nada hace más daño a la credibilidad del periodismo nacional que esa modalidad sin límite alguno, que a diario vemos y escuchamos.
Por eso, estoy en total desacuerdo con
En una sociedad democrática y plural como la nuestra imponerla lesiona el derecho de propiedad, tan legítimo como las demás libertades básicas”.
la decisión de eliminar toda responsabilidad de los propios medios, de cuanto se diga y escriba en ellos, bajo el alegato de que esa “responsabilidad en cascada” vulnera la libertad de prensa y expresión y maniata a la prensa. Lo cierto es que cualquiera puede escribir o tratar de decir lo que se le antoje. Pero sólo lo que se publica o se difunde llega al público y puede saltar los buenos modales y dañar reputaciones. Y lo que se publica y difunde lo autorizan los editores. Admito ser un extraño en el paraíso.