El árbol que no daba frutos
Cuentos del loco Zenón (2)
Zenón me dijo: Mira cómo me tienen aquí mis familiares. No puedo moverme; fíjate que hasta mis necesidades tengo que hacerlas aquí parado como ustedes ven, y ni asearme puedo. Tengan compasión de mí y resuélvanme esta situación por caridad de Dios, que él se lo pagará.
Ya él había estado antes en el hospital psiquiátrico, y en una pelea con un enfermo, éste lo mordió y le arrancó una oreja. Después de estar en su casa, parece que se le escapó a sus familiares, vino al pueblo y le arrancó una oreja a una mujer. De ahí, el miedo a que se les volviera a escapar y no encontraron otra manera de impedírselo.
La familia no se veía muy conforme con la visita, hasta tuvimos que amenazarla con la Justicia para que nos permitieran resolverle, pero al fin cedieron y conseguimos con un buen amigo mío, un pedacito de tierra donde levantarle una casita de concreto; desde luego, con vejas en puertas y ventanas, cama y un retrete den- tro. El amigo se comprometió a pasarle a diario las tres comidas.
Logrado esto, le compramos un buen colchón y el hombre estaba de maravillas. En sus momentos de lucidez, predicaba de tal forma que nadie podía suponer que ese hombre podía haber estado loco. Pero cuando se revolteaba, parecía tener el diablo dentro; sin embargo, bastaba decirle, ahí viene Duque y de inmediato se serenaba.
Un día voy a visitarlo con mi amigo Tolito, al que él no podía ver ni en pintura, se destapó y le soltó cuantas obscenidades de le ocurrieron, pero cuando yo me acerqué y él me vio, se volvió un angelito.