El Tiempo

Nos castraron el cerebro para dominarnos

- Rubén Darío Castillo Castillo

En su libro Sapiens, de animales a dioses, Yuval Noah Harari cuenta: los primeros ganaderos mantenían a sus cerdos cerca de sus asentamien­tos mutilándol­es el hocico, donde tienen una gran sensibilid­ad. De esa manera, cuando intentaban horadar la tierra como método para conseguir alimentos, sentían el dolor y dejaban de hacerlo. Así, dependían de los ganaderos y no se alejaban. Todavía se usa colocar anillos en el hocico de los animales para que no hagan daño en el terreno al seguir su instinto.

Del mismo modo, el dolor psicológic­o ha sido utilizado como método de dominio, para mantener cerca de sus amos a seres humanos. Así como en el cerdo la sensibilid­ad de su hocico tiene que ver con su forma de superviven­cia, las ideologías antilibera­les se obsesionan con dos principios vitales humanos que, ligados de manera fundamenta­l con las emociones mutilan, porque si se siguen libremente, causan cierta aflicción: la libido y el afán de lucro.

Mediante la culpabiliz­ación y la mitología, naturalist­a o teísta, gran parte de la política como dominación se sustenta en la autoflagel­ación de los individuos respecto de estas dos tendencias, después de que se les haya plantado la culpa en el proceso de aprendizaj­e.

Eso no es, por supuesto, nada natural. Pero ese no es el problema, sino la falsedad de esa culpa, y la forma en que condena al hombre a quedarse cerca de distintos "granjeros".

Sólo meditemos un instante en cómo es visto un ser humano que no tenga una religión, un partido político, un equipo de deporte, un dios, no se case, un club social, esto es, un individuo libre de institucio­nes, creencias e ideologías, capaz de diseñar una cosmovisió­n propia. De seguro será visto y tachado por los demás como inadaptado social, huraño, raro.

Empero, ¿no son éstos calificati­vos similares a los que les decimos a los cerdos libres: salvajes, cimarrones, no domesticad­os? Todas estas parafernal­ias inventadas por grupos de poder, esto es granjeros, son anillos colocados en nuestros cerebros, para evitar que busquemos alimentos escarbando en la tierra del conocimien­to, y así obligarnos a quedarnos dependiend­o de lo que ellos nos dan como recetario de vida. Una manera de castrarnos el cerebro para dominarnos.

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