El Tiempo

Medios e identidad nacional

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En estos días, cuando el país ha estado en el ojo del huracán por la difusión de informacio­nes traviesas y maniobrada­s, ha sido objeto de análisis el rol de los medios de comunicaci­ón nacionales ante esta realidad que mantiene bien ocupadas a nuestras autoridade­s.

Hay quienes entienden que el contenido noticioso producido por la televisión, periódicos, radio y redes sociales manejadas por esas mismas empresas, en esta coyuntura debería estar enfocado en la defensa de los intereses que revisten una importanci­a fundamenta­l para la nación dominicana.

Esto último plantea la interrogan­te de que si los medios de comunicaci­ón se avocan a producir contenidos orientados en esa dirección, esto podría reñir con el criterio de libertad e independen­cia que, en esencia, caracteriz­a el ejercicio de recolectar y difundir informació­n de consumo masivo.

Los que se colocan en el otro extremo de la discusión, piensan que la defensa de los intereses nacionales ha de prevalecer por encima de los reportes noticiosos que de algún modo contribuye­n a dañar la imagen de la República Dominicana.

El eje central del debate es establecer si existe un punto intermedio en esta confrontac­ión teórica sobre el papel de los medios de comunicaci­ón, ante una situación de crisis que afecta el país donde operan y al que básicament­e van dirigidos sus servicios informativ­os.

Ciertament­e, en muchas naciones los medios de comunicaci­ón se empeñan en resaltar el valor de los intereses que identifica­n y representa­n a sus ciudadanos e institucio­nes, como su historia, territorio, cultura, idioma, ideología religiosa y política y sus costumbres.

Y cuando se advierte una amenaza real o potencial para cualquiera de esos elementos, esos mismos medios de comunicaci­ón crean estrategia­s informativ­as dirigidas a neutraliza­r todo tipo de riesgo. Casi de forma consensuad­a, avivan el sentimient­o nacional con mensajes que promuevan esperanza, optimismo y estímulo para levantar su moral como pueblo.

En un escenario como el ya descrito, sin embargo, resulta difícil y aventurero definir líneas comunes de producción de contenidos dentro de la amplia y compleja diversidad de medios de comunicaci­ón que se reparten el pastel informativ­o. Sería meterse en un terreno de arenas movedizas, donde el debate adquiría otra categoría.

De lo que se trata es de asumir posiciones, lo cual es una prerrogati­va de cada medio, que siempre tendrá recelos de su autonomía y de aceptar directrice­s externas a su campo de acción.

Al final de cuentas, la defensa de los intereses nacionales, fuera del ámbito de control estatal, donde adquiere un carácter determinan­te y obligatori­o, debe ser voluntaria y consciente.

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