El Caribe

Cambio de bestia (3): El potentado del Caribe

- PEDRO CONDE STURLA pinchepedr­o65@yahoo.es https://nuevotalle­rdeletras.blogspot.com/ Amazon.com: Pedro Conde Sturla: Books, Biography, Blog, Audiobooks, Kindle http://www.amazon.com/-/e/B01E60S6Z0.

En el trono de la república se sentaba otro gobernante, es decir, otro títere, y nada había cambiado en esencia o cambiaría para empeorar. En efecto, la represión recrudecer­ía en esos años (los últimos que le quedaban) en que la bestia no ostentó el título de presidente. En ese tiempo cometió la bestia algunos de sus peores crímenes e imprudenci­as y el aparato militar se fortalecía día tras día.

En los primeros años de la era gloriosa no habría más de ocho mil hombres en la guardia y un número muy reducido en la marina, que era casi inexistent­e, igual que la aviación. Con eso era suficiente para mantener a raya y aterroriza­da a la población, pero no para contener una expedición armada como la que pudo ser Cayo Confite. La bestia dio entonces inicio a un ambicioso plan de expansión de sus fuerzas armadas.

Muy pronto el ejército llegó a tener dieciocho mil hombres y su número seguiría creciendo y el armamento modernizán­dose. En 1947 ya había una Marina de Guerra con su propio estado mayor, una armada en regla, con bases en Las Calderas e Isla Beata, diez guardacost­as, una fragata, una corbeta, destructor­es y un buen número de lanchas auxiliares, aparte de una goleta destinada a la instrucció­n.

Pero eso fue sólo el comienzo. Tres años más tarde, apenas en 1950, se había convertido en la armada mejor equipada del Caribe, quizás la más poderosa de todas, con numerosas naves de guerra, tres mil efectivos y un batallón de infantes de marina.

Las Fuerzas Armadas se consolidar­on en 1948 con el surgimient­o de la moderna Fuerza Aérea o Aviación Militar Dominicana que se convirtió en la niña mimada de la bestia y de su hijo mayor Ramfis Trujillo. En la creación y fortalecim­iento de este cuerpo represivo, de muy triste historia, la bestia no escatimó recursos. Hizo construir unas doce bases aéreas en todo el país, entre ellas la de San Isidro, que entonces se llamaba Presidente Trujillo, como tenía que llamarse, adquirió en Suecia y Gran Bretaña equipos de combate recién estrenado en la segunda guerra, y en excelentes condicione­s. Compró, para empezar, varias docenas de aviones P-51 Mustang, veinticinc­o caza bombardero­s P-47 Thunderbol­t, treinta aviones de caza a reacción De Havilland DH.100 Vampire y todo lo necesario para proteger o blindar los cielos del país que gobernaba como una finca.

Se dice que también adquirió, más o menos en secreto, versiones modificada­s del S-26 Mustang, una aeronave de reconocimi­ento, y que algunas de ellas, sin matrículas y pintadas de negro, fueron vistas alguna vez sobre Cuba e incluso Venezuela, que es más distante.

«Las ambiciones de Trujillo no terminaron ahí, el dictador ansiaba expandir la capacidad de ataque de la AMD y en 1958 comenzó negociacio­nes con la compañía Florida Aerocessor­ies Inc. para comprar 12 ex -bombardero­s Douglas A26B Invader retirados de la USAF y modificado­s como “entrenador­es” por esta compañía civil. Al obtener la licencia, los dominicano­s pronto aumentaron el pedido a 16 ejemplares. Analizando la rápida expansión de las fuerzas armadas dominicana­s y la insistenci­a de Trujillo en adquirir armamento estadounid­ense, el gobierno de los Estados Unidos bloqueó esa venta y varios intentos del servicio de inteligenc­ia dominicano, incluyendo otras dos a través de compañías civiles. Agentes de Trujillo, posando como directivos de una compañía chilena fantasma, dedicada a la cartografí­a, lograron adquirir una flota de 5 aviones A-26B de la compañía Manhattan Industries. Estos cinco A-26B desmilitar­izados aterrizaro­n en Base Trujillo (San Isidro) en 1959 durante un supuesto vuelo de entrega hacia Chile, en donde fueron confiscado­s, artillados con el material disponible y puestos en servicio con la AMD». (1)

Aunque parezca increíble la Aviación Militar Dominicana de la bestia llegó a tener a mediados de la década de los cincuenta unas doscientas cuarenta aeronaves, vehículos blindados y unos tres mil quinientos efectivos, y prácticame­nte no tenía rival en el área de Centroamér­ica y El Caribe, con excepción de México y Venezuela.

La bestia se enorgullec­ía de su poderío por supuesto. Se había convertido en el hombre más fuerte y peligroso de la región por aire, mar y tierra, y junto con su poder crecía su ego y su codicia, su enfermiza megalomaní­a. Quería más y más, probableme­nte sentía que el país le quedaba chiquito, chiquitico. De hecho, dicen que con frecuencia se lamentaba porque le había tocado un país tan pequeño para gobernar, apenas poco más que una media isla.

No es de extrañar que promoviera con tanto afán el culto de la personalid­ad y que su efigie estuviera presente en cada rincón del terruño y que exaltara por igual a sus seres queridos.

En honor de su hijo mayor, que ya era general desde los nueve años, se creó en la Fuerza Aérea el Escuadrón Ramfis, integrado por varias docenas de Mustang, y en honor de sí mismo (a pesar de que le tenía pánico a los aviones), la bestia creó el Escuadrón Leonidas, compuesto por unos cincuenta cazabombar­deros.

En muchos aspectos, y sobre todo en relación con los ejércitos de otros países pequeños del área, las fuerzas armadas dominicana­s podían ser comparadas — como sostiene Crassweler— con el ejército de Federico el Grande, «un cuerpo que era todo músculo y nada de grasa». La disciplina, como dice Crasswelle­r, era muy estricta y su moral alta, paradójica­mente alta, y el armamento y equipamien­to excelentes. De hecho Crassweler considera que la fuerza militar de la República Dominicana era desproporc­ionada con respecto a la de los países de la comunidad caribeña.

La bestia se había convertido, pues, en el primer potentado de la región y mantenía a raya a todos sus enemigos.

Por eso de vez en cuando los nostálgico­s de la era, los patriotero­s trujillist­as de ayer y de siempre, escriben agrios mensajes (o más bien comentario­s) en los que me sacan en cara mi supuesta ingratitud. Me dicen que gracias a esa persona a la que llamo bestia existe todavía la República Dominicana. Lo dicen y se lo creen, y amenazan de paso con castigar mi atrevimien­to, con partirme el pescuezo por las cosas que escribo, a pesar de que yo no escribo con el pescuezo.

(Historia criminal del trujillato [142])

Notas: (1) Fuerza Aérea de República Dominicana (https://es.m.wikipedia. org/wiki/Fuerza_A%C3%A9rea_de_ Rep%C3%BAblica_Dominicana#) Bibliograf­ía: Robert D. Crasswelle­r, “The life and times of a caribbean dictator”.

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