Lo teológico en la visión duartiana
Por qué se habla de Educación Cristiana en un país que permite la libertad de cultos? Precisamente, porque esa libertad no pasa de ser un postulado constitucional, lo cual, a mi juicio, se presta para el libertinaje, para un epicureísmo férreo que conduce a un sincretismo desbordante, donde “nada es nada” y donde “todo se vale”.
Para el prócer, la Patria anhelada debía llevar en sus entrañas los principios bíblicos que escuchó en su feligresía dominical. Allí los aprendió, en la Iglesia. Los puso en su corazón y en el centro de nuestros símbolos, transmitiendo su valor y significado a sus discípulos.
Evidentemente, los dominicanos pueden contemplar la analogía sacra cuando el lienzo nacional es acariciado por los vientos cálidos del este y estos hacen que los infinitos hilos que la entretejen desvelen una cruz nívea cuasi salvífica que figura sosteniendo el escudo, un escudo que carga en su pecho las Sagradas Escrituras abiertas en el evangelio según San Juan 8:32: «Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.»
Obviamente, Duarte concibió la dominicanidad bajo preceptos bíblicos; pero, esas doctrinas han sido marginadas, en mucho de los casos, por ideologías foráneas que han sido infiltradas por la transculturación y las agendas internacionales. Un ejemplo luciferino y tangible como la ideología de la “preferencia sexual” que echa a un lado la concepción original basada en la anatomía humana, tildándola de antiquísima y desfasada. En otras palabras, las personas después de adultas pueden decidir por su sexo. De ahí, entonces, resulta una cuestión tricotómica: lo ontológico, lo biológico y lo teológico.
Según la ideología antes mencionada, en la actualidad no existe armonía alguna entre los géneros tradicionales, masculino y femenino, varón y hembra, hombre y mujer, sino que las preferencias posmodernas, llamadas LGTB, ha sido fruto de una dudosa lucha por la libertad, por la igualdad y por el respeto, como lo enarbolan sus seguidores más fieles. Sin dar lugar a dudas, se torna difícil explicar a nuestros descendientes esa realidad; y a los que no asimilan esa estratagema social, se les etiqueta de fanáticos y homofóbicos.
En resumen, para muchos, este trasfondo teológico del Patricio, es algo banal e insípido; para otros, un simple creyente; para algunos, una estrategia proselitista para ganar adeptos; y para otro segmento, una decisión troncal que coloca al Todopoderoso ante cualquier circunstancia.