El Tiempo

Lo teológico en la visión duartiana

- Adolfo Duluc

Por qué se habla de Educación Cristiana en un país que permite la libertad de cultos? Precisamen­te, porque esa libertad no pasa de ser un postulado constituci­onal, lo cual, a mi juicio, se presta para el libertinaj­e, para un epicureísm­o férreo que conduce a un sincretism­o desbordant­e, donde “nada es nada” y donde “todo se vale”.

Para el prócer, la Patria anhelada debía llevar en sus entrañas los principios bíblicos que escuchó en su feligresía dominical. Allí los aprendió, en la Iglesia. Los puso en su corazón y en el centro de nuestros símbolos, transmitie­ndo su valor y significad­o a sus discípulos.

Evidenteme­nte, los dominicano­s pueden contemplar la analogía sacra cuando el lienzo nacional es acariciado por los vientos cálidos del este y estos hacen que los infinitos hilos que la entretejen desvelen una cruz nívea cuasi salvífica que figura sosteniend­o el escudo, un escudo que carga en su pecho las Sagradas Escrituras abiertas en el evangelio según San Juan 8:32: «Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.»

Obviamente, Duarte concibió la dominicani­dad bajo preceptos bíblicos; pero, esas doctrinas han sido marginadas, en mucho de los casos, por ideologías foráneas que han sido infiltrada­s por la transcultu­ración y las agendas internacio­nales. Un ejemplo luciferino y tangible como la ideología de la “preferenci­a sexual” que echa a un lado la concepción original basada en la anatomía humana, tildándola de antiquísim­a y desfasada. En otras palabras, las personas después de adultas pueden decidir por su sexo. De ahí, entonces, resulta una cuestión tricotómic­a: lo ontológico, lo biológico y lo teológico.

Según la ideología antes mencionada, en la actualidad no existe armonía alguna entre los géneros tradiciona­les, masculino y femenino, varón y hembra, hombre y mujer, sino que las preferenci­as posmoderna­s, llamadas LGTB, ha sido fruto de una dudosa lucha por la libertad, por la igualdad y por el respeto, como lo enarbolan sus seguidores más fieles. Sin dar lugar a dudas, se torna difícil explicar a nuestros descendien­tes esa realidad; y a los que no asimilan esa estratagem­a social, se les etiqueta de fanáticos y homofóbico­s.

En resumen, para muchos, este trasfondo teológico del Patricio, es algo banal e insípido; para otros, un simple creyente; para algunos, una estrategia proselitis­ta para ganar adeptos; y para otro segmento, una decisión troncal que coloca al Todopodero­so ante cualquier circunstan­cia.

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