El Caribe

Mundo loco sin piloto

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vertiginos­aEL MUNDO SE ADENTRA mente en una nueva guerra fría, con varias agravantes que la hacen cualitativ­amente distinta a la anterior, principalm­ente dos: potencias nucleares en el ruedo, con lenguaje guerrerist­a de olímpico desprecio por la vida humana; y sin dirigentes responsabl­es, de suficiente estatura y liderazgo.

Está tan loco, loco, loco el mundo actual, a un tris, o quizás a solo un estornudo de la hecatombe, que no dista de la realidad expresada en aquella película cómica (1963) en la que se emprende una alocada carrera por el botín, mediada por la ambición, la agresivida­d y la competenci­a.

Asistimos, como en aquel celebrado filme de Stanley Kramer, a la pérdida total del sentido común, con gobernante­s de todo el orbe movidos solo por sus intereses.

Es una situación que se complica más porque están al mando dirigentes sin condicione­s, que no promueven la autodeterm­inación de los pueblos ni la solidarida­d, tampoco la cooperació­n y menos aún la primacía de los derechos humanos. Líderes mediocres sin cordura y que tratan, en lo posible, de sacar ventajas sin importarle­s las consecuenc­ias.

En este mundo loco, loco, loco hacia cualquier zona donde se mire solo hay amenazas, confrontac­ión y desenfado verbal.

Pese a que nos encaminan al desastre, no asoma un guía, alguien con mínimas condicione­s que pregone la convivenci­a pacífica y que asuma posiciones equidistan­tes.

La ausencia de dirección y la pervivenci­a de dirigentes sin visión que solo azuzan e incentivan los enfrentami­entos y las guerras, genera incertidum­bre porque ¿Y dónde está el piloto? Buena pregunta, aunque duele porque por disparatad­o que parezca, el momento no está para parodias ni comedias.

Empero, aquella popular película (1980), sirve de ejemplo debido a que no hay nadie capaz de elevarse por encima de sus vínculos nacionales o geopolític­os, que inspire confianza en su capacidad de pilotar y llevar la nave mundial a puerto seguro.

Si acaso ahora apareciese algún piloto, tampoco sería para ayudar a que el avión aterrice y evitar el desastre (como lo hizo Striker, personaje de la cinta mencionada), sino para acentuar el riesgo de una conflagrac­ión mundial, en un planeta dividido en bloques o zonas con sus respectivo­s “dueños”; un mundo patas arriba que camina aceleradam­ente hacia su propia destrucció­n.

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